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Familia y escuela Capítulo 156: Violencia simbólica

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Abril 05, 2023 03:00 a.m.

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Es en nuestros tiempos y con las generaciones que coexistimos en el planeta, en donde la violencia se ha “normalizado” en las sociedades y se ha convertido en un hecho casi natural y, hasta parte integrante de las acciones que cotidianamente suceden en los diferentes grupos y espacios en donde se convive.

Desde luego que este fenómeno, no es para nada algo nuevo; pero resulta que es en estos tiempos, en que la sociedad del conocimiento, las impresionantes cantidades de información y la infinidad de medios y formas de difundirla a velocidades “en vivo” y casi instatáneas de transferencia, se han encargado de implantarla y hacerla visible en nuestra vida diaria.

Esta difusión masiva de realidades y de acciones cargadas de hechos delictivos, de agresiones físicas y verbales, de invasiones militares y amenazas de bombas nucleares, de secuestros y cientos de fosas que acompañan los números de miles de desapariciones forzosas, entre miles de hechos más, han creado y reforzado el ambiente de violencia en algo “natural” para muchas personas.

Ha sido como una pandemia que silenciosa y furtivamente ha contagiado e infectado de este mal que parece incurable, llegando casi a formar parte de nuestro ADN; todos nos hemos dado cuenta, muchos son partícipes consciente o inconscientemente, la mayoría lo ha censurado y criticado, solamente algunos lo han denunciado y muy pocos, los menos, estamos haciendo algo para modificarlo.

Es entonces que, para los que nos gusta hacer un alto en el camino y reflexionar acerca de la educación que recibimos, no solo en la escuela y la que estamos brindando a las nuevas generaciones, llegamos a preguntarnos: ¿En dónde está el origen de este fenómeno? ¿Cómo es que estas y otras acciones sociales se siguen sucediendo? ¿por qué no nos damos cuenta de lo que estamos reproduciendo?

Una respuesta a las interrogantes planteadas, se encuentra en lo que se denomina como: “violencia simbólica”, entendida como esa forma sutil y a veces imperceptible de imposición de costumbres, acciones y hechos sociales y culturales que llegan a ser adoptados por los miembros de una comunidad; incluso sin que exista resistencia para aceptarlo.

Esta forma de violencia se reproduce desde el proceso educativo en familias, escuelas, estructuras religiosas y medios de comunicación, entre otras, sin que exista alguna agresión física o verbal, como parte de tradiciones y costumbres de alguna cultura, o bien, como conductas difundidas, reproducidas y adaptadas socialmente como parte natural y “normal” de su realidad.

Por ejemplo, la desigualdad, inequidad, maltrato y violencia que existe hacia las mujeres y personas con preferencia sexual distinta a la heteronormativa, tiene una fuerte raigambre simbólica cultural; basta con apreciar el trato “normal” que se les da en familias, escuelas, oficinas, empresas, algunas facciones políticas o religiosas y en general en todos los ámbitos sociales, incluidos medios de comunicación, al presentar a las primeras en publicidad comercial como objetos para el apetito sexual o como personajes secundarios y complementarios a los hombres y a los segundos como objeto de burla y escarnio.

Existe violencia simbólica y con ello la exclusión y minusvaloración a personas con tonos de piel no blancos, hacia individuos pertenecientes a diferentes tribus o colectivos sociales, a personas en condición “de calle”, a grupos étnicos originarios de las diferentes regiones de nuestro país, hacia personas con algún tipo de barrera física o mental, diferente a lo aceptado como “normal” y muchos ejemplos más.

En cuanto a la educación escolarizada, aquella en la cual se subsiste al obtener un número final a manera de calificación y certificación de que “aprendí y memoricé” todo aquello que se revisó en un periodo de tiempo; es muestra clara de violencia simbólica, pues al no ingresar a un plantel o el no obtener dicho número y por ello, no terminar un curso; automáticamente, se es catalogado como alguien “anormal”, “incapaz”, “ignorante”, “burro” y el sinfín de adjetivos más, los cuales sin duda hieren más en la autoestima que cualquier golpe físico.

La educación como proceso educativo general, está en la base y origen de la instauración social y cultural de la violencia simbólica, pero también, está en sus manos el intento por romper con su reproducción.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx