La sinfonía política (y sus bemoles)

“Yo no evoluciono: viajo”, escribió Fernando Pessoa. He estado viajando, y tomando notas de muchas personas y lugares. Paisajes e historias de vida. Ha sido enriquecedor. Ahora sigue reflexionar, contrastar, escribir. Como dijo el mismo Pessoa (u otro, quizá uno sus heterónimos), “ahora que he visto todo y probado todo, tengo el deber de replegarme sobre mí mismo, de trabajar mientras pueda, en todos los campos a mi alcance”.

Van apenas tres semanas de las elecciones y hay mucho hay que platicar en el plano político. Son tiempos interesantes. Hacienda autorizó un aumento salarial a funcionarios federales de primer nivel, retroactivo a enero. Falsificar firmas cuesta 4 mil pesos, según la multa del INE a “candidatos independientes”. El EZLN emitió un comunicado. Los empresarios advierten. Jueces y otros funcionarios amenazan para que no se les baje su insultante sueldo.

Contradicciones en el equipo de transición del virtual presidente electo, y sobre todo, aparentes transacciones opacas para los damnificados del sismo han dado mucho material a los militantes (o simpatizantes) de otros partidos para atacar al ganador. Mucha descalificación. El insulto prima sobre la objetividad y la búsqueda de cambios en el sistema.

Y sí, todos defienden a su partido y atacan al otro, sin autocrítica. El sistema es el mismo, y todos los grupos han estado inmersos en una cultura política caudillista (priista), donde no se vale cuestionar la estructura: cuando nos atacan es guerra sucia y cualquier dicho o papel nos sirve de prueba para mostrar que “el otro” es “el malo”, hablamos desde el Yo (mi sueldo, mi forma de vida) cuando deberíamos hablar desde el Nosotros social.

Pareciera que seguimos en la época revolucionaria, donde lo que diga “mi comandante” se debe obedecer sin chistar.

Muchos beneficiarios del poder siguen sintiéndose una casta intocable. Y tienen voceros. Hablan desde el desprecio y no se dan cuenta. Pareciera que sigue vigente lo escrito en 1959 por Fernando Benítez en El rey viejo, del que comparto unos cuantos fragmentos de las reflexiones finales del narrador:

“La mentira es el cáncer que roe las entrañas de México y en esa mentira participamos todos. […] Los generales, los jueces, los ministros, los legisladores forman parte de la fachada […] ¡Qué elogios entonan a su honradez y a su inteligencia! ¡Cómo aman a la patria y cómo se sacrifican por ella! […] Esta es la fachada.

La fachada democrática con su hermoso palacio de justicia, sus dos cámaras donde brillan en letras de oro los nombres de los héroes […] pero detrás de esta noble y clásica fachada sólo existe una realidad hecha de mentira y traición en la que todos, de algún modo, participamos […] ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que la mentira acabe por devorarnos?”

Sí. Lo del fideicomiso de Morena tiene que quedar aclarado, y dado a conocer. Una de las exigencias de cambio es transparencia y rendición de cuentas. Que en su caso, con pruebas e imparcialidad, se sancione, como el presunto lavado de dinero del ex candidato panista, la corrupción de ministros y gobernadores o tantos fideicomisos que se han creado con el apoyo implícito o explícito de estructuras partidistas y gubernamentales.

Sigo la parábola de Benítez: no más remozamiento de fachadas. La estructura es lo que falla. Otro temblor no lo soportaríamos.

Hacer política, dice André Comte-Sponville (Sobre el cuerpo, apuntes para una filosofía de la fragilidad), es “someterse al grupo. No hay política individual […] y la política es, por esto, una escuela de humildad”. Por lo mismo, “el mejor grupo es el menos malo. E incluso tenemos el derecho a equivocarnos, a cambiar de opinión”.

El autor dice que es imposible el gobierno de los mejores, y que, imperfecto y todo, “el mejor régimen posible es el poder de todos”, es decir, el democrático. Esto, aclara, “al menos mientras no pretenda que la mayoría tenga razón”. Porque “la sociedad no es razonable, ninguna sociedad […] Una sociedad ideal sería irracional. La utopía es locura: el ideal no existe. Pero esto no es razón para no actuar”.

En una democracia, sigue Comte-Sponville, “se trata de contabilizar, no de admirar. La aritmética, garantía de paz”.

“El peligro consiste en creer que el número de votos coincide con el mérito. No tiene nada qué ver, y es bueno que sea así. Si el electo fuera siempre el más inteligente, el más competente, el más valeroso, el más justo… ¿cómo negarle el vasallaje? Si fuera necesario admirar y obedecer al mismo tiempo, ¿cómo no caer en la servidumbre? […] Nos preserva de esos peligros: la mediocridad de los políticos”.

Y concluye: “La felicidad no se hereda, se inventa. Es un asunto de soledad. […] Transmitamos lo que se puede transmitir: la Tiera, la vida, la cultura. Para que la sociedad sea noble, si eso es posible, dentro de dos mil años. Pero seamos felices hoy”.
Me parece que así debe ser. ¿Podremos?

Posdata 1: Felicidades al colega Daniel Zavala Medina, profesor de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispanoamericanas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas por Soberbios ojos de tigre: cinco ensayos sobre La sombra del caudillo. Otros estimados colegas que fueron premiados son Luis Felipe Lomelí (Ensayo Literario) y Carlos Velázquez (Obra Publicada).

Posdata 2: en lo local, ojalá haya cambios. Legislativo y ayuntamientos presentan nuevas fisonomías, nuevos pensares (con todo y algunos que no han funcionado mas lograron el voto mayoritario). Ojalá lo sepan aprovechar.

Posdata 3: es la columna 104, es decir, cumplimos dos años. Gracias.

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