El Pibe en pulso

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OTRA VEZ, LOS HOOLlIGANS

Nunca falta alguien así, era aquel viejo pero muy certero cartón de Jimmy Hattlo, cuando retrataba a la gente inoportuna haciéndose presente en todas las expresiones de la vida.
Y desde luego, en el futbol, hay gente as, pero más temible… Nunca faltan los porristas, los barristas o aficionados ultraescandalosos y agresivos, que creen que con su irrupción en los frentes de los equipos rivales, le dan un toque muy especial a los duelos futboleros.
Seguimos con el tema de la violencia en el futbol, pues no sólo se da cuando se enfrentan las porras de las Chivas y el equipo amarillo, las Águilas y Pumas, las de Tigres y Rayados, las de rojiblancos con rojinegros.
Tema del cual se ha escrito mucho y que seguirá por mucho tiempo, pues el aficionado violento parece ser que nunca desaparecerá del universo deportivo.
Antes del duelo de la Liga de las Naciones entre las selecciones de España e Inglaterra ayer, los aficionados de triste memoria, los hooligans británicos que han sembrado tanta violencia y muerte en los hermosos campos futboleros de Europa, desataron su furia en la ciudad española de Sevilla, golpeando gente, destruyendo mobiliario urbano, unidades automotoras, cristales de establecimientos comerciales… todo esto, bajo influjo del alcohol y las drogas.
¿En dónde ha quedado la “flema inglesa”, aquella actitud que distinguía a los británicos como los seres de elegante y bien intencionado comportamiento? Los hooligans han acabado con ese viejo mito.
¿Qué el futbol es su pasión? Por supuesto que tienen derecho a sentirlo así, pero a lo que no tienen derecho es a atentar en contra de los seguidores del equipo rival, a destruir propiedades ajenas, a sembrar el terror en las calles de las ciudades a donde van de visita.
En el historial de esos terribles fans, se dice que a ellos no les importa si su equipo destaca o no. Si en lo deportivo no puede hacerlo, entonces ellos lo harán por la vía de la sangre, porque los hooligans son uno de los terrores de la Rubia Albión.
El más lamentable hecho de violencia provocado por estos enemigos del futbol, ocurrió en la final de Copa de Clubes, efectuada en Bruselas, Bélgica, el 29 de mayo de 1985, cuando se enfrentaban el Liverpool inglés y la Juventus, de Italia.
Antes del partido, los temibles hooligans arremetieron contra los aficionados italianos, los acorralaron en un sector del estadio y una de sus partes se desplomó. Allí murieron 39 personas y 600 más quedaron heridas.
El 11 se mayo de 2016, las calles de Marsella fueron escenario de un cruento enfrentamiento entre fanáticos ingleses y rusos, cundo las Selecciones de Inglaterra y Rusia se enfrentaban en la Eurocopa. Varios muertos, muchos heridos y grandes destrozos en la ciudad marsellesa.
Ha habido muchos hechos violentos entre hooligans y ultras, pero eso sí que es “otra historia”.
Lo deseable es que este tipo de hechos ajenos a lo que realmente sucede en las canchas de futbol, desaparezcan de tajo, pues el espectáculo futbolero es digno de ser gozado por quienes realmente gustan del deporte de las patadas y están muy aparte de las pasiones bárbaras de gente cuyo fanatismo prefiere la sangre, la muerte y la desgracia de los demás.
El hooliganismo, según he estado leyendo, surgió a raíz de un aficionado al futbol, desempleado, alcohólico y pandillero, llamado Edward Hooligan, allá por el lejano 1890, en un sector londinense que se distinguía por el libertinaje de sus habitantes. Edward tuvo muchos problemas con la policía, enfrentamientos, escapes, violencia en una palabra.
La prensa de aquellos años calificó a todo hecho vandálico como “hooliganism” y “de allí pal real”, como dicen en mi racho: los hooligans se hicieron presentes y tristemente célebres a mitad del siglo anterior.
En nuestro país también ha habido situaciones muy lamentables entre los porristas de varios equipos, pero de eso nos encargaremos en futuras columnas
Dicho esto… ¡hasta el martes próximo! DM. Comentarios:

miguelmoramartinez@hotmail.com

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