Ausencia emocional

Desde la plenitud o la ausencia. Desde la satisfacción o la coincidencia la vida teje destinos todos los días. Cada minuto con todos su segundos, formando a cada hora historias que llegan a nosotros de boca en boca o por estos medios, que han alcanzado un superlativo nivel de sofisticación.

Yo no sé que se hace al escuchar la historia del feminicida de Ecatepec. Pero a pesar de mi resistencia caí en la emboscada mediática al prestar atención y oídos a un trozo de la versión de la mujer que era su pareja o su esposa.

Me pregunto si es necesario saber a detalle todo esto; si todo el sufrimiento que trae consigo éste y todos los casos similares nos sirven de algo o lo prudente es dar un paso atrás y respetar a las víctimas y sus seres queridos.

Pero en qué planeta viviríamos si decidimos ignorar las bestialidades que se cometen a diario en este y otros países; qué tipo de raza somos si ser humanos no nos libra de comportamientos como los exhibidos por estos dementes.

Los lectores lo leemos a ratos como un episodio más de una teleserie. Estamos tan saturados de tragedias y de ficción que nuestro ADN emocional ya no tiene el tono muscular de otros tiempos o de otras generaciones.

Comentamos éste y otros caso con sorpresa y asombro pero también con indiferencia y lejanía pues la solución escapa al parecer, de nuestras manos.

Ayudemos a nuestra sociedad desde nuestro pequeño territorio. No permitamos que las nuevas generaciones se acostumbren a esta maldad. No permitamos que lo escuchen como “algo que sucede a otros”.

Cada uno sabe cómo. Cada uno puede encontrar una forma de restituir el tejido intelectual y emocional que hoy debilitado nos hace una sociedad feroz e indiferente.