Ingratos, torpes y cobardes…

Oscar G. Chávez
Como más declamador que reportero, y como un gran actor de la indignación moral, definió el inefable Carlos Monsiváis a Roberto Blanco Moheno (1920-2001), periodista nacido en Veracruz, pero formado en la capital del país dentro de los diarios Excélsior, Universal y la revista Siempre!
Al margen de su carrera como periodista dejó una gran cantidad de libros vinculados a la temática revolucionaria y postrevolucionaria, entra los que destacan aquellos que tienen como elemento central el telón del cardenismo. Quizá la más conocida sea Cuando Cárdenas nos dio la tierra, 1952, Tlatelolco historia de una infamia, 1969, y La corrupción en México, 1979; todavía en 1991 publicó Iturbide y Santa Anna, los años terribles de la infancia nacional.
Otra de las obras de su autoría que merece cierta atención es Autopsia del periodismo mexicano, publicado en 1961 por Libro Mex-editores; en la que rescata una gran cantidad de sus artículos publicados en los semanarios Siempre!, que dirigía José Pagés Llergo, e Impacto. Dos de los textos allí publicados aunque hacen referencia al año 1958, no han perdido vigencia en el entorno potosino; ambos curiosamente haciendo alusión a San Luis Potosí, y a un potosino.

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El artículo publicado el 24 de diciembre de 1958, en Impacto, llevó por título “¡Una entrega a la reacción! El caso de San Luis”, en él señala que la situación imperante en ese momento en San Luis Potosí, no sólo existe por los hechos de Gonzalo N. Santos, sino también por los de los opositores, hechura del propio Santos.
Debo justificar la anterior afirmación [la crisis de San Luis Potosí], lo sé: ante todo, quiero decir que uno de los líderes del movimiento inicialmente planeado contra el cacique Gonzalo N. Santos, el señor Gómez del Campo, es hechura absoluta del propio Santos. A los demás no los conozco, pero el lector debe tomar en cuenta que siendo Santos el cacique-patriarca hace muchos años, desde que heredó tal situación de Cedillo, no hay en San Luis Potosí –salvo excepciones brillantes que de ningún modo encontramos en las filas de este movimiento– un solo elemento político que no sea hijo suyo, o hijo del cedillismo, lo que es peor. Resulta claro, entonces, que este movimiento contra Santos está encabezado por hijos suyos en lo político.
Las similitudes y lo cercano o lejano a nuestra realidad actual, dejo al lector sacar sus conjeturas, que bien pueden aplicar, desde la óptica que gusten, y desde cualquier postura de oposición, a algunas de las circunstancias electorales por las que atravesamos en este momento.
Curiosamente el día de ayer, el notorio notario Eduardo Martínez Benavente señalaba: Los empresarios que asistieron hoy al desayuno para cuerpear a los Gallardo no podrán quejarse de que son extorsionados, ni de la inseguridad y corrupción que sufrimos los potosinos […] como si los empresarios no supieran que Gallardo los detesta. Pobre San Luis.
Quizá con grupos e ideologías distintas, Blanco Moheno, rubricó también su texto: Y el de San Luis es un episodio más en la lucha entre conservadores y liberales, un episodio en que los conservadores han triunfado porque los liberales fueron ingratos, torpes y cobardes!...

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Los tiempos electorales despiertan todo tipo de acusaciones, críticas, denuncias, y señalamientos a los actores principales; la lucha electoral del año 1958 en la Ciudad de México, en la que contendían por el XVIII Distrito Electoral, del entonces Distrito Federal, Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal (potosino), y Jorge Carrión Villa, no fue la excepción. En el texto publicado por el mismo Roberto Blanco, el 21 de mayo en Impacto, hace algunos señalamientos sobre la personalidad y capacidades de los contendientes.
Si bien, tundió de manera certera y hasta salvaje a Gómez Morín un experto banquero, un “sabio ateniense” de la Universidad, un experto creador de monopolios –el de cerillos, por ejemplo– y el más conspicuo fundador, o refundador, del partido maximilianista que todavía mueve la colita, el potosino Castro Leal no salió para nada bien librado; el PRI, su partido promotor, mucho menos. En pocas líneas lo redujo a piltrafa política.
Pero el colmo no para ahí. Tras quince días de afanosa búsqueda, el PRI, cometiendo al parecer un pifia imperdonable, presentó la candidatura de don Antonio Castro Leal, un erudito bibliófilo que sabe en qué día de qué año compuso Díaz Mirón cada uno de sus poemas, pero que, me temo, ignora la realidad de México con esa ingenuidad propia de los sabios especialistas cuyo primer ejemplo fue Tales de Mileto, quien a fuerza de saber tanto de astronomía a puro mirar las estrellas, cayó en un pozo para ahogarse de la manera más trágicamente cómica que alcanzó la crónica de la sabiduría.
Dejo también abierta la interpretación de las líneas anteriores, mucho lamentaría que alguien me increpara pensando que me refiero a...; lo cierto es que algo nocivo deben tener los aires potosinos que nos afectan de tal forma que llegan a incapacitarnos, al grado de poder morir –políticamente desde luego– de la más absurda de las formas, incluso a quienes se pensó podían ser brillantes.

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El que quiera entender que entienda, y el que quiera pensar que se aludió a tal o cual personaje de vigencia que lo haga; lo cierto es lo simple: la intención sólo fue rescatar unos sencillos textos periodísticos de hace sesenta años, que hacían referencia a San Luis Potosí, y a un potosino.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social; disfrútenlo pero no se excedan.