La tercera transformación

“Ha despertado al tigre, veremos si es capaz de domarlo”.
Parece una frase de cualquier opinador profesional en el México actual, pero se supone que la dijo Porfirio Díaz, retador.
Este martes se cumple un aniversario más de la Revolución Mexicana. El movimiento armado al que convocó Francisco I. Madero desde San Luis Potosí y que dio pie a un régimen camaleónico, que ha vivido más de cien años, y que ha dado una imagen a México ante el mundo. Del aparente socialismo de Cárdenas al neoliberalismo actual, el partido oficial y sus opositores han vivido a la sombra de generales, caudillos y caciques, del nacionalismo y las promesas sexenales.
Quizá podríamos empezar por preguntarnos: ¿qué es una revolución? ¿La mexicana lo fue?
Quitar a uno para poner a otro que resulta igual o peor no suena mucho a revolución, que digamos. Supondríase que revolución es un cambio estructural. Y sí, ha habido cambios, tampoco se trata de negarlos, pero hay que ver las motivaciones de cada participante en “la bola”.
Madero, Villa, Zapata, Huerta, Carranza y hasta Cárdenas, son las caras más reconocibles de los grupos que participaron en la revuelta que duró 11 años… y según algunos el más revolucionario era Zapata, quien sí buscaba cambios reales, en la repartición de la tierra y el respeto a los indígenas y campesinos.
La época de los generales con poder político se dejó ver en otros aspectos sociales y políticos. Los murales y los libros son algunos de los productos que utilizó el partido emanado de la revolución y devenido a lo que el Nobel peruano Mario Vargas Llosa bautzó como “la dictadura perfecta”, ante la cara descompuesta de su homólogo Octavio Paz.
La revolución vá más allá de los bigotes postizos, el rebozo y los discursos de ocasión. En San Luis Potosí hay estatuas y calles que la conmemoran. Está la escultura gigante de revolucionarios parapetados en Tata Nacho y el Francisco I. Madero afuera del Centro de las Artes, además de otras conmemoraciones menos llamativas y, por lo mismo, descuidadas, como sucede con la estatua de Emiliano Zapata.
Va una digresión. Otra. A propósito de monumentos de héroes, y a propósito de la muerte de Stan Lee, santo patrón de los cómics de superhéroes, ¿es necesario el recordar los nombres de los generales cuando las tropas son las que mueren? ¿Son personajes necesarios o simple culto a la personalidad? ¿Cuáles son los valores que pregonan y cuáles representan?
Perdón, pero comentaba a propósito de la muerte de Stan Lee que a veces pienso que, como Walt Disney, fue una especie de Dr. Frankenstein: fue un gran contador de historia, pero secuestró y le dio vida a una criatura que se le salió de las manos. Nuestra forma de acercarnos a los héroes míticos y a los cuentos para niños se industrializó.
Quizá, como Disney, Stan no murió y espera criogenizado volver con superpoderes.
Mejos sigamos. “Algún día llegarán al poder hombres de honor, de moralidad y de conciencia; algún día serán cumplidas las promesas y respetados los juramentos, algún día las ideas serán hechos y la Constitución una verdad”, aseveró Ponciano Arriaga. El liberalismo, de amplia tradición en San Luis Potosí, y que dio pie a la se búsqueda de otros caminos políticos y sociales, hoy se ha camuflado entre los partidos políticos, donde pocos lo llevan a la práctica; es, más bien, una bandera.
Dicen María Isabel Monroy y Tomás Javier Calvillo en su Breve historia de San Luis Potosí:

“Desde 1899 Juan Sarabia, a sus 17 años, expuso sus ideas en el periódico El Demócrata. A partir de entonces, la corriente del pensamiento liberal radical que ponía énfasis en las demandas sociales recorrió el territorio potosino. Al año siguiente, Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama y Humberto Macías Valadez fundaron el Club Liberal Ponciano Arriaga, que facilitó la organización del Congreso Liberal en la capital potosina en 1901. En este club liberal también participaron otros potosinos como Antonio E. Alonso y José María Facha”.

Hoy, según la promoción discursiva del gobierno que entrará en funciones el primero de diciembre, se habla de la Revolución Mexicana como una “tercera transformación” en México. Como frase promocional es muy buena, pero la cuarta transformación es una más de las tantas que ha tenido (y sufrido las más de las veces) nuestro país. Ya ha habido alternancia, algunos cambios, pero un gobierno que llega con las reglas del sistema tiene que adaptarse, y entonces no hay que esperar que sea una revolución. Hablar de poderes fáctivos no es conspiranoia: la economía es primero en este sistema en el que nos tocó vivir.
Igual otros partidos, igual otros niveles de gobierno: o se adaptan o negocian o rompen de plano con inercias, pero para eso se necesita coraje, el apoyo de diversos sectores sociales. Revolución es giro, es cambio.
Hoy parece que seguimos en “la bola”, parapetados cada cual con su grupo, disparando a todo el que no es del regimiento. El pensamiento caudillista caló hondo y es necesario sacudírselo.
“Para servir a la patria nunca sobra el que llega ni falta el que se va”, dijo Venustiano Carranza. Y sí, hay que ver que se haga lo que se tiene que hacer. De frases publicitarias ya estuvo suave.
Faltan unos días ya para que entre en vigor la nueva administración federal, y ya se verá si hay una transformación verdadera para muchos y, sobre todo (como dice otra de sus frases promocionales) “para los que menos tienen”.
Ojalá. Ya sobrevivimos más de 100 años a la tercera transformación. A tantas otras, a diario.

Posdata 1: murió el gran escritor Fernando del Paso, hay que leerlo. Palinuro de México y Noticias del Imperio son novelas inmensas.

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