El idioma de los sefardíes podría tener su propia academia

El idioma de los sefardíes podría tener su propia academia

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Libros sobre el idioma ladino o judeoespañol son mostrados en la biblioteca de la Real Academia Española / Foto: AP

MADRID (AP) — Más de cinco siglos después de que sus ancestros fueran expulsados de España, los sefardíes están más cerca de tener una institución hermana de la Real Academia Española que reconozca el ladino o judeoespañol, un idioma conservado de generación en generación como una copia casi intacta del español medieval.
Durante una convención en la sede de la Real Academia Española (RAE) en Madrid, expertos en esta lengua firmaron el martes un acuerdo para iniciar la formación de una academia.
“Siento que es un momento muy importante, un momento histórico”, dijo Tamar Alexander-Frizer, presidenta de la Autoridad Nasionala del Ladino i su Kultura, designada en Israel como máximo organismo responsable de promover esta lengua, durante una rueda de prensa para presentar el proyecto. “Solo falta el permiso del gobierno en Israel y espero... que vamos a conseguir este permiso”.
La asociación de academias podría así “considerarse perfecta... con lo que cubrimos todo el espectro de la hispanidad”, indicó Darío Villanueva, presidente de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).
La expulsión de España en 1492 dio inicio a siglos de exilios, huidas y migraciones para los sefardíes, los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica. En la actualidad hay poblaciones numerosas en países como Turquía, Argentina o México, aunque la mayor comunidad se encuentra en Israel, donde se instalaría la academia.
Sin embargo, este apoyo institucional podría llegar con el tiempo justo para una lengua que apenas hablan unos miles de personas.
Al día de hoy no está claro cuántos hablantes de ladino quedan. Shmuel Refael Vivante, uno de los firmantes del acuerdo y miembro de la Autoridad Nasionala del Ladino i su Kultura, señaló que se estima que entre 250.000 y 300.000 personas en Israel tienen nociones de judeoespañol y que si bien “fuera de Israel es un enigma” se calcula que podría haber otras tantas dispersas en distintas comunidades sefardíes de todo el mundo.
La UNESCO lo considera un idioma “en grave peligro” y el Instituto Cervantes indicó en un informe de 2017 que 175.000 personas en Israel y 9.000 en Turquía hablan alguna forma de español, incluido el ladino, aunque tengan un dominio limitado del idioma.
Independientemente de la cifra, Jacobo Sefamí, un sefardí nacido en México y profesor de la Universidad de California en Irvine, dijo que “la realidad es que ya no hay niños que la hablen y el proceso de su extinción parece irreversible”.
“En Israel lograron que el hebreo, siendo una lengua muerta, se transformara en una lengua viva. Pero había todo un aparato geopolítico que hizo posible esa transformación”, señaló en un correo electrónico enviado a AP.
María Cherro de Azar, especialista del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí en Buenos Aires, se mostró menos pesimista.
“Hace más de cien años que está por morir el idioma”, comentó en una entrevista telefónica con AP. “Hay una fuerza muy grande interior en cada uno de los sefaradíes, cada uno por contar, por decir, por aportar”, dijo. “La radio, internet, algunos programas, las publicaciones, películas que se están haciendo, pintura... Hay manifestaciones artísticas que van enriqueciendo día a día este patrimonio”.
Después de todo, lo que ha salvado al ladino no ha sido la letra impresa sino la tradición oral. Durante más de cinco siglos las familias transmitieron su lengua en forma de proverbios, poemas y canciones de cuna. La mayoría de las palabras son perfectamente comprensibles para los hablantes de otras formas de español, aunque suene “antiguo” como puede ocurrir con un texto original de Miguel de Cervantes.
Por ejemplo, el proverbio “El Dió lo creó y no lo vijitó” (“Dios lo creó y después no lo visitó”) describe a una persona sin suerte, o “Hija de casar, barco de cargar” alude al alto coste de una boda, como explicó en un correo electrónico Marcel Israel, nacido en una familia sefardí en Bulgaria y quien tras una carrera como doctor en Telecomunicaciones lleva años investigando su lengua materna.
Pese a la distancia, y aunque cada comunidad tomó prestadas palabras del idioma local o del hebreo que escuchaba en las sinagogas, en su mayor parte la lengua mantuvo su identidad y sus hablantes se comprenden entre sí.
“La diferencia está siempre en la música. La letra es la misma, sigue siendo la misma que cantaban cuando estaban aquí”, comentó en una entrevista telefónica con AP la cantante catalana Rosa Zaragoza, especializada en música medieval y que ha recorrido el mundo durante más de 30 años con un repertorio que incluye canciones tradicionales en judeoespañol.
En sus primeros conciertos en el extranjero, señaló, “cuando llegaba y empezaba a cantar me miraban con un cariño, como diciendo ‘españoles que reconocen lo nuestro’. Siempre había alguien que me decía ‘esa canción la cantaba mi madre o mi abuela’”.
No en vano, el factor nostálgico es un elemento constante en el judeoespañol, ya sea en sus canciones o en las declaraciones de sus académicos.
“Esa emoción, ese vínculo con España es parte de este proyecto, es el objetivo de este proyecto”, señaló David Hatchwell, presidente de la Fundación Hispanojudía impulsora de la convención en Madrid. “Aunque el ladino es una fotografía de un momento en la historia no tenemos por qué pararnos ahí”.
O, en otras palabras, “El que no risíca, no rosíca”. El que no sonríe, no florece.