Hay de banquetes a banquetes. Está el de los que ya se fueron pero el pueblo sigue repudiando: los ex-diputados locales de la recién fenecida legislatura que, hasta el último momento, insistieron en mostrar el cobre.
El video del diputado cacahuatero no tiene desperdicio, pero el banquete del adiós es por demás ilustrativo del grado de cinismo alcanzado.
Pueden alegar que se trataba de un evento privado, entre particulares, pero resulta que el gobernador Carreras tuvo el -¿buen?- gesto de acompañarles un rato y, con ello, seguirles dando cuerda a tan nefastos personajes. ¿Qué necesidad tenía el gobernador de hacerles el juego a esos rufianes? ¿O será al revés? ¿Qué necesidad tenían esos sujetos de estar, otra vez, en el centro del enojo social por recibir la visita del primer mandatario? Quién sabe.
El punto es que el banquete en cuestión resulta una (in)feliz metáfora de la vocación voraz y depredadora de esos ex-servidores para con el erario público. Siempre vieron al congreso potosino como el lugar ideal para darse el gran banquete de sus vidas. Así lo hicieron y, por eso, tenían que festejar toda la impudicia en que se regodearon.
En Brasil, la derecha golpista festina que el ex-presidente Lula da Silva no concurra a las elecciones presidenciales que están a la vuelta de la esquina. Lo sacaron de la jugada con chicanas y aberrantes determinaciones legaloides, como antes hicieron con la presidenta Dilma Roussef.
Nada raro en un país en el que se ha institucionalizado una terrible corrupción que impide re-ordenar la vida pública sin la intervención grosera de variados poderes fácticos, incluidos los intereses del imperialismo gringo que se aprovecha de una suerte de “anomia estatal” prevaleciente (Ilán Semo, dixit).
En la famosa novela de Rubem Fonseca, “Agosto” (Ed. “Cal y Arena”, México, 1993), se presenta un diálogo entre algunos de los personajes siniestros de la trama que tiene como telón de fondo los últimos días del último gobierno del brasileño Getulio Vargas, en 1954, se trata de voces concurrentes a una mesa que celebra por adelantado la caída de Vargas y la consecuente oportunidad de hacer grandes negocios con la cosa pública, reconociendo la inmoralidad de sus conductas: “todos somos unos corruptos hijos de puta, aquí en esta mesa, aquí en este país” (Op. cit, p. 108).
También es de recordar el banquete que prepara la esposa del licenciado Juan Vargas en la película “La ley de Herodes”, de Luis Estrada, para buscar empatía con los representantes de los diversos sectores sociales de “San Pedro de los Saguaros”, bajo el principio de que “así le hacen todos los políticos” y donde concurren, entre otros, el cura, el tendero, el médico y… el “representante” del gobierno gringo, todos para deliberar sobre el inminente “progreso” del pueblo, consistente en llevar la luz a dónde solamente reina la oscuridad, así sea que, más pronto que tarde, se desbarate la magna obra del alcalde Vargas.
Y cómo no tener presente el actuar locuaz e irresponsable del ex-presidente Chente Fox, cuando resolvió des-invitar, por sus botas, al comandante Fidel Castro del banquete que se había preparado para los jefes de Estado que acudieron a aquélla Cumbre Iberoamericana realizada en nuestro país, con el famoso “comes y te vas” que, luego, sería la “comidilla” internacional por la increíble estulticia a que había llegado el comportamiento del ilustre señor de las “víboras prietas y tepocatas”.
Pero no todos los banquetes tienen porqué ser la ocasión de dar rienda suelta a los más cuestionables como inmorales apetitos. También pueden ser momentos de gloriosa reflexión o de histórico intercambio de posturas políticas.
Platón nos ha regalado su célebre “Banquete”, donde concurren las voces de grandes pensadores griegos para discurrir sobre la naturaleza del amor, entre ellos Sócrates que, por descontado, da ejemplo de conducirse con frugalidad en la mesa.
Está también la célebre degustación de alimentos que tuvo lugar en el “Sanborns de los Azulejos”, en el curso del movimiento revolucionario mexicano de principios del siglo pasado, cuando coincidieron allí los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, acompañados de sus respectivas “fuerzas vivas” que, por supuesto, no se pasaron de ídem y estuvieron a la altura de las circunstancias, celebrando el histórico encuentro de dos grandes caudillos que han dado lustre a la historia Patria.
Así podríamos seguir con más casos para contrastar las actitudes de personajes que concurren a los banquetes, pero con esto basta para mostrar qué tan grande o ruin puede ser su comportamiento.
De los ex-diputados locales que ya se fueron pero siguen siendo repudiados, sólo resta decir que, como el inefable Peña -que, por fortuna, ya también se va, en breve, a su rancho-, tal parece que, nomás, nunca entendieron que no entendieron... o tal vez sí… pero se hicieron “guajes”, por decirlo amablemente.
El video del diputado cacahuatero no tiene desperdicio, pero el banquete del adiós es por demás ilustrativo del grado de cinismo alcanzado.
Pueden alegar que se trataba de un evento privado, entre particulares, pero resulta que el gobernador Carreras tuvo el -¿buen?- gesto de acompañarles un rato y, con ello, seguirles dando cuerda a tan nefastos personajes. ¿Qué necesidad tenía el gobernador de hacerles el juego a esos rufianes? ¿O será al revés? ¿Qué necesidad tenían esos sujetos de estar, otra vez, en el centro del enojo social por recibir la visita del primer mandatario? Quién sabe.
El punto es que el banquete en cuestión resulta una (in)feliz metáfora de la vocación voraz y depredadora de esos ex-servidores para con el erario público. Siempre vieron al congreso potosino como el lugar ideal para darse el gran banquete de sus vidas. Así lo hicieron y, por eso, tenían que festejar toda la impudicia en que se regodearon.
En Brasil, la derecha golpista festina que el ex-presidente Lula da Silva no concurra a las elecciones presidenciales que están a la vuelta de la esquina. Lo sacaron de la jugada con chicanas y aberrantes determinaciones legaloides, como antes hicieron con la presidenta Dilma Roussef.
Nada raro en un país en el que se ha institucionalizado una terrible corrupción que impide re-ordenar la vida pública sin la intervención grosera de variados poderes fácticos, incluidos los intereses del imperialismo gringo que se aprovecha de una suerte de “anomia estatal” prevaleciente (Ilán Semo, dixit).
En la famosa novela de Rubem Fonseca, “Agosto” (Ed. “Cal y Arena”, México, 1993), se presenta un diálogo entre algunos de los personajes siniestros de la trama que tiene como telón de fondo los últimos días del último gobierno del brasileño Getulio Vargas, en 1954, se trata de voces concurrentes a una mesa que celebra por adelantado la caída de Vargas y la consecuente oportunidad de hacer grandes negocios con la cosa pública, reconociendo la inmoralidad de sus conductas: “todos somos unos corruptos hijos de puta, aquí en esta mesa, aquí en este país” (Op. cit, p. 108).
También es de recordar el banquete que prepara la esposa del licenciado Juan Vargas en la película “La ley de Herodes”, de Luis Estrada, para buscar empatía con los representantes de los diversos sectores sociales de “San Pedro de los Saguaros”, bajo el principio de que “así le hacen todos los políticos” y donde concurren, entre otros, el cura, el tendero, el médico y… el “representante” del gobierno gringo, todos para deliberar sobre el inminente “progreso” del pueblo, consistente en llevar la luz a dónde solamente reina la oscuridad, así sea que, más pronto que tarde, se desbarate la magna obra del alcalde Vargas.
Y cómo no tener presente el actuar locuaz e irresponsable del ex-presidente Chente Fox, cuando resolvió des-invitar, por sus botas, al comandante Fidel Castro del banquete que se había preparado para los jefes de Estado que acudieron a aquélla Cumbre Iberoamericana realizada en nuestro país, con el famoso “comes y te vas” que, luego, sería la “comidilla” internacional por la increíble estulticia a que había llegado el comportamiento del ilustre señor de las “víboras prietas y tepocatas”.
Pero no todos los banquetes tienen porqué ser la ocasión de dar rienda suelta a los más cuestionables como inmorales apetitos. También pueden ser momentos de gloriosa reflexión o de histórico intercambio de posturas políticas.
Platón nos ha regalado su célebre “Banquete”, donde concurren las voces de grandes pensadores griegos para discurrir sobre la naturaleza del amor, entre ellos Sócrates que, por descontado, da ejemplo de conducirse con frugalidad en la mesa.
Está también la célebre degustación de alimentos que tuvo lugar en el “Sanborns de los Azulejos”, en el curso del movimiento revolucionario mexicano de principios del siglo pasado, cuando coincidieron allí los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, acompañados de sus respectivas “fuerzas vivas” que, por supuesto, no se pasaron de ídem y estuvieron a la altura de las circunstancias, celebrando el histórico encuentro de dos grandes caudillos que han dado lustre a la historia Patria.
Así podríamos seguir con más casos para contrastar las actitudes de personajes que concurren a los banquetes, pero con esto basta para mostrar qué tan grande o ruin puede ser su comportamiento.
De los ex-diputados locales que ya se fueron pero siguen siendo repudiados, sólo resta decir que, como el inefable Peña -que, por fortuna, ya también se va, en breve, a su rancho-, tal parece que, nomás, nunca entendieron que no entendieron... o tal vez sí… pero se hicieron “guajes”, por decirlo amablemente.