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En lo que fácilmente se podría considerar ya como el concierto más importante de rock en la capital potosina, la noche del domingo 11 de noviembre, se presentó por primera —y quizá única ocasión— en el Estadio 20 de Noviembre, el grupo británico Deep Purple.
La legendaria banda prácticamente no ha parado de trabajar en los últimos cincuenta años y llegó a tierras potosinas como parte de su gira “The Long Goodbye” y con la cual ya han recorrido más de medio planeta. Señalan los músicos que este periplo aún no tiene fecha de cierre.
Aunque el inicio del concierto estaba programado para las nueve de la noche, desde antes de las siete ya había gente formada en las diferentes entradas del recinto. El público no podía ser más heterogéneo: lo mismo había chavos veinteañeros que personas mayores a los sesenta años. Hombres y mujeres por igual. Había adultos mayores que iban acompañados por adolescente e incluso niños y niñas, muy probablemente sus nietos.
No podía faltar la típica fauna metalera fácilmente identificable por sus prendas negras, chamarras de cuero, botas y la greña larga y suelta.
Abundaron las camisetas de la banda estelar aun en sus múltiples versiones. Y es que el Deep no ha tenido un solo logotipo sino que su nombre ha sido plasmado en discos y propaganda con muy variables tipografías. Todas se hicieron presentes en el concierto de este domingo por la noche.
La obsesiva puntualidad inglesa
Cerca de las nueve de la noche aún eran visibles grandes vacíos sobre todo en las áreas donde se debería de colocar la gente con los boletos más costosos. El redactor comentaba con un compañero que el público potosino es más bien impuntual y acostumbra llegar después de la hora anunciada de arranque.
Sin embargo Deep Purple es una banda británica y si hay un rasgo que caracteriza a los habitantes de esa nación es su obsesiva puntualidad y así fue. Diez minutos antes de las nueve se apagaron las luces generales del estadio y el rugido del público no se hizo esperar.
Sobre el escenario se hizo presente Eddie Trunk, el locutor de rock más famoso del planeta, conductor de “Eddie Trunk Rocks” y quien fue el encargado de dar la bienvenida a los asistentes. “¿Potosinos están listos?”, preguntó. La respuesta afirmativa lo obligó a plantear de nuevo la cuestión aunque ahora con mayor intensidad: “¿potosinos están listos?”, a la cual la respuesta fue un enloquecido alarido.
Trunk documenta la gira de Deep Purple e incluirá en su programa sus impresiones sobre el concierto de la noche del domingo. Unos pocos minutos después. Justo a las nueve y sin mayor preámbulo subió al escenario In Flames, banda sueca de poderoso metal melódico que prendió el ambiente nocturno.
Se podía ver, entre las primeras filas a jóvenes que portaban camisetas con el logotipo de la banda. No pararon de brincotear durante su set musical e incluso corearon sus canciones.
La banda, considerada pilar del sonido de Gotemburgo, regresa a nuestro país después de que vinieran con su disco Battles al Pabellón Cuervo de la Ciudad de México. Serán la banda abridora de Deep Purple en doce de sus conciertos. In Flames tocó por cerca de una hora, al final de la cual de nueva cuenta fueron encendidas las luces generales. De esta manera se pudo observar que la gente seguía ingresando al estadio. Las cercas metálicas de contención habían sido reacomodadas de tal manera que había una gran multitud detrás de la llamada área VIP. Los organizadores estimaban en cerca de cuatro mil los asistentes hasta ese momento.
El plato fuerte
Una vez retirada la batería y demás instrumentos de In Flames del escenario. La batería de Ian Paice fue movida hacia el centro. Se hicieron algunas pruebas de audio, aunque no muchas cabe reconocer, para verificar la amplificación de la guitarra y los teclados. También se ajustaron las luces seguidoras, cuatro en total, que desde media cancha iluminarían a los músicos de la banda.
Todo estaba listo y se apagaron las luces
Una grabación con una prolongada fanfarria orquestal abrió el espectáculo. Todo el fondo del escenario era pantalla y sobre ella se podía ver un iceberg con los rostros de los músicos esculpidos sobre el hielo al estilo del monte Rushmore.
Subió al escenario Ian Paice y de inmediato se ubicó detrás de sus tambores, le siguió Roger Glover con su bajo ya en las manos y Steve Morse también con su guitarra. Don Airey tomó el mando del área de teclados y desde la parte central hizo su aparición Ian Gillan que conserva, aunque más madura, su poderosa voz.
Juntos nos invitaron a los asistentes a abordar su bólido musical con “Highway Star” a la que seguirían enlazadas “Pictures of Home” y “Bloodsucker”.
En una democrática alineación todos los músicos se colocaron a la misma altura, no había plataformas ni para la batería, ni para los teclados. Tampoco usan monitores frontales. A los músicos les bastaron las bocinas de escenario colocadas a los lados.
Vendrían después “Sometimes I Feel Like Screaming”, “Uncommon Man” y “Lazy” durante la cual Don Airey desplegaría todo su talento en los teclados.
No podía faltar “Perfect Strangers”, una de las más famosas canciones de la agrupación. Tal como se esperaba, la banda condujo a sus fans por un amplio recorrido por los géneros del rock en los que se han desarrollado. Fue una noche de rock psicodélico hippie, pero también de blues, boogie y sobre todo de buen y original hard rock.
El concierto llegaba a su fin cuando se pudieron escuchar los acordes de guitarra de “Smoke on the Water”, canción cuyo coro gritaron los asistentes. Sobre la pantalla flamas y escenas de Europa devastada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Con esta canción terminaba la presentación. Aunque claro, no se hicieron esperar los coros de “otra”, “otra” a los que los músicos respondieron con un encore que incluyó “Hush”, que permitió a los músicos divertirse improvisando con temas como “Tequila”.
El cierre final no podía ser menos poderoso: “Black Night” fue la última canción de la noche y la cual vino a redondear en dos horas la inolvidable presentación.
https://www.youtube.com/watch?v=FMCNlaUc7O4
La legendaria banda prácticamente no ha parado de trabajar en los últimos cincuenta años y llegó a tierras potosinas como parte de su gira “The Long Goodbye” y con la cual ya han recorrido más de medio planeta. Señalan los músicos que este periplo aún no tiene fecha de cierre.
Aunque el inicio del concierto estaba programado para las nueve de la noche, desde antes de las siete ya había gente formada en las diferentes entradas del recinto. El público no podía ser más heterogéneo: lo mismo había chavos veinteañeros que personas mayores a los sesenta años. Hombres y mujeres por igual. Había adultos mayores que iban acompañados por adolescente e incluso niños y niñas, muy probablemente sus nietos.
No podía faltar la típica fauna metalera fácilmente identificable por sus prendas negras, chamarras de cuero, botas y la greña larga y suelta.
Abundaron las camisetas de la banda estelar aun en sus múltiples versiones. Y es que el Deep no ha tenido un solo logotipo sino que su nombre ha sido plasmado en discos y propaganda con muy variables tipografías. Todas se hicieron presentes en el concierto de este domingo por la noche.
La obsesiva puntualidad inglesa
Cerca de las nueve de la noche aún eran visibles grandes vacíos sobre todo en las áreas donde se debería de colocar la gente con los boletos más costosos. El redactor comentaba con un compañero que el público potosino es más bien impuntual y acostumbra llegar después de la hora anunciada de arranque.
Sin embargo Deep Purple es una banda británica y si hay un rasgo que caracteriza a los habitantes de esa nación es su obsesiva puntualidad y así fue. Diez minutos antes de las nueve se apagaron las luces generales del estadio y el rugido del público no se hizo esperar.
Sobre el escenario se hizo presente Eddie Trunk, el locutor de rock más famoso del planeta, conductor de “Eddie Trunk Rocks” y quien fue el encargado de dar la bienvenida a los asistentes. “¿Potosinos están listos?”, preguntó. La respuesta afirmativa lo obligó a plantear de nuevo la cuestión aunque ahora con mayor intensidad: “¿potosinos están listos?”, a la cual la respuesta fue un enloquecido alarido.
Trunk documenta la gira de Deep Purple e incluirá en su programa sus impresiones sobre el concierto de la noche del domingo. Unos pocos minutos después. Justo a las nueve y sin mayor preámbulo subió al escenario In Flames, banda sueca de poderoso metal melódico que prendió el ambiente nocturno.
Se podía ver, entre las primeras filas a jóvenes que portaban camisetas con el logotipo de la banda. No pararon de brincotear durante su set musical e incluso corearon sus canciones.
La banda, considerada pilar del sonido de Gotemburgo, regresa a nuestro país después de que vinieran con su disco Battles al Pabellón Cuervo de la Ciudad de México. Serán la banda abridora de Deep Purple en doce de sus conciertos. In Flames tocó por cerca de una hora, al final de la cual de nueva cuenta fueron encendidas las luces generales. De esta manera se pudo observar que la gente seguía ingresando al estadio. Las cercas metálicas de contención habían sido reacomodadas de tal manera que había una gran multitud detrás de la llamada área VIP. Los organizadores estimaban en cerca de cuatro mil los asistentes hasta ese momento.
El plato fuerte
Una vez retirada la batería y demás instrumentos de In Flames del escenario. La batería de Ian Paice fue movida hacia el centro. Se hicieron algunas pruebas de audio, aunque no muchas cabe reconocer, para verificar la amplificación de la guitarra y los teclados. También se ajustaron las luces seguidoras, cuatro en total, que desde media cancha iluminarían a los músicos de la banda.
Todo estaba listo y se apagaron las luces
Una grabación con una prolongada fanfarria orquestal abrió el espectáculo. Todo el fondo del escenario era pantalla y sobre ella se podía ver un iceberg con los rostros de los músicos esculpidos sobre el hielo al estilo del monte Rushmore.
Subió al escenario Ian Paice y de inmediato se ubicó detrás de sus tambores, le siguió Roger Glover con su bajo ya en las manos y Steve Morse también con su guitarra. Don Airey tomó el mando del área de teclados y desde la parte central hizo su aparición Ian Gillan que conserva, aunque más madura, su poderosa voz.
Juntos nos invitaron a los asistentes a abordar su bólido musical con “Highway Star” a la que seguirían enlazadas “Pictures of Home” y “Bloodsucker”.
En una democrática alineación todos los músicos se colocaron a la misma altura, no había plataformas ni para la batería, ni para los teclados. Tampoco usan monitores frontales. A los músicos les bastaron las bocinas de escenario colocadas a los lados.
Vendrían después “Sometimes I Feel Like Screaming”, “Uncommon Man” y “Lazy” durante la cual Don Airey desplegaría todo su talento en los teclados.
No podía faltar “Perfect Strangers”, una de las más famosas canciones de la agrupación. Tal como se esperaba, la banda condujo a sus fans por un amplio recorrido por los géneros del rock en los que se han desarrollado. Fue una noche de rock psicodélico hippie, pero también de blues, boogie y sobre todo de buen y original hard rock.
El concierto llegaba a su fin cuando se pudieron escuchar los acordes de guitarra de “Smoke on the Water”, canción cuyo coro gritaron los asistentes. Sobre la pantalla flamas y escenas de Europa devastada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Con esta canción terminaba la presentación. Aunque claro, no se hicieron esperar los coros de “otra”, “otra” a los que los músicos respondieron con un encore que incluyó “Hush”, que permitió a los músicos divertirse improvisando con temas como “Tequila”.
El cierre final no podía ser menos poderoso: “Black Night” fue la última canción de la noche y la cual vino a redondear en dos horas la inolvidable presentación.
https://www.youtube.com/watch?v=FMCNlaUc7O4