La imaginación contraataca

Seguimos en esta columna con algo de desintoxicación política, que ya vendrán días en que algo debamos comentar. Por lo pronto, démosles a las palabras algo de esa función poética que parecen desconocer la mayoría de candidatos, fans y voceros.
La invitación de hoy es a leer y a ver películas. Como escribió Ricardo Piglia en El último lector: “La vida no se detiene, diría Kafka, solo se separa del que lee, sigue su curso. Hay cierto desajuste que, paradójicamente, la lectura vendría a expresar”.
En días pasados murieron los creadores Sergio Pitol y Milos Forman, con un legado que debe ser revisitado, distribuido y analizado entre quienes no los conocieron y quienes lo disfrutamos ya. No sé si se conocieron, pero ambos fueron contemporáneos: el primero, escritor mexicano (Puebla, 1933) y el segundo, cineasta checo (Cáslav, 1932). Fueron viajeros (por obligación o por gusto) y traductores (en el más amplio sentido de la palabra): fueron ciudadanos del mundo que no se conformaron con una sola forma de decir, con un solo lenguaje, con una realidad impuesta por alguien o “álguienes”.
Ambos creadores hicieron obra pausada, se dieron tiempo para traducir, para idear imágenes y colocar palabras sin las prisas de tantos artistas que confunden cantidad con calidad, o que solo piensan en mantener su presencia en la disciplina que practican.
Ambos hicieron ficción: contaron historias y crearon estructuras para contarlas. Hicieron poesía, aunque no escribieran poemas. La poesía va más allá de algunos versos. Además de a Piglia y a Pitol, leo en estos días La lámpara hacia abajo, de —mi querido amigo y admirado maestro— Luis Cortés Bargalló, un poemario que recibió el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra publicada. De allí retomo:

“Y se dice que los sueños
se originan justo en las fisuras
cerebrales donde nace la palabra.
Pero el sueño y el poema
que me sueña, dice
que me digo —como ahora—
son también origen y fisura
más adentro. Nacen. Originan…”

Sergio Pitol vivió sus últimos años en Xalapa, Veracruz, tras viajar por buena parte del mundo y traducir del polaco, ruso, chino, inglés, húngaro y el italiano. Recuerdo que la primera versión en español que leí de Alicia en el País de las Maravillas era de él, con todo y un maravilloso prólogo. Fue autor de libros de cuento, ensayo, y cinco novelas: El tañido de una flauta (1972), El desfile del amor (1984), Juegos florales (1985), Domar a la divina garza (1988) y La vida conyugal (1991).
Se instaló entre mis autores de cabecera con El arte de la fuga (1996) y El mago de Viena (2005), dos de sus libros de memorias (los otros son Pasión por la trama, 1998; El viaje, 2000; Una autobiografía soterrada, 2010, y Memoria: 1933-1966, 2011). Autobiografía, periodismo, cuento y ensayo. Todo en estas palabras de alguien empático. Una mente amiga, brillante. Una mente cercana.
Pedía no confundir redacción con escritura, pues la primera “no tiende a intensificar la vida”, es confiable y busca darle solo un sentido a la palabra, mientras la segunda intensifica la vida, se asienta en la polisemia y “se goza en el delirio, en la oscuridad, en el misterio y el desorden”. Bien comentó en El arte de la fuga: “Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Bajtin, dejar un testimonio personal de la constante mutación del mundo”.
Milos Forman hizo en total una veintena de películas, la mitad de ellas en Estados Unidos a donde migró tras la guerra; destacan entre ellas Atrapado sin salida (1975), Hair (1979), Amadeus (1984), Larry Flint: el nombre del escándalo (1996), El lunático (1999) y Goya y la Inquisición (2006).
Las imágenes de la locura en el manicomio, las miradas y los silencios de Atrapado sin salida me atraparon, como me liberó el bebedero lanzado contra la ventana. El conflicto entre Mozart y Salieri a muchos (atrapados sin salida en las búsquedas personales y artísticas) nos cimbró. La pandilla de Hair me convenció de que nací fuera de tiempo, de que debí ser hippie.
Esta es parte de una entrevista al director checo:

“Tienes que decidir realmente dónde quieres vivir: si quieres vivir en la jungla o en el zoo. Porque si quieres la belleza, la libertad, la jungla es tu mundo. Pero allí estás en peligro, tienes que vivir con serpientes, tiburones, tigres, zorrillos… mosquitos, sanguijuelas. Si quieres estar seguro tienes que vivir en el zoo… Conseguirás algo de comer todos los días... Tienes que trabajar duro, pero vives detrás de los barrotes y, lo que es maravilloso, sueñas con la belleza de la jungla. Ahora lo que sucedió fue que las barras se abrieron y todos corren tras el sueño. Y de repente, bueno, sí, es hermoso: soy libre de ir donde quiera, hacer lo que quiera, pero ¿a dónde quiero ir? Y la gente tiende a, ya sabes, irse de vuelta. Y te sorprenderás de cuántas personas prefieren vivir en el zoo, no están listos para pagar la libertad; piensan que debería ser gratis, aunque, por supuesto, nunca lo es...”

“El peor mal es —y es producto de la censura— la autocensura, porque se enrolla en mi espina dorsal, destruye mi personaje y porque tengo que pensar algo más y decir algo más, tengo que controlarme siempre a mí mismo”, dijo Forman sobre la libertad.
“El novelista deberá entender que la única realidad que le corresponde es su novela… todo lo vivido, los conflictos personales, las preocupaciones sociales, los buenos y los malos amores, las lecturas y, desde luego, los sueños, habrán de confluir en ella”, complementa Pitol.

Posdata: este sábado 21 da inicio el taller de Iniciación a la Escritura en el Centro de las Artes, coordinado por este columnista. Y hay convocatoria abierta para dos talleres, también con este crimentalista: uno de textos literarios y otro de textos académicos. ¿Quién dice yo?

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