Antropología forense llevada al límite



A lo largo de la última semana, los medios de comunicación han dado cuenta de un artículo publicado recientemente por Richard Jantz de la University of Tennessee en Knoxville en la revista Forensic Antropology. Dicho artículo es relativo a la suerte que habría corrido la aviadora estadounidense Amelia Earhart en su malhadado viaje de circunnavegación del mundo en 1937. Como sabemos, Amelia Earhart fue una piloto de avión estadounidense, famosa por haber sido en 1932 la primera mujer en cruzar el Atlántico sola en un vuelo sin escalas, y por haber sido la primera persona en volar sola entre Hawái y California en 1935.

Después de estos logros, Earhart se propuso realizar un vuelo de circunnavegación y para este propósito partió el 21 de mayo de 1937 desde Oakland hacia Florida en compañía de Fred Noonan en calidad de navegante. De Florida volaron hacia Puerto Rico y de ahí a la costa atlántica sudamericana. Desde Natal, Brasil, cruzaron el Océano Atlántico hasta Senegal en África, atravesaron el continente africano y volaron directamente hasta Karachi. A partir de ahí el itinerario de vuelo incluyó Calcuta, Rangún, Bangkok, el norte de Australia y Nueva Guinea, a donde arribaron el 29 de junio.

Prosiguiendo con su viaje, el 2 de julio Earhart y Noonan partieron hacia la pequeña isla de Howard en medio del Océano Pacífico, distante unos 4,000 kilómetros. Nunca arribaron, sin embargo, corriendo una suerte que es un misterio hasta la fecha. Una posibilidad es que tuvieron dificultad para localizar la isla de Howard y que se les agotó el combustible estrellándose en el mar. Una explicación alternativa es que lograron llegar como náufragos a una isla cercana a Howard en donde habrían muerto por enfermedad o inanición. No hay certezas del destino que tuvieron, sin embargo.

Una expedición británica de 1940 descubrió en el atolón de Nikumaroro, a unos 650 kilómetros de Howard, restos óseos humanos que se pensaron podrían pertenecer a Earhart. Después de examinarlos, sin embargo, el doctor David Hoddles de la Escuela Médica Central de Fiji, determinó que pertenecían a una persona del género masculino, de origen europeo o medio europeo, y de complexión robusta, desechando de este modo que pudiera tratarse de Amelia Earhart.

El asunto no quedó ahí, sin embargo, y desde entonces las conclusiones de Hoddles han sido motivo de controversia. Así, en 1998 un grupo de investigadores encabezado por Karen Burns de North Carolina State Unversity, escribieron un reporte en el que rechazan dichas conclusiones. Entre otras cosas descalifican a Hoddles, quien consideran no tenía las formación profesional suficiente para emitir una opinión experta sobre los restos óseos encontrados en Nikumaroro.

En respuesta, en un artículo publicado en 2015 en la revista Journal of Archaeological Science: Reports, Pamela Cross de University of Bradford en el Reino Unido y Richard Wright de University of Sydney, Australia, argumentan que Hoddles sí estaba calificado para evaluar los restos óseos y defienden sus conclusiones.

Así las cosas, el último episodio de la controversia es el artículo mencionado al inicio de este texto recientemente publicado por Richard Jantz –quién, por cierto, es coautor del artículo de Karen Burns–, en el que expresa su desacuerdo con las conclusiones, tanto de Hoddles como de Cross y Wright, acerca del sexo de los huesos de Nikumaroro. En particular, a Hoddles lo descalifica por los métodos empleados en su análisis que, ciertamente, fueron propios de un tiempo en el que la ciencia forense no había alcanzado el grado de desarrollo que tiene hoy en día.

El problema para una identificación concluyente de dichos huesos es que no están ya más disponibles para su estudio, pues desaparecieron después de haber sido examinados en 1940. De este modo, la única información de la que disponen los expertos son la mediciones del tamaño de los huesos realizadas por Hoddles y las conclusiones a la que llegó.

Con una muestra de restos óseos la controversia se habría podido resolver mediante un análisis de ADN. Al no contar con esta muestra, el problema se ha complicado de manera considerable. De hecho, para intentar resolverlo Jantz tuvo que hacer uso de las mediciones realizadas por Hoddles –a pesar de las descalificaciones de las que lo hace objeto– y de estimaciones de las dimensiones de los huesos de Earhart hechas a partir de fotografías. De acuerdo con Jantz, no hay evidencias para descartar que los huesos hallados en Nikumaroro pertenezcan a Amelia Earhart; y si las hay, por el contrario, para concluir que si no son de Earhart son de alguien con un físico similar.

¿Sabremos con certidumbre algún día cómo terminó sus días Amelia Earhart? De acuerdo con los expertos posiblemente no, por la poca información de que disponemos, y con esto continuará la controversia.

En los primeros años de la aviación los logros de Amelia Earhart fueron ampliamente publicitados. Lo fueron en un grado tal que, aun hoy en día, Earhart es motivo de atención en lo medios de comunicación y de que una compañía haga negocios vendiendo una muñeca con su efigie. Esto, de poder enterarse, seguramente no le sería desagradable. Al contrario de lo que, sin duda, opinaría Hoddles.