Calma chicha

“Denme la tormenta
y la tempestad del pensamiento
y la acción más que la calma chicha de la ignorancia y la fe.”
Robert G. Ingersoll

Y súbitamente el silencio. Después de una prolongada tormenta de estridente cacofonía, de mentiras y promesas incumplibles, de insultos y descalificaciones, se registra hoy una calma chicha.
No es una natural. Los candidatos siguen deseosos de manifestar sus posiciones y convencer a los votantes. En las contiendas más cerradas, como Veracruz, este afán es más poderoso. Todavía algunos no se han decidido.
En muchos países con democracias sólidas, como Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido, no hay veda electoral. Candidatos y ciudadanos tienen derecho a ofrecer y recibir información hasta el último momento, incluso el día de la elección. Las mordazas no son bienvenidas en la democracia.
En México, sin embargo, el sistema mantiene un sesgo autoritario. Los políticos siguen pensando que los ciudadanos no son confiables, que no están realmente preparados para la democracia. Por eso han establecido leyes que restringen sus derechos políticos.
Los ciudadanos no tienen derecho a comprar tiempos de radio y televisión para expresar sus opiniones, a pesar de que las campañas están dominadas por los spots de los partidos. En los tres días previos a las elecciones, la ley prohíbe divulgar los resultados de encuestas. Impide también los actos de campaña. Los candidatos deben esconderse del público y de los reporteros.
Esta desconfianza, o desprecio, de la clase política a los ciudadanos se refleja también en la ley seca que con tanta frecuencia se ha impuesto en tiempos electorales. A los ciudadanos no se les puede tener confianza ni siquiera para una copa.
Las encuestas -cuyos resultados no puedo citar hoy por temor a pasar el resto de mis días en una mazmorra con un régimen de pan y agua por el delito de informar-han señalado ya un probable rumbo a la elección, pero al final el elector estará solo en la casilla. La mayoría de los ciudadanos ya han tomado su decisión. Muchos lo hicieron hace meses. Pero si no, deberían tener el derecho hasta el último momento de conocer los estudios de opinión y escuchar a los candidatos.
No hay ninguna indicación de que el tiempo de veda represente un beneficio para los ciudadanos o para la sociedad. Genera, eso sí, como cualquier prohibición, incentivos perversos para realizar maniobras que buscan beneficios injustos.
Está prohibido, por ejemplo, difundir encuestas, pero los partidos y las empresas sí pueden hacer las suyas, siempre y cuando no las hagan públicas. Unos cuantos tienen así información que se prohíbe conocer a la gente común y corriente. No sorprendería que algunos inversionistas pudieran beneficiarse de esta información privilegiada.
El silencio impuesto es un abuso, pero reconozco que es también un alivio después de una campaña de gritos y sombrerazos. Los spots de propaganda son una agresión constante para los ciudadanos. La veda nos da, por lo menos, un momento de sosiego.
Pero cuidado. Si bien los diccionarios nos dicen que “calma” es “un estado de la atmósfera en que no hay viento”, y “calma chicha”, “especialmente en la mar, completa quietud del aire”, el término viene del griego kauma que significa “bochorno” o “calor”. Los marineros saben que la calma chicha no invita al descanso y la tranquilidad, sino a prepararse para la tormenta que viene.
La veda interrumpe la tensión natural de una elección que puede ser crucial en la historia de nuestro país. Es una calma artificial. En el silencio hay un grito reprimido.

Desmedidas
Esta vez México ganó perdiendo. Siempre es mejor que perder lisa y llanamente, pero Suecia exhibió el nivel real de la selección nacional. No es el nuestro un mal equipo, pero el triunfo frente a Alemania creó expectativas desmedidas.

Twitter: @SergioSarmiento