El México posible

Vemos coincidencias en todo, en mayor o menor cantidad, y es normal. Las hay bonitas, que nos hacen sonreír, como cuando encuentro a un petirrojo al llegar a un lugar (y siento que viene a saludarme. Cuando esas coincidencias nos paralizan, o enojan, pueden llegar a ser paranoia. Si alguien porta la playera del Cruz Azul es casi seguro que pierda, dicen. Cuidado con los gatos negros o en confiar en las encuestas. Si te formas en una fila del supermercado es casi seguro que va a ser la más lenta, y si esperas taxi lo más probable es que pasen ocupados; cuando por fin conseguiste uno, pasarán al lado dos o tres desocupados. Y así en casi todo.

Llegar al número 100 de esta columna en Pulso es significativo. O no. Es una columna más pero el número es redondo, cambia de dos a tres dígitos. Por algo el Centenario es la moneda más importante del país, y por algo los comercios no ofertan mercancías en 100 pesos, sino “por solo” 99.99.

Las noticias de la semana: Argentina perdió un partido en el Mundial; México sorprendió; un joven murió de congestión alcohólica en una fuente de la Plaza de Armas de San Luis Potosí; Trump dio marcha atrás, al menos por escrito, al secuestro de niños migrantes; los candidatos se acusan de todo pero se hibridan; todo parece indicar que un tercer partido llegará a la presidencia de México, y que en la capital del estado habrá continuidad (o continuismo).

Nunca deja de sorprenderme nuestra especie. ¿Es posible salvar el planeta aún? ¿Podemos lograr empatía con nuestros semejantes? ¿Es posible el cambio para bien? Muchas señales hay de que no, pero ojalá. Ni la corrupción ni el maltrato a otros y a la naturaleza son genéticos, así que algo se debe poder hacer.
Cito a Axel Barceló:

“La lección que los mundos posibles nos quieren dar es que lo posible es tan importante como lo real. Los mundos posibles son tan importantes como el mundo real. Es imposible entender éste, nuestro mundo, sin entender también a los otros mundos posibles. Tal vez haya aquí una moraleja sobre la importancia de la esperanza, la imaginación o la tolerancia; la importancia de ver mas allá de lo que es, y fijar la vista en lo posible…”

Se vale soñar y sobar. La cosa es no quedarnos con puros hubiera. Me emocionan los cambios y confío en que al final no somos tan parasitarios ni tan egoistas. Ojalá. Los dejo con unas palabras de Jaime Sabines, aquí seguimos, espero, y gracias de nuevo:

“No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¡Quién es quién para decir «esto es así», si la historia de la humanidad no es más que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)

Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo. Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte. “La vejez, la enfermedad y la muerte”, de Buda, no son más que la muerte, y la muerte es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando, lastimando, acariciando, soñando. (¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)
Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente a mis
sueños”.

Posdata 1: Cumplimos 100 entregas de esta columna, ustedes y yo. Gracias por la lectura. De lado a lado de la pantalla. ¿Qué sigue?
Posdata 2: Como les compartí la semana pasada, pedí en Twitter sus propuestas en materia de arte y cultura a los candidatos a la alcaldía capitalina. Ninguno respondió. El tema de cultura municipal, como se ha visto, sigue relegado a una cereza en ciertos pasteles. Necesitamos planes posibles.

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