Feminicidas

En mi colaboración anterior señalé sobre el baño de sangre que lacera a nuestra zona metropolitana, asolada, más que gobernada –como no podía ser de otra manera– por eso que llaman “gallardía” y que sólo Dios sabe qué sea; todo ante la mirada displicente y actitud amorcillada del Titular del Poder Ejecutivo del Estado, mucho más ocupado de andar haciéndole amarres al tercero de las encuestas en la carrera presidencial, según lo reveló el periodista Juan José Rodríguez en su columna en Pulso Diario de San Luis de este jueves.
Descubrimos con horror que las cifras deben activarnos como sociedad ante las dimensiones de esta tragedia social, en la que las mujeres potosinas en esta parte de nuestro Estado son las víctimas; en el 2017 fueron asesinadas 17, y en lo que va del 2018 suman 13, con todo y la llamada Alerta de Género, que se trata de una alerta por violencia criminal en contra de las mujeres; una irracional violencia machista que ha sentado sus reales en nuestra comunidad ante la ausencia de políticas públicas para detenerla, y ya no diga Usted prevenirla.
La Fiscalía General del Estado ha logrado la condena de los asesinos en sólo 5 casos, el resto está impune.
Los asesinatos de mujeres han estado ocurriendo en la mancha urbana de la capital y Soledad de Graciano Sánchez, y sus respectivos alcaldes, los señores Ricardo Gallardo Juárez y José Ricardo Gallardo Cardona –con la regencia del ingeniero Gilberto Hernández Villafuerte– hacen un descarado mutis, ni siquiera mencionan este episodio de suyo execrable; a ellos, la verdad, nada los altera, nada los moviliza, y mucho menos nada los avergüenza, ni siquiera las denuncias que han hecho medios locales y nacionales de comunicación; ellos transitan como personajes de una película de Coppola, o de Tarantino.
Intentar encontrar a los culpables de los crímenes de odio en contra de las mujeres se ha vuelto una verdadera ordalía, sin la más mínima investigación, y como pueden y llegan a entender las autoridades se aventuran hipótesis que van desde la pobreza y la ignorancia, hasta señalar que las víctimas lo son por “andar metidas en cosas raras”, como sea, el efecto es la revictimización, lo que resulta en un doble crimen de odio en contra de las mujeres potosinas.
Los organismos encargados de procurar Justicia y prevenir la violencia machista están en estos momentos regidos por un protocolo especial, que es al que obliga la declaratoria de alerta, pero escudados en la falta de recursos incumplen de manera irresponsable sus obligaciones.
Si bien podemos afirmar que existen muchos factores que pueden explicar la violencia machista en contra de las mujeres, también es del todo cierto que, hasta antes de que los actuales gobernantes asumieran sus encargos, esa lacra social no incluía asesinatos, y mucho menos con la exhibición de crueldad y desprecio por ellas que hoy estamos viendo.
También podemos hacer una larga lista de funcionarios responsables de implementar las medidas de prevención, la de los que deberían encontrar y perseguir a los culpables, y finalmente de los que deberían dictar sentencias ejemplares, en un engranaje que hiciera una verdadera labor disuasoria y, más aún, formativa entre los integrantes de toda la sociedad.
La violencia se extiende más allá de los crímenes de odio cometidos en agravio de las mujeres potosinas, abarca por completo temas que creíamos superados, tales como la abierta homofobia y la rampante discriminación por razones tan ridículas como el color de la piel, el padecimiento de enfermedades, el nivel cultural, y –por el clima electoral– las preferencias políticas.
Todos los días podemos observar cómo nuestro tejido social se deteriora bajo el impulso demoledor de la violencia, mire Usted si no el conflicto creciente entre el taxismo y las plataformas electrónicas que llaman de transporte privado, pero que sin lugar a dudas, no obstante que prestan un servicio de buena calidad, se encuentran fuera de la ley.
Conflictos inmobiliarios, en los que abusando de la necesidad de la gente, y protegidos por la abulia gubernamental, empresas despojan de sus bienes a comunidades y ejidos en los alrededores de la zona industrial y otras conurbaciones de nuestra capital.
No debo dejar de mencionar la violencia verbal y la desmedida falta de respeto por las mujeres en las llamadas redes sociales, precisamente porque el que esto escribe el año pasado fui acre y justamente censurado por haber incurrido en un inadmisible error en el uso del lenguaje al referirme en una entrevista a una diputada corrupta, pero que por mi generalización y torpeza resultó ofensivo para todas las mujeres; si bien de inmediato rectifiqué y pedí perdón por mi injustificable desbarre, no dejo de reprocharme por haber dado lugar a que alguien pudiera pensar que de ese modo se puede criticar el desempeño, la honradez y la integridad de una congresista, y de cualesquiera de las mujeres que se desempeñan en el servicio público.
Se ha vuelto un lugar común que en las publicaciones que se hacen en las llamadas redes sociales se deslicen todo tipo de comentarios que abonan a la normalización de la violencia machista, que fomentan la discriminación y que detonan las expresiones de odio.
La impunidad es el factor que ha multiplicado tales expresiones y acciones de parte de todo tipo de personas, porque bien sabido es que si no se castiga a un ofensor, éste pasará a mayores ofensas, y de ahí a los crímenes sólo hay un paso.
Las decenas de mujeres asesinadas, y las miles que son todos los días violentadas, son víctimas no sólo de hombres y otras mujeres que consideran correcta la supremacía de un sexo sobre el otro, sino sobre todo a la inacción del Estado, la petrificación anonadada de sus instituciones, y la franca incompetencia de quienes son sus responsables.
Dinero para combatir la violencia machista en contra de las mujeres no hay, pero para otros menesteres abunda, y todavía salen con sus babosadas de exigir que no se politice el tema de los feminicidios.
El tema es de capital importancia, y dañan tanto los gobiernos indolentes, como las falsas redentoras, mire si no a las diputadas integrantes de la Asamblea de Vagos, que se rasgan las vestiduras y encenizan las cabelleras, pero nada más. Basta de demagogia y de voltear la mirada, porque están asesinando a personas por puro odio sexista. Más sangre a la cuenta de el Gris y a la de los amarillos, ¿querrán pasar a la historia como feminicidas por omisión?

Ingenuidades
Lo que sigue a repugnante es la sólo posibilidad de que el Gris esté intentando pactar con los sumos pontífices de la plaga pajiza para acercarle los votos presidenciales de éstos al candidato José Antonio Meade. No parece tener pudor ni respeto por sus correligionarios. ¿Con qué cara le va a pedir a los candidatos del PRI que hagan sus campañas y luchen por los votos, si ya lo tiene todo arreglado con esos impresentables?

leonelserrato@gmail.com