¡Aguas!

Fue el alcalde mayor de San Luis Potosí, Martín de Mendalde, quien en el último tercio del siglo XVII, buscando proteger la ciudad de las aguas broncas que bajaban de la sierra de San Miguelito, ordenó la construcción de una zanja que por el poniente la resguardara de sus embates; las aguas ya recogidas y en corriente regaban sus caudales por el rumbo del camino a la congregación de Los Ranchos. Unas se perdían en el camino, otras alimentaban el río Santiago.
En el plano de la ciudad elaborado a fines del siglo XIX por Juan Mariano de Vildósola y Gorriño, extractado del llamado de Branciforte, se aprecian de manera clara, aunque desproporcionadas, las zanjas o corrientes de agua que protegían a la ciudad de las inundaciones, varias de éstas dieron lugar a distintas calles; la ya referida generó –y de ahí su trazo irregular– la hoy calle de Reforma, otra zanja que se hallaba al sur y dio lugar a la de Miguel Barragán continuaba sobre la de la Cruz Verde (hoy de Primero de mayo), regaba una parte de sus aguas por la tapia sur de la huerta de los carmelitas, y otra parte llegaba por los charcos de Panzacola, en la actual zona de la glorieta Juárez.
A lo largo de los siglos XVIII, XIX y en las primeras décadas del XX, la ciudad se vio afectada por violentas inundaciones, de algunas de ellas nos dio noticia el licenciado Julio Betancourt, otras se plasmaron como noticia del momento en periódicos como El Contemporáneo y El Estandarte.
Muchos de los nacidos en el siglo XX recordamos, unos por haberla presenciado, otros por saberlo gracias a quienes lo vivieron, aquella inundación fatídica, que en la década de los treinta, arrasó durante la noche del grito septembrino, los barrios de Santiago y Tlaxcala, así como la cabecera municipal de Soledad Diez Gutiérrez; no era para menos, el ciclón que entró por Tampico, hizo que la presa San José se desbordara sobre su cortina y se reventara la contrapresa.
Las pocas fotos de época son impactantes, lanchas en la plaza principal de Soledad, cadáveres en los barrios, y el recuerdo indeleble en la nomenclatura urbana: la calle de Ciclón.

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Y es que se dice en San Luis nunca llueve, pero cuando llueve…, consideremos sin embargo que las lluvias son las propias de una región; pocas veces reflexionamos en las constantes alteraciones que hemos infligido a nuestro entorno ambiental.
Ya no se perciben, por ejemplo, los bosques de mezquites de los alrededores de la ciudad, lo que no hicieron las minas, los durmientes del ferrocarril y la necesidad de combustible, lo lograron los acaparadores inmobiliarios; lotificadores que sin menor escrúpulo y con la mayor ambición acabaron con las pocas arboledas que quedaban. Así las cañadas naturales se cubrieron de concreto y las aguas ya sin cauces, volcaron su furia sobre la ciudad. ¡Aguas con las aguas!

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¡Aguas! Le gritó el subconsciente a Mario Leal Campos, y le recomendó presentar su renuncia al partido que lo hizo alcalde capitalino hace algunos ayeres. Desde luego que el temor a las represalias por haber apoyado abiertamente a Margarita Zavala debe ser mayor. Es desde luego un reflejo y un signo de intolerancia, reflejo de la carencia de doctrina que enfrenta la actual dirigencia. Pérdida mayor –y lamentable– para el panismo histórico. La misma advertencia la han de escuchar otros panistas de que coquetearon con el fallido proyecto.
¡Aguas! debieron decir a las propuestas plurinominales derivados de compromisos que la dirigencia nacional otorgó como malos consuelos; sólo tres son los conocidos, y sólo dos con posibilidades.
En el PRI ocurre lo mismo, ilustres desconocidos son diez, encabezan un mediocre ex dirigente, y la flamante ex oficial mayor del Congreso, quien ya disfrutó alguna vez de las mieles legislativas; de cualquier manera alguien debía decirles ¡aguas!, el torrente de López viene con fuerza.
De los demás candidatos ni hablar, destacan cuando más, la golpeadora botarga gallardista, y el nieto del líder de la Vanguardia. No más.

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Por fortuna los tribunales fallaron a favor de Xavier Nava, quien siempre ha confiado en las instituciones, seguro aunque el resultado le hubiera sido adverso su apego hubiera sido el mismo. Seguro es que alguien dijo ¡aguas! en el tribunal electoral, y advirtieron de a lo que hubiera llevado una negación a participar en la contienda electoral.
Quien grita ¡aguas! y con fuerza, es José Mario de la Garza Marroquín al haber sido resuelto a su favor un Juicio para la protección de los derechos político electorales del ciudadano, promovido contra el Congreso del Estado de San Luis Potosí. Esto, luego de presentar cinco iniciativas ciudadanas ante el Congreso, cuyos integrantes reciben pero no dictaminan. Claro, es que sólo en la mente de un iluso se piensa que nuestros macacos curuleros darían entrada a una iniciativa que tenía por objeto establecer la persecución de oficio a los delitos contra la administración pública cometidos por servidores; a otra que buscaba la suspensión de todas las canonjías económicas que reciben los dipuvagos; a una cuarta que buscaba dar caducidad a las iniciativas legislativas promovidas por ex diputados que no hubieran sido dictaminadas en su periodo de ejercicio; la tercera merecería mención aparte, ya que pretendía volver a la vida el cadáver que es el canal de televisión estatal. Al parecer el logro de José Mario al obligar al Congreso a recibir y dictaminar iniciativas ciudadanas, abonando así a la participación democrática, se debe al abogado potosino Alejandro Colunga Luna.
¡Aguas! también escucharon, pero no atendieron la advertencia, la empresa de lavado automovilístico El Trapazo, quienes de una manera delincuencial, realizaron conexiones ilegales en las redes de agua potable… ¡para lavar automóviles! Infelices, como nos sobra agua.
El abogado Jorge Chessal Palau, fue preciso al señalar que una toma clandestina de agua configura el delito de despojo de aguas, ya que es la conducta que despliega quien, de manera furtiva, usurpa un derecho sobre el agua que no le corresponde, como lo señala el artículo 227 fracción II del Código Penal de San Luis Potosí.
Da para más el asunto, pero al tiempo, ahora dicen que es persecución política; ¡aguas! a quien lo maneje. Quizá fuego amigo, pero qué escasez maternal, si cualquier ciudadano de cédula cuarta lo hiciera, la que le esperaría.

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Quién al parecer escucho la alarma de ¡aguas! fue Margarita Hernández Fiscal, y mientras son peras o manzanas, alguien consideró que era prudente clausurar el babilónico antro puesto en funciones frente a una institución educativa, allá en la zona del Himalaya.
El Ayuntamiento también da entrada a las alarmas que puede provocar la sobrecarga de concurrencia a su Festival de la cantera, en la plancha de los Fundadores; apuntalan –pues bien sabe de ello esta administración– con andamios la zona del estacionamiento. Eso sí, ni quien lo niegue y superará con mucho al deslucido festival estatal; con la Sonora Santanera, La Mafia y Molotov, tenemos.
Si en materia de pan y circo don Ricardo bien sabe lo que hace, y aunque en su momento nadie le gritó ¡aguas! con el joven Nava, parece ser que ahora hay que atenderlas, pues el contrincante toma fuerza en su proyecto. Ese que muchos observamos con reserva.