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De nuevo jacarandas

Por Martha Ocaña

Abril 17, 2024 03:00 a.m.

A

Parece como que la tarde se hubiera estancado en horas de un sopor que anticipa una sequía continua y amenazadora. Las nubes no aparecen y las flores violetas o lilas -según se vea- de las jacarandas se secan extrañando el brillo habitual que la temporada les tiene prometido desde el comienzo de sus días.

Este año las jacarandas y sus flores se me fueron en blanco. En parte porque he dejado de caminar las calles por las mañanas y otro tanto porque he olvidado que están ahí. No sé si es porque no las quiero ver muertas de sed o porque caminar por cualquier banqueta es como ir a campo traviesa en huaraches o descalza: hay que esquivar los excrementos de los perros que las tapizan e ir muy atenta de no tropezar en las irregularidades de banquetas y terraplenes (quería usar esta palabra).

Y en el diario absorto de los días, los acontecimientos no favorecen el romanticismo que nos permite detenernos ante esa explosión de azul violáceo que pretende quitarle lo aburrido a estos meses de seca. Así que, forzando la voluntad, sin huaraches pero en tenis, me encaminé por ese sendero privilegiado que tenemos en algunas calles en donde el municipio o los particulares, sin importar que sus raíces levanten banquetas y pisos, han optado por adornar sus frentes y sus camellones con este árbol maravilloso de origen brasileño, que parece ser el consentido de México.

Sobre la vida de las jacarandas en nuestro país, la revista AD nos revela de la historia de un joven japonés y de su padre. “Tatsugoro Matsumoto fue creador de un majestuoso jardín con lago artificial en el Palacio de Cristal” Le fue encargado “para festejar el centenario de la Independencia de México, por lo que se convirtió en el jardinero favorito del porfiriato. Entre 1920 y 1924, ambos jardineros japoneses le propusieron al presidente Álvaro Obregón sembrar árboles de jacaranda en las calles principales de la ciudad, esta idea fue bastante atractiva para el político, así que terminó por ceder al permiso.” Ya con la autorización “Tatsugoro y Sanshiro ejecutaron un plan de crianza de jacarandas en sus viveros cuando el árbol ya había sido traído desde Brasil. Padre e hijo pensaron que sería una gran idea ya que las condiciones climáticas de la ciudad eran perfectas para la especie.” Y desde entonces hasta el día de hoy, este árbol es un símbolo en nuestro país y no tan solo en la ciudad de México.

Gracias a ellos, las jacarandas se convirtieron en parte de nuestro paisaje urbano y es común encontrarla en multitud de ciudades y pequeñas poblaciones. Hoy sufren más que nosotros la falta de agua pues en realidad son plantas subtropicales que requieren de la humedad y la lluvia que en otro siglo era común durante estos meses. Quizá convenga dedicarle un rezo a Tláloc o a alguna otra deidad prehispánica que nos permita gozar del milagro que es tener el agua directamente del cielo.