‘Mi’ mente

‘Mi’ mente

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Un tema recurrente en todas las prácticas de descubrimiento interno, meditación y desarrollo de inteligencia espiritual es observar, reconocer, integrar y trascender nuestra mente. La mente es esa manifestación temporal individual que es la herramienta creativa de un ‘yo’ que la necesita para interactuar en este tiempo y espacio. Es por ello que se dice que estamos creando nuestro mundo ya que es a través de nuestra mente que podemos construir percepciones y un estilo de vida que nos puede llevar a disfrutar o sufrir nuestra vida.

El problema radica en que solemos renunciar a esa herramienta maravillosa de vida cuando entregamos—al menos de forma ilusoria—su potestad a otra personas o situaciones. Cuando afirmamos que ‘me estresan’, ‘me hacen sufrir’, ‘me dan felicidad’, ‘los necesito’, ‘no puedo vivir sin…’, son frases que reafirman el escape recurrente que hacemos de nuestra propia mente. La invitación de esta semana es reconocer la capacidad creativa que tenemos y sobre todo la libertad de llevar a nuestra mente a dónde queramos y a generar una percepción más amorosa y compasiva para nuestro bienestar y los demás.

Para tener más claro este proceso, cabe recordar el llamado ‘embudo de agotamiento’ que describe Marie Asberg. De una preocupación o culpa empezamos a tener problemas del sueño que nos llevan a sentirnos fatigados. De esa fatiga generamos síntomas físicos aparentemente sin explicación que nos llevan a sentir mayor irritabilidad y posteriormente tristeza, desesperación y finalmente un profundo agotamiento que alimenta un abatimiento total de desesperanza y depresión. Y al estar sumidos en esta dinámica culpamos a aquella preocupación o esa ‘piedra’ con la que tropezamos—una y otra vez—en lugar de tomar plena conciencia y hacer de ella un escalón hacia la propia autodependencia y libertad. Esta decisión radica exclusivamente en nuestra voluntad, es decir, en el lugar en donde colocamos a nuestra mente.

Al retomar la pertenencia de nuestra mente, podemos entonces colocarla en armonía con una voluntad transegoica—espiritual—que nos lleve a un puerto de gozo, compasión y amor real que trasciende tiempo y espacio. Ese es el estado transmental de bienaventuranza, de liberación, de despertar total que conlleva un estado de felicidad y finalmente de paz profunda.