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ORACIÓN
Dame Señor un hijo
que sea lo bastante fuerte
para saber cuándo es débil
y lo bastante valeroso
para enfrentarse consigo mismo
cuando sienta miedo.
Un hijo que sea orgulloso
o inflexible en la derrota,
honrado y humilde en la victoria.
Dame un hijo que nunca
doble la espalda
cuando deba erguir el pecho.
Un hijo que sepa conocerse a si mismo,
que es la piedra fundamental
de todo conocimiento.
Condúcelo te lo ruego,
no por el camino cómodo y fácil,
sino por el camino áspero
por las dificultades y los retos.
Ahí, déjalo, aprender a sostenerse
firme en la tempestad
y a sentir compasión
de los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón
sea bondadoso
y cuyos ideales sean altos.
Un hijo que se domine a sí mismo
antes de que pretenda dominar
a los demás.
Un hijo que aprenda a reír,
pero también sepa llorar;
un hijo que avance hacia el futuro,
pero que no olvide el pasado.
Y después de que le hayas
dado eso, agrégale
te suplico, suficiente sentido
del humor
de modo que pueda ser siempre
serio, pero que no se tome
a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad
para que pueda recordar
la sencillez de la verdadera sabiduría
y la tranquilidad
de la verdadera fuerza.
Entonces, Señor, yo su padre,
me atreveré a decirte:
Gracias Señor
porque mi vida no ha sido vana.
Amén.
Dame Señor un hijo
que sea lo bastante fuerte
para saber cuándo es débil
y lo bastante valeroso
para enfrentarse consigo mismo
cuando sienta miedo.
Un hijo que sea orgulloso
o inflexible en la derrota,
honrado y humilde en la victoria.
Dame un hijo que nunca
doble la espalda
cuando deba erguir el pecho.
Un hijo que sepa conocerse a si mismo,
que es la piedra fundamental
de todo conocimiento.
Condúcelo te lo ruego,
no por el camino cómodo y fácil,
sino por el camino áspero
por las dificultades y los retos.
Ahí, déjalo, aprender a sostenerse
firme en la tempestad
y a sentir compasión
de los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón
sea bondadoso
y cuyos ideales sean altos.
Un hijo que se domine a sí mismo
antes de que pretenda dominar
a los demás.
Un hijo que aprenda a reír,
pero también sepa llorar;
un hijo que avance hacia el futuro,
pero que no olvide el pasado.
Y después de que le hayas
dado eso, agrégale
te suplico, suficiente sentido
del humor
de modo que pueda ser siempre
serio, pero que no se tome
a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad
para que pueda recordar
la sencillez de la verdadera sabiduría
y la tranquilidad
de la verdadera fuerza.
Entonces, Señor, yo su padre,
me atreveré a decirte:
Gracias Señor
porque mi vida no ha sido vana.
Amén.