El asesinato de el “Pirata de Culiacán” ocurrido el mes pasado, es la consecuencia del contexto social que rodeó a este joven en sus tan solo 17 años de vida. Esta situación es expresión de lo que le puede suceder a 8,701,019 de jóvenes que viven en situación de exclusión en México; jóvenes que no cuentan con acceso a la educación media superior y con condiciones de salud deficientes; habitantes de hogares humildes que no cuentan todos los servicios; pero lo más grave, jóvenes sin acceso a un empleo bien remunerado.
Juan Luis Lagunes Rosales, joven de una comunidad de alta marginación de Navolato, Culiacán, fue abandonado por sus padres y criado por su abuela, era de origen humilde y desde niño tuvo la necesidad de trabajar para obtener ingresos que le permitieran satisfacer sus necesidades elementales. Fue en uno de sus empleos lo que le permitió vincularse con quienes le proporcionaron los recursos que le hicieron famoso: ropa de marcas exclusivas, autos de lujo, armas, viajes en yates de lujo; aprovechando las redes sociales por exhibir sus excesos.
El estilo de vida de “el pirata” es resultado de una sociedad que no evalúa las consecuencias de sus decisiones, que actúa por instinto, sin planear sus actos; que solo aprecia la vida por si misma, sin medir su calidad, que se reproduce por instinto, no como un acto racional. Una sociedad cuyas acciones provocan la exclusión, el aislamiento y desesperación emocional de sus jóvenes, empujándolos a hacer lo que sea con tal de mejorar su calidad de vida, no importando que sus actos estén al margen de la ley.
Los excesos de “el pirata”, como los de millones de jóvenes en México, también son consecuencia de un sistema educativo que es excluyente para lo que menos tienen, para aquellos que no cuentan con los recursos para obtener estudios que les proporcionen las habilidades que demanda el mercado laboral; un sistema educativo que pone énfasis en la memorización de datos mas no en la formación de habilidades como análisis, creatividad o innovación, mucho menos las capacidades para tomar decisiones.
La acelerada vida de “el pirata” manifiesta la cultura de una sociedad dónde no hay cuidado de la salud. Los hogares en México gastan muy poco en prevenir enfermedades y gastan mucho en comida chatarra, así como en alcohol y drogas; no hay convivio social donde no abunde la comida no sana y las bebidas embriagantes. Es en estas convivencias donde se daña la salud futura y donde surgen actos violentos que conducen a la muerte. Vivimos en una sociedad “no sana”, que es feliz con sus excesos.
La actividad laboral de “el pirata” expresa el carácter excluyente del mercado de trabajo. Un mercado que demanda habilidades que los jóvenes no han recibido en su formación escolar, que demanda experiencia laboral, sin ofrecer espacios de capacitación. Es este mismo mercado laboral que castiga estas deficiencias mediante el pago de sueldos bajos, insuficientes para cubrir las necesidades básicas de alimentación, mucho menos de educación, vestido, salud y esparcimiento. Esto empuja a los jóvenes a participar en actividades no lícitas, cuyos ingresos son muy superiores a los del mercado formal de trabajo.
La muerte violenta de “el pirata” no es excepción. Todos los días y en todo el país miles de jóvenes son asesinados, es la única manera que han encontrados estas organizaciones para expulsarlos de ellas, o bien como un mecanismo de renovación y de sustitución de las organizaciones involucradas en actividades no permitidas por la ley. Los jóvenes son el eslabón más débil, porque generalmente son de origen humilde, de los que viven en situación de pobreza extrema, que se encuentran solos en la vida, sin que nadie los busque, ni siquiera ya muertos.
“El pirata” se hizo famoso en redes sociales por sus excesos, por sus actos irracionales; millones de jóvenes lo seguían y veían sus actos, quizá porque se identifican con él o porque expresaba lo que hoy domina en los medios de comunicación: información que no requiere reflexión; es la expresión de una cultura líquida, datos que se consumen al instante, pero que no quedan en la memoria de los jóvenes, es estar conectado en el mundo moderno de las redes sociales, interactuando de manera temporal e inestable.
¿Quiénes son los culpables de la exclusión que viven los jóvenes en situación de alta vulnerabilidad? El responsable no es uno sino todos los involucrados: es el gobierno por no tener soluciones de política publica que atiendan las causas y no solo las consecuencias del problema; son los empresarios por no generar mecanismo de inclusión de este sector social; son los académicos por no generar investigación con base en evidencia empírica; somos la sociedad, por normalizar la toma de decisiones no planeadas.
Este problema requiere soluciones integrales y no solo acciones de corto plazo: la exclusión social de los jóvenes en situación de vulnerabilidad debe estar en la agenda de prioridades de los gobiernos locales. El tema debe permanecer en el debate de los diferentes actores involucrados, debe formar parte de la base para la implementación de políticas publicas que fortalezcan la responsabilidad de la sociedad, la sensibilidad del gobierno, la racionalidad de los empresarios, el empoderamiento de los y las jóvenes mexicanos.
Finalmente, el caso de “el pirata de Culiacán” no es un hecho aislado, sino la expresión de un problema social profundo y complejo; manifiesta el riesgo en el que se encuentran más de ocho millones de jóvenes en México; las condiciones sociales, educativas, de salud y económicas en las que viven están dadas para que esta historia se repita; se requieren políticas publicas que impulsen un cambio social de fondo, que incluya a las y los jóvenes, que haga de los jóvenes un recurso y no un problema que impide el desarrollo.
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