El licor correcto

Noche de bodas. La novia salió del baño ataviada con un vaporoso negligé que dejaba a la vista sus más recónditos encantos. Se sorprendió al advertir que su flamante maridito estaba viendo la televisión. “¡Gerineldo! -le dijo con tono de reproche-. Es nuestra primera noche de casados ¿y te vas a poner a ver la tele?”. Respondió él sin apartar la vista de la pantalla: “Me hiciste esperar tres años para darme lo que ahora me vas a dar, ¿y no puedes esperar tres minutos a que acabe la tanda de penales?”... El joven Carmelino y su novia Glorilú iban en el automóvil de él. Se dispuso el muchacho a dar vuelta en una esquina, pero recordó que al coche se le habían descompuesto las luces direccionales. Le pidió entonces a su dulcinea: “Rápido, saca la mano”. Le dijo ella apenada: “¿Lo ves? ¡Te dije que nos iban a ver!”... Babalucas apuntó la receta de un filete de res al vino tinto que vio en un libro de cocina. Quiso preparar él mismo aquel rico platillo, para lo cual fue al súper con su esposa a comprar la carne. A la salida un perro callejero le arrebató el paquete y escapó con él. Comentó Babalucas meneando la cabeza: “¿De qué le va a servir la carne al desgraciado animal? No tiene la receta”... La enfermera Tetonina, a quien natura había beneficiado con generosidad en la región torácica, le informó muy preocupada al médico: “El paciente del cuarto 101 tiene sumamente acelerado el pulso. ¿Qué debo hacer, doctor?”. Le indicó el facultativo: “Abrocharse la blusa”... Don Algón se vio escaso de fondos al final del mes. Le preguntó a su esposa: “Llegó el recibo de la compañía de luz, y llegó también el de mi urólogo. Sólo tengo dinero para pagar uno de los dos recibos. ¿Cuál crees que debo pagar?”. “El de la compañía de luz -respondió sin vacilar la señora-. El urólogo no te la puede cortar”… Putin asistió en París a una conferencia dictada por Bill Clinton. Al término de la disertación se llevó a cabo un coctel en honor del conferencista. El anfitrión francés les sirvió a los dos ilustres visitantes el licor que pensó podía agradar a cada uno. Le dijo a Putin al tiempo que le tendía la copa: “Le vodka”. Enseguida le dijo a Clinton alargándole el vaso: “Le whisky”. El ex Presidente se asustó: “¡Ni me la recuerdes!”… Dos náufragos llegaron a una isla. En la playa vieron dos que parecían ser enormes tiendas de campaña de forma circular. Exclamó uno, feliz: “¡Estamos salvados! ¡Hay aquí presencia humana!”. “No te apresures a alegrarte -opuso el otro-. Me temo que estamos en la Isla de los Gigantes. Mira lo que dice la etiqueta: ‘Brassiére bikini. Talla pequeña”... En horas de la madrugada tres borrachos llamaron con grandes golpes a la puerta de una casa. Asomó por la ventana del segundo piso una adormilada señora. Uno de los temulentos le preguntó con tartajosa voz: “¿Aquí es la casa de Astatrasio Garrajarra?”. Respondió con enojo la mujer: “Sí; aquí es”. Le pidió el beodo: “Baje por favor y díganos cuál de nosotros tres es Astatrasio Garrajarra”. Don Chinguetas pintó el asiento de madera de la taza de baño, pero olvidó advertirle a su mujer que el tal asiento estaba recién pintado. Llegó la señora, se sentó y quedó pegada a la tabla. Por más esfuerzos que hizo no se pudo despegar. Llamó a su esposo, y éste tampoco logró liberarla, y eso que desatornilló la tabla para poder maniobrar mejor. Llamó entonces a los bomberos a fin de que los auxiliaran en ese singular apuro. Don Chinguetas le dijo al jefe de los apagafuegos mostrándole la situación en que se hallaba doña Macalota: “¿Cómo ve?”. Ponderó detenidamente el bombero la cuestión y luego respondió: “Está bastante bien, pero no como para ponerle marco”. FIN.