A-AA+
EL SUEÑO IMPOSIBLE
Nuestro cuartel general informativo era la añorada redacción del periódico Momento, aquel inolvidable rotativo fundado por don Miguel Valladares en la calle de Zenón Fernández, frente al lado norte del glorioso estadio Plan de San Luis. Éramos jóvenes con muchas ilusiones en el periodismo y también con las diarias aventuras de obtener la mejor información para la edición del día siguiente.
Ángel Efrén Vázquez Robledo destacaba en la sección deportiva con su singular estilo de escribir y con el anhelo de “cubrir” unos Juegos Olímpicos. Montreal 76 era su objetivo.
La ilusión de incursionar en la gran Olimpiada canadiense lo llevó a una aventura que nunca pudo olvidar. Con su sueño encendido, abordó un avión para trasladarse a la sede olímpica en aquella lejana década del siglo anterior.
Pero viajar sin la documentación requerida para una aventura internacional, sin acreditación alguna, sin dominar las lenguas canadienses, tal vez con poco dinero en los bolsillos, el sueño puede convertirse en pesadilla. Y así sucedió.
Cuando éramos noveles reporteros, en la redacción los compañeros le nombraban “Angelillo”, “Angelito” y “Negro Vázquez”, esto porque tenía cierto parecido a aquel negrito de los chicles Canel’s cuya sonrisa invitaba a disfrutar de las delicias fabricadas en las instalaciones de la empresa ubicadas en la calle General I. Martínez.
Ángel fue detenido al bajar del avión, pues no pudo presentar ninguna documentación legal para poder disfrutar de su estancia en Canadá. Conducido a una demarcación policíaca, fue severamente interrogado, pues los canadienses habían extremado la vigilancia en los aeropuertos para impedir que ningún enemigo de la democracia se internara en su territorio.
Allí permaneció larguísimas horas, bajo la presión de severos interrogatorios. ¿Tormentos psicológicos? ¿Torturas físicas? ¿Amenazas? Quién sabe cuánto tuvo que sufrir Angelillo para evitarlos.
Hasta que un periodista de la ahora desaparecida agencia noticiosa United Press International intervino a su favor. Le pidió identificarse y le preguntó a qué periódico o revista representaba. “Mi distinngüis” -- seguramente le dijo-- me piden “peipers” y no traigo. Soy del Momento de San Luis”.
Y el colega hizo una llamada al periódico. Casualmente, en la redacción estaba yo cuando repiqueteó el timbre del aparato auricular. El periodista a la UPI en accidentado español, me preguntó si un señor Ángel Vazquez (así sin acento) trabajaba para el periódico. Sí, le dije. Es uno de nuestros cronistas deportivos. ¿A qué se debe su llamada? Oigo su voz como si usted estuviera muy lejos de San Luis.
“Ou…hablo desde Canada (así sin acento) pues el señor Vazquez (así sin acento) estar detenido y sólo hablar incoherencias”. Si a veces no entendíamos el singular lenguaje de Ángel, un extranjero menos lo haría.
Le dí todos los detalles de Angelillo al periodista de la United y su infortunada detención terminó. Nuestro personaje, fallecido hace algunos días, fue deportado y cuando nos encontramos en la redacción, lo vi demacrado, estaba pensativo y casi no hablaba con nadie y menos de su aventura canadiense.
Me imagino lo que pudo haberles dicho a quienes lo interrogaban de fea manera: “Mira mi distingüis, aunque vengo rankeado, sólo un vistazo a los games para mandar la nota. Llama al peiper y pregunta por mis coleguitas para que me identifiquen Ingrato, no me presiones… ay calambas ay calambas”.
Muchos colegas han soñado con reportear una Olimpiada pero nunca han logrado una acreditación. Angelito lo intentó y llegó a Montreal, aunque la policía canadiense frustró su sueño. Y eso habla muy bien de su enorme espíritu periodístico, pues si uno no intenta obtener los logros que sueña, está irremediablemente perdido. ¿Qué tal si hubiera llevado pasaporte y acreditación?
Ángel se fue de Momento, pero su huella en el periódico fue imborrable en la información deportiva. Hoy lo recuerdo con todo el afecto que siempre le tuve y le sigo teniendo. Conservo aquella moneda conmemorativa del Mundial de Futbol de España de 1982. Me la obsequió por mi discurso en su honor cuando en el Deportivo Potosino impusieron su nombre a la sala de prensa, durante el tradicional Abierto de Tenis. Vázquez Robledo ciertamente, es ya otro ángel en el Cielo.
Nuestro cuartel general informativo era la añorada redacción del periódico Momento, aquel inolvidable rotativo fundado por don Miguel Valladares en la calle de Zenón Fernández, frente al lado norte del glorioso estadio Plan de San Luis. Éramos jóvenes con muchas ilusiones en el periodismo y también con las diarias aventuras de obtener la mejor información para la edición del día siguiente.
Ángel Efrén Vázquez Robledo destacaba en la sección deportiva con su singular estilo de escribir y con el anhelo de “cubrir” unos Juegos Olímpicos. Montreal 76 era su objetivo.
La ilusión de incursionar en la gran Olimpiada canadiense lo llevó a una aventura que nunca pudo olvidar. Con su sueño encendido, abordó un avión para trasladarse a la sede olímpica en aquella lejana década del siglo anterior.
Pero viajar sin la documentación requerida para una aventura internacional, sin acreditación alguna, sin dominar las lenguas canadienses, tal vez con poco dinero en los bolsillos, el sueño puede convertirse en pesadilla. Y así sucedió.
Cuando éramos noveles reporteros, en la redacción los compañeros le nombraban “Angelillo”, “Angelito” y “Negro Vázquez”, esto porque tenía cierto parecido a aquel negrito de los chicles Canel’s cuya sonrisa invitaba a disfrutar de las delicias fabricadas en las instalaciones de la empresa ubicadas en la calle General I. Martínez.
Ángel fue detenido al bajar del avión, pues no pudo presentar ninguna documentación legal para poder disfrutar de su estancia en Canadá. Conducido a una demarcación policíaca, fue severamente interrogado, pues los canadienses habían extremado la vigilancia en los aeropuertos para impedir que ningún enemigo de la democracia se internara en su territorio.
Allí permaneció larguísimas horas, bajo la presión de severos interrogatorios. ¿Tormentos psicológicos? ¿Torturas físicas? ¿Amenazas? Quién sabe cuánto tuvo que sufrir Angelillo para evitarlos.
Hasta que un periodista de la ahora desaparecida agencia noticiosa United Press International intervino a su favor. Le pidió identificarse y le preguntó a qué periódico o revista representaba. “Mi distinngüis” -- seguramente le dijo-- me piden “peipers” y no traigo. Soy del Momento de San Luis”.
Y el colega hizo una llamada al periódico. Casualmente, en la redacción estaba yo cuando repiqueteó el timbre del aparato auricular. El periodista a la UPI en accidentado español, me preguntó si un señor Ángel Vazquez (así sin acento) trabajaba para el periódico. Sí, le dije. Es uno de nuestros cronistas deportivos. ¿A qué se debe su llamada? Oigo su voz como si usted estuviera muy lejos de San Luis.
“Ou…hablo desde Canada (así sin acento) pues el señor Vazquez (así sin acento) estar detenido y sólo hablar incoherencias”. Si a veces no entendíamos el singular lenguaje de Ángel, un extranjero menos lo haría.
Le dí todos los detalles de Angelillo al periodista de la United y su infortunada detención terminó. Nuestro personaje, fallecido hace algunos días, fue deportado y cuando nos encontramos en la redacción, lo vi demacrado, estaba pensativo y casi no hablaba con nadie y menos de su aventura canadiense.
Me imagino lo que pudo haberles dicho a quienes lo interrogaban de fea manera: “Mira mi distingüis, aunque vengo rankeado, sólo un vistazo a los games para mandar la nota. Llama al peiper y pregunta por mis coleguitas para que me identifiquen Ingrato, no me presiones… ay calambas ay calambas”.
Muchos colegas han soñado con reportear una Olimpiada pero nunca han logrado una acreditación. Angelito lo intentó y llegó a Montreal, aunque la policía canadiense frustró su sueño. Y eso habla muy bien de su enorme espíritu periodístico, pues si uno no intenta obtener los logros que sueña, está irremediablemente perdido. ¿Qué tal si hubiera llevado pasaporte y acreditación?
Ángel se fue de Momento, pero su huella en el periódico fue imborrable en la información deportiva. Hoy lo recuerdo con todo el afecto que siempre le tuve y le sigo teniendo. Conservo aquella moneda conmemorativa del Mundial de Futbol de España de 1982. Me la obsequió por mi discurso en su honor cuando en el Deportivo Potosino impusieron su nombre a la sala de prensa, durante el tradicional Abierto de Tenis. Vázquez Robledo ciertamente, es ya otro ángel en el Cielo.