Gente como uno



Los candidatos –todos- se empeñan en mostrar que son gente como uno. Se levantan, toman vuelos regulares, van a la peluquería, dejan a sus chavitos en la escuela. Y no sólo los presidenciales. Prácticamente todos los suspirantes andan urgentemente enseñándonos que se comieron un elote en la plaza, que salieron a hacer ejercicio, o que su mamá los quiere mucho. Como uno.
Y ¿si serán? Pues sí y no. No me queda duda de que si López Obrador deja de cortarse el pelo, le crecerá una greña descomunal. Seguramente Anaya va dejar a sus hijos a la escuela frecuentemente y Meade no ha de ser ajeno a los trámites para treparse a un avión comercial. Como cualquier persona han de tener fobias y filias. Se enferman como uno: ya vieron lo que les pasó en Querétaro, donde pusieron a medio gabinete (presidente y gobernador incluido) en cuarentena por una infección bruta en los ojos… ¿pues qué verían? Y también, se curan como uno. Lo que llama la atención es esa ¿estrategia? para buscar simpatías haciendo lo ordinario. Escuché a alguien decir que su voto lo obtendrá, no el candidato que se tome una foto diciendo “Aquí en el carro, esperando el verde del semáforo”, sino el que haga volar el coche por los cielos con poderes telepáticos. Eso sí, pa´que vean, vale la pena ver.
La idea de mostrar ordinariedades pretende, por supuesto, crear un sentido de identificación con el votante; algo así como “tú lo haces, yo lo hago, somos iguales y como iguales, puedes votar por mí, porque soy como tú.” Usualmente cualquier relación inicia con la búsqueda de puntos comunes con la contraparte. Difícilmente habrá una identificación plena, pero, por lo menos, algo se puede iniciar con quien descubramos, tiene como equipo favorito de soccer el mismo que uno. Luego, veremos que sigue. Hasta ahí, se entiende que se use la cotidianeidad como herramienta para obtener el voto. Decía Maquiavelo que los gobernados buscan en sus príncipes las bondades de los ángeles y la astucia de los demonios. Bueno fuera que ambas cosas fueran requeridas a diferentes personas, pero se pide que la misma persona actúe con características muy cercanas a la bipolaridad.
Habrá quienes logren el propósito y aumenten su capital político enseñándonos fotos paseando a sus perritos o cambiando una llanta. Bien por ellos. A mí, lo confieso, me encanta la época de campañas, con todo y jingles musicales (el del chavito naranja es un hitazo publicitario como hace mucho no veíamos. Creo que desde las canciones de Chalita, no se me pegaba tanto un comercial), fotos de cualquier cosa y spots de radio y tele. De hecho, si en estos meses que vienen me ve usted en la calle, hablando sola adentro de mi carro, no se preocupe por mi salud mental, suelo tener fluido diálogo con los locutores, analistas y candidatos en el radio. Es liberador. Inténtelo. Uno dice sin filtros lo que sea y viera que se siente tan bien… ahora, de eso a que mi voto y el de muchos mexicanos vaya a ser determinado por la foto más tierna de la temporada, es otra cosa a la cual desde ahorita puedo responderle: no. No importa que el candidato que sea suba una foto amasando nixtamal rojo para hacer enchiladas potosinas. La decisión de votar por alguien vale mucho más que cualquier selfie.
Hace algunos días, Salvador Camarena apuntaba a la falta de originalidad en los discursos. Todos sin excepción hablan de corrupción como si estuvieran descubriendo el hilo negro. También se piden disculpas por los corruptos, se deslindan de ellos y si te vi, ni me acuerdo de ti. Se habla de soluciones mesiánicas o purezas que ni los mismos ángeles del cielo presumirían tener, por pudorosos. Puros lugares comunes, al menos hasta ahora. Es aún temprano como para decir que la ausencia de discurso claro es tendencia, pero sí resulta preocupante que no se vean aún trazos de temas que marcarán la agenda. La semana pasada Reyes Heroles apuntaba la extravagancia de coaliciones y lo deforme de algunas alianzas. Ya no se sabe a ciencia cierta si se está votando por la izquierda, la derecha o todo lo contrario. No malentendamos, el diálogo que lleva a la gobernanza se forma con el intercambio de temas encontrados de las ideologías de cualquier esquina, pero tampoco podemos negar que lo que a últimos meses hemos visto, resulta confuso, por decir lo menos. Reyes Heroles está preocupado porque la gente, llegado el momento, vote siguiendo la máxima de “se ve”: se ve decente, se ve jovial, se ve simpático. Si la inquietud resulta profética, entonces las fotos en Instagram, Twitter y Facebook sí resultarán determinantes; sin embargo, espero encontrar en este pueblo, que me niego a calificar de superfluo, esbozos de sensatez. Como los que de repente tiene uno.