Joyas y gallinas

“La realidad de un lugar es
distinta de su mitología.”
Martin Parr

Hace 80 años, el 18 de marzo de 1938, Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de todos los bienes de las empresas petroleras en nuestro país. Justificó la medida porque éstas no habían acatado un fallo de la Suprema Corte de Justicia que ratificaba un laudo laboral a favor del sindicato. El sindicato exigía un aumento de 26 millones de pesos en sueldos y prestaciones que las empresas decían era imposible de pagar. “Pero, inevitablemente, el nacionalismo tuvo que hacer unas concesiones a la realidad económica. Tras la expropiación, no sólo se pospuso indefinidamente el aumento, sino que los salarios fueron recortados” (The Prize, Daniel Yergin, 1990).
Cárdenas había venido preparando la medida. En 1936 promulgó una Ley de Expropiación para dar la vuelta a otro fallo de la Suprema Corte, el cual había determinado que el artículo 27 de la Constitución que declaraba los bienes del subsuelo “propiedad de la Nación” no podía aplicarse de manera retroactiva. Para forzar la expropiación, el presidente promovió el movimiento sindical que llevó a la confrontación con las petroleras.
La acción pudo fructificar gracias al momento geopolítico. La segunda guerra mundial estaba a punto de estallar y los gobiernos de las potencias occidentales no quisieron abrir un nuevo frente en su previsible contienda con los países fascistas. Tampoco querían prescindir del petróleo mexicano. Por otra parte, Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos, simpatizaba con algunas de las posiciones políticas de Cárdenas.
Cárdenas prometió indemnizar a las petroleras en 10 años, como lo señalaba su propia Ley de Expropiación. El 19 de abril de 1938 organizó un mitin frente al Palacio de Bellas Artes en el que miles de mujeres hicieron aportaciones para pagar la “deuda petrolera”. Algunas entregaron joyas y una, de origen humilde, una gallina. De ahí surgió el mito revolucionario de que el pueblo pagó la expropiación “con joyas y gallinas”.
En realidad, las aportaciones ciudadanas contribuyeron apenas unos 2 millones de pesos para indemnizaciones que ascendieron cuando menos a 159 millones de dólares y se alargaron décadas. El último pago a la empresa anglo-neerlandesa Shell se saldó en 1962.
La producción no se desplomó. Si bien Cárdenas creó un monopolio gubernamental, Petróleos Mexicanos, el 7 de junio de 1938, siguió permitiendo la inversión privada gracias a los contratos de riesgo, que él mismo inventó y se convirtieron posteriormente en norma para la industria internacional. Adolfo López Mateos, sin embargo, los prohibió en 1960. La producción ya no fue capaz de mantener el paso de la demanda. En 1966 México dejó de exportar petróleo y en 1971 lo importó. Solo el descubrimiento casual del enorme yacimiento de Cantarell, en la sonda de Campeche, permitió revertir la situación.
Las restricciones a la inversión debilitaron a la industria petrolera. Pemex no ha logrado ningún hallazgo que permita compensar el agotamiento de Cantarell. La reforma energética, en cambio, ha generado nuevos compromisos de inversión por cerca de 200 mil millones de dólares, algo que el Pemex monopólico no habría podido siquiera soñar.
La expropiación ha generado mitos históricos que el viejo PRI usó para justificar sus privilegios, pero si México quiere seguir siendo un productor de petróleo tendrá que ser mucho más eficiente. Mientras sigamos pensando que el monopolio se pagó con joyas y gallinas estaremos atados de manos para construir una industria petrolera moderna.

Pinches reformas
De descalificar las concesiones petroleras como un “atraco”, López Obrador y su equipo han pasado a señalar que revisarán los contratos. Pero Paco Ignacio Taibo II nos recuerda que Morena ha votado por echar atrás “todas las pinches reformas neoliberales”.

Twitter: @SergioSarmiento