Estaba escribiendo enjundiosamente (busqué la palabra para no equivocarme) sobre la rabia interna que me produce escuchar (las pocas noticias que por prescripción personal he dejado), acerca de candidatos o posibles candidatos a diferentes puestos. Escuchar sobre alianzas y coaliciones, unas aquí “bien vistas” pero “allá no tanto”.
Sin coherencia ni congruencia se han venido desarrollando campañas y precampañas y la verdad me da horror escuchar nombres, partidos y puestos que se colocan en charola como el menú de cualquier restaurante. Un menú que se nos va a atragantar si decidimos ordenarlo al mesero.
Pero decidí que no voy a violentar ni mi espíritu ni mi hígado con esta tortura mental que aparece mañana, tarde y noche por donde nos asomemos. Lo dejo en la confianza en que cada lector que pase por aquí y los que no también, se tomen el tiempo de poner en una matriz imaginaria a todos estos aspirantes y recolectar tanto sus virtudes “reales” (no promesas) vs. sus “nichos de oportunidad” (como dirían en el tec de Monterrey). Registrar aquello que tuvo oportunidad de hacer y no hizo o no ha hecho; registrar su historia y en lo posible su “historial” (de tenerlo). Y además todo lo que hizo acertado o no para la sociedad.
Lo anterior con el fin de ser objetivos o cuando menos elegir el menos malo, no sólo en el plan personal, sino de comunidad. Porque aquí no es aplicable que si le va bien a uno les va bien a todos.
Usted solo acuérdese de la última vez que fue testigo o experimentó la promesa de una autoridad en campaña; observe su entorno, el cuidado de camellones; la iluminación, la tranquilidad o ausencia de ésta cuando sale a carretera o a dar la vuelta al perro. Juzguemos desde la experiencia y no desde la esperanza. Sobre los hechos y no sobre las ilusiones. Sobre las obras y no sobre los deseos.
Pongamos en una balanza (como la que tiene en sus mano el emblema de la Justicia) todo aquello que consideramos positivo, y observemos su inclinación.
Así que elijan con un sentido de comunidad o de “embarcación nacional” pues como con el Titanic: no importa si vamos en cabina de lujo o en la sala de máquinas: todos nos ahogaremos. Que luego no tenga que haber queja de cómo estamos y sobre todo, piensen más allá de lo que trae una recompensa inmediata e individual con el triunfo de uno u otro personaje.
Así que: “namasté, paz y amor, vayan con Dios, hare krishna, que la fuerza los acompañe y hasta el infinito y más allá”. Inhalemos y exhalemos antes de emitir nuestra elección en una casilla.
-Por cierto, “enjundia” – y cito- , se refiere a la gordura que tienen las aves en la overa lo más sustancioso de algo material.- para pensar eso de la enjundia.
Sin coherencia ni congruencia se han venido desarrollando campañas y precampañas y la verdad me da horror escuchar nombres, partidos y puestos que se colocan en charola como el menú de cualquier restaurante. Un menú que se nos va a atragantar si decidimos ordenarlo al mesero.
Pero decidí que no voy a violentar ni mi espíritu ni mi hígado con esta tortura mental que aparece mañana, tarde y noche por donde nos asomemos. Lo dejo en la confianza en que cada lector que pase por aquí y los que no también, se tomen el tiempo de poner en una matriz imaginaria a todos estos aspirantes y recolectar tanto sus virtudes “reales” (no promesas) vs. sus “nichos de oportunidad” (como dirían en el tec de Monterrey). Registrar aquello que tuvo oportunidad de hacer y no hizo o no ha hecho; registrar su historia y en lo posible su “historial” (de tenerlo). Y además todo lo que hizo acertado o no para la sociedad.
Lo anterior con el fin de ser objetivos o cuando menos elegir el menos malo, no sólo en el plan personal, sino de comunidad. Porque aquí no es aplicable que si le va bien a uno les va bien a todos.
Usted solo acuérdese de la última vez que fue testigo o experimentó la promesa de una autoridad en campaña; observe su entorno, el cuidado de camellones; la iluminación, la tranquilidad o ausencia de ésta cuando sale a carretera o a dar la vuelta al perro. Juzguemos desde la experiencia y no desde la esperanza. Sobre los hechos y no sobre las ilusiones. Sobre las obras y no sobre los deseos.
Pongamos en una balanza (como la que tiene en sus mano el emblema de la Justicia) todo aquello que consideramos positivo, y observemos su inclinación.
Así que elijan con un sentido de comunidad o de “embarcación nacional” pues como con el Titanic: no importa si vamos en cabina de lujo o en la sala de máquinas: todos nos ahogaremos. Que luego no tenga que haber queja de cómo estamos y sobre todo, piensen más allá de lo que trae una recompensa inmediata e individual con el triunfo de uno u otro personaje.
Así que: “namasté, paz y amor, vayan con Dios, hare krishna, que la fuerza los acompañe y hasta el infinito y más allá”. Inhalemos y exhalemos antes de emitir nuestra elección en una casilla.
-Por cierto, “enjundia” – y cito- , se refiere a la gordura que tienen las aves en la overa lo más sustancioso de algo material.- para pensar eso de la enjundia.