La cama de Procusto

Esta semana recibí y compré muchos libros. Unos de parte de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México (por el concurso Tweet por Viaje), otros comprados en librerías de viejo y otros más de parte de Editorial Morbo, cuyo director, José Landa, tiene interesantes planes para lo el año siguiente y lo que resta de este. Novela, ensayo, cuento y poesía, de todo. Ya lo comentaremos aquí o en el blog según vaya leyendo o revisando el material.

Procusto fue hijo de Poseidón, dios de los mares, Como hijo de un dios, era corpulento, y le gustaba hacer gala de su fuerza sobre los simples mortales. Para robarlos, invitaba a viajeros solitarios a su cabaña, en lo alto de la montaña.

Allí les ofrecía una cama para descansar, pero ya en ella los ataba a las esquinas de la cama y los “ajustaba”: si eran muy altos les cortaba los pies y la cabeza: si eran muy bajitos, los estiraba hasta que “dieran el ancho” (o el largo). Hay versiones incluso de que tenía dos camas, con tal de satisfacer su deseo de matar al que “no encajaba”, una pequeña para los altos y una grande para los chaparritos.

Hasta que llegó el héroe Teseo (el mismo que acabó con Asterión) y le aplicó a Procusto una sopa de su propia medicina. Lo tendió en la cama (si la cama estaba tendida o no es algo que no dice la leyenda) y le cortó la cabeza.

Su psicopatía —la de Procusto, no la de Teseo, que igual merece ser analizada, véase si no el cuento La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges— hoy es conocida como el síndrome de Procusto (“desprestigiar, rechazar e incluso despreciar a aquellas personas que no son iguales porque sobresalen en determinado tipo de capacidades”) y su instrumento de tortura dio pie a la falacia llamada la cama de Procusto: deformar la realidad para que se ajuste a la hipótesis, a la creencia de una persona o de un grupo.

Y así andamos en el trabajo, en la escuela, en la política. A la defensiva, con prepotencia, deformando la realidad a nuestro antojo, creyendo que lo que creemos es la verdad verdadera del mundo mundial y frenando al que consideramos un peligro.

Ni la literatura o el arte se salvan, pues en el mundillo cultural (o, como dice Humberto Mussaccio, la República de las Letras) hay muchos que padecen ese síndrome y tratan de evitar que los otros estén a la altura. Cortan los pies o las alas, o estiran a algunos inhumanamente.

Esta semana en las redes he leído de todo. El golpe de estado en Sonora o la liberación del Kraken, que diga, de Elba Esther Gordillo. Mentiras magnificadas a sabiendas, insultos, conspiraciones elucubradas por resentimiento, exigencias que no cumplimos en nuestra casa; pero también mensajes de esperanza, buenas vibras, ciertamente opacadas por el veneno que sueltan tantos enanos del tapanco mediante sus mediáticos megáfonos.

Es fácil dejarse llevar por la ira y la burla, pero no es fácil tratar de crecer como personas. Nos va a llevar tiempo, tiempo no medible en días o sexenios.

Aunque no voté por él, tenía esperanza en que Vicente Fox, “el presidente de la transición” hiciera un buen papel. Mucha gente creyó que con otro partido habría un cambio. Muy pronto se vio que no fue así.

Hoy se presenta una nueva oportunidad, aunque, como ya hemos dicho, se enmarca en el mismo sistema, que tiene raíces que alimentan a todos los partidos e instituciones. Ya veremos si se logra quitarlas o solo cambia el color de las flores.
Nos merecemos un cambio real, en todos los niveles.

Leo las críticas a los posibles funcionarios del próximo sexenio, y pongo interés en los que estarán a cargo de los rubros culturales. A muchos no los conocía, de pocos aplaudo el nombramiento y unos más me dan escozor. No necesariamente un artista es buen administrador, y hay administradores con sensibilidad para prestar atención a más sectores.

El que alguien sea “muy culto” no es garantía. Ya lo hemos visto en otras administraciones a nivel estatal y municipal, donde por cierto ojalá se vuelva a separar la Dirección de Cultura de la Turismo, para que se le dé la importancia que merece.

Pocas personas merecen ser defendidas a ultranza, y casi siempre están a nuestro alrededor.
Así escribió Gabriel Celaya:

“Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?

La crítica, bien fundamentada, ayuda a crecer. Y la autocrítica, igual. Hay que practicarlas. Los funcionarios van y vienen, y todos algo tenemos que aportar a la sociedad. El poder político depende del poder económico y el sistema de justicia y de seguridad a los derechos culturales no pueden seguir siendo apéndices del político, ni los intelectuales comparsas.

No sé. Habemos quienes queremos soñar sin tener que ajustarnos a las reglas de altura (o anchura) de otros. Algunos para eso escribimos. Para eso algunos estudian, viajan, le dan duro a la “talacha”. Solo queremos descansar en nuestra cama sin miedo. para luego trabajar y proponer y seguir soñando.

Posdata 1: Desde este lunes 13 se abren las inscripciones para un nuevo periodo del taller de Iniciación a la Escritura en el Centro de las Artes Centenario de San Luis Potosí, bajo la coordinación de este columnista, corrector y escritor fantasma. Como ya es tradición, será los sábados de 11:00 a 14:00 horas.

Posdata 2: Si no pueden los sábados, comuníquense a mi correo electrónico, a ver si armamos otro taller entre semana, quizá de 17:00 a 20:00 horas. Ustedes dicen si compartimos, café, galletas, lecturas y creación.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx
Twitter: @corazontodito