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Cortocircuito neuronal

Por Francisco Salazar Soni

Julio 29, 2021 03:00 a.m.

“Si quisiera empezar a matar, no quedaría ni uno solo de ustedes”.

Charles Manson. 

(En su audiencia de 

libertad condicional).

Hace seis años escribía en este mismo espacio, a propósito de la columna de la semana pasada, Violencia endémica… 

Imagínese una persona violenta con poder. La capacidad de los seres humanos para adaptarse a cambios en su vida diaria cada día es más asombrosa, la costumbre como hábito, modo tradicional de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto, según la RAE. 

En asuntos de violencia en la comisión de delitos, llama la atención que se está convirtiendo en precepto, sobre todo en aquellos con poder. La violencia altera la calidad de vida y la salud mental. Discutir de violencia es referirse a un estado de poderío y subordinación, un estado que conlleva a infringir sufrimiento de tipo físico, emocional, familiar, sexual y todas aquellas variables que enferman la calidad de vida de aquellas personas que están sometidas a estos sucesos desestabilizadores de su realidad. No obstante, atrás de estos embates comienzan a prevalecer un número de alteraciones cerebrales que inhiben un adecuado afrontamiento ante una diversidad de estímulos amenazantes.

¿Cómo está la salud mental de nuestros gobernantes? ¿Existe un análisis de cómo andan algunos políticos del “coco”?  Estudios en países de primer mundo que han verificado sobre personas con estados disociativos de su conducta, documentan alteraciones cerebrales que generan violencia. Son sujetos incapaces de tomar medidas, proyectar y constituir su conducta inmediata; problemas con la memoria y la capacidad de aprendizaje están alterados, tienen disfunciones, principalmente de la corteza prefrontal, sustancia gris, hipocampo, amígdala, tálamo, corteza límbica, sistema dopaminérgico y serotoninérgico. 

En México la violencia de los poderosos que se ha instaurado en algunas zonas, es vista como normal, -es que así somos por acá-, la violencia personal, familiar y social ha llevado a que no tengamos una capacidad de nulificar los instintos violentos que se albergan en lo más oculto de la mente.

James Blair, uno de los más destacados estudiosos de las bases neuronales de la psicopatía, sobre todo con jóvenes con trastornos de conducta, sugiere que se pueden construir personalidades más serenas y empáticas, mayor protección contra trastornos de psicopáticos lesivos y abusivos. El problema del psicópata es que no tiene empatía alguna ante las emociones de los demás, el sufrimiento ajeno no le afecta, no lo siente. Pero igual argumenta Blair, -que nadie esta blindado ante un crimen, pero es muy difícil que lleguemos a matar a un congénere, el homicida es excepción, y por eso seguimos aquí como especie-.

TAPANCO: Los psicópatas no se pueden recuperar, ya que no les afectan las malas noticias. Y los hay “triunfadores”, pero acaban tomando decisiones equivocadas y terminan aislados. Se calcula que existe la psicopatía como tal entre un 0.5% a un 1% de la población. La neurología puede llegar a predecir quien tiene más probabilidades de cometer conductas antisociales. Este 2015, se “renovaron” diputados federales, locales, gobernadores y presidentes municipales, ¿Cómo andarán del cerebro?

Francisco.soni@uaslp.mx twitter: @franciscosoni 

*Nos leemos si Dios manda, el jueves 19 de agosto.