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Familia y escuela Capítulo 160: La educación y el muro

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Mayo 03, 2023 03:00 a.m.

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El principio básico y objetivo principal de la educación, es lograr la libertad de los individuos; brindar los elementos para que obtengan los conocimientos y experiencias necesarias para que conformen sus caracerísticas personales en el tiempo y espacio en donde tengan que desenvolverse.

Como se puede apreciar, para lograr este objetivo no consiste en ser simplemente parte de una familia o estar sentado en el interior de un salón de clase desarrollando mecánicamente operaciones matemáticas o aplicar instrumentalmente fórmulas físicas o químicas; o bien, memorizar y repetir incansable y tediosamente fechas, nombres o hechos, los cuales están muy lejos de las diferentes realidades y contextos de maestros, alumnos y familias.

Buscar ese principio básico de la educación, fomentando la libertad de ideas, propósitos, objetivos y proyectos ayudando a crear integralmente a una persona, es un proceso más complejo y con múltiples dimensiones, las cuales no solo competen a la escuela.

Resulta entonces que el proceso educativo que estamos viviendo, queda muy alejado de fomentar la búsqueda de la libertad; por el contrario, se ha convertido, en la mayoría de las ocasiones, en un muro alto y sólido que obstaculiza, limita y prohibe la más importante cualidad del ser humano: el pensar libre y autónomo.

Se considera correcto y se premia a quien repite mecánicamente lo establecido; es ubicado como modelo y ejemplo a seguir a quien de manera perfecta logra terminar sin errores, paso a paso, sin alterar el camino trazado por quienes nos han antecedido y han creado a manera de paradigma, todo un estereotipo de persona a la que debemos aspirar.

Reflexionada de esta manera, la educación que brindamos en sociedad no hace más que ofrecer caminos que tienen solamente el sentido de ir hacia adelante o hacia atrás, rodeado por paredes que lo franquean, sin brindar otras posibilidades de trayecto: “o vas bien o estás equivocado”, sin darnos cuenta que estamos en un laberinto, en donde a final de cuentas, tarde que temprano toparemos contra un muro que limita nuestra libertad.

En el contexto familiar, ese muro se establece todos los días, al estar impregnado el ambiente del hogar solamente por reglas, formas de comportamiento y actitudes que, tanto papás como los demás integrantes debemos repetir al pie de la letra; si no nos salimos del guión, es decir, si no trasgredimos el límite, “habremos cumplido con nuestra función” ¡felicidades!.

En el contexto social, sobre todo con los medios de comunicación y la infinidad de redes, códigos, plataformas, realidades alternas y demás artilugios digitales, se imponen muros que educan dirigiendo los comportamientos de los integrantes de una sociedad al imponer modas, lenguajes, hábitos alimentarios, consumo cultural y hasta las formas en que debemos divertirnos, así como los retos que, no obstante se ponga en riesgo la integridad física, son obedecidos por quienes van ciegamente dentro del laberinto.  

En el contexto escolar, se continúa engrosando y elevando más el muro; “se premia la obediencia y el silencio, castigando o prohibiendo el bienestar y el sonreir”; se ha llegado a ser tan limitativo el proceso de educar en escuelas que, tanto alumnos, padres de familia y ¡hasta muchos maestros y autoridades! han reducido la increible experiencia de aprender en grupo, con aciertos y errores, con experiencias fuera del aula, con elementos y espacios naturales propios del lugar de cada región, aprovechando las diferentes cualidades, emociones y habilidades de cada alumno, cambiando todo ello por la obtención de un resultado numérico.

El muro implantado por las escuelas de todos los niveles educativos, ha limitado las cualidades de cada alumno y alumna; es más que conocido que, el objetivo principal es la obtención de una calificación aprobatoria y se utiliza toda la inventiva e intelecto para lograrlo: padres de familia y otros integrantes realizando trabajos de hijos o hermanos; alumnos ideando la forma de cómo contestar una evaluación tal como lo dice el libro o el maestro, incluso la manera de ser percibido positiva y agradablemente por él.

Aún en algunos subsistemas escolares y organizaciones educativas que han promovido una educación para la libertad y la creación de experiencias integrales y nutritivas para la formación de cada educando, reflexionan sobre sus resultados, sobre todo porque sus egresados tienen que confrontar el muro que constituye el ingreso a otras instituciones de nivel superior o laborales, las cuales utilizan como filtro de ingreso, precisamente la obtención de un número.

Los maestros y maestras contribuyen a acrecentarlo, al creer únicamente que su labor fue excelentemente realizada si “vaciaron” total e íntegramente un programa de estudios o el contenido de un libro en la mente de sus alumnos en la forma y el tiempo en que se les instruyó; pero más importante aún, si su promedio de aprovechamiento, es decir, si la mayor cantidad de alumnos obtuvo el tan ansiado número que los certifica como excelentes alumnos; todos ellos detrás del muro.

Si en verdad se quiere lograr la tan ansiada libertad mediante un proceso educativo, se debe mostrar el camino para “ver más allá del muro”, fomentar y permitir hacer un hueco en él y admirar el horizonte.

Mencionaba Foucault: “Mi trabajo es abrir ventanas en donde alguna vez hubo muros”

Comentarios: gibarra@uaslp.mx