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Lo que no somos

Por Yolanda Camacho Zapata

Abril 23, 2024 03:00 a.m.

A

Si de algo podemos declararnos culpables, es de procurar ser lo que no somos. No se trata de negar que existe el cambio y con él la posibilidad de cambiar. De hecho, el anclaje al estado falso de permanente estabilidad, condena invariablemente a la más profunda frustración. No somos lo que fuimos e inevitablemente seremos otros. 

Sin embargo, anhelamos ser lo que no somos. El chaparro quiere ser más alto, la inteligente preferiría ser más  guapa, el tímido quiere ser extrovertido. Nada impide acercarnos a ser aquello que creemos nos vendría bien para ser más felices;  sin embargo, llega un momento donde nos damos cuenta que no podemos pelear con la médula espinal que acaba sosteniéndonos porque vamos a perder. Destruirla para convertirla en otra cosa corre el riesgo de dejarnos sin núcleo y entonces sí, no ser nada. 

Peor viene el cuento cuando no nada más queremos ser lo que no somos, sino que pretendemos que otros sean lo que no son para que así nos acomoden mejor. Desearíamos, quizá, que nuestros amigos fuesen más sencillos, que la pareja fuera más cariñosa, que los hijos fuesen más avispados. Y con tanto deseo, la claridad se nubla, las decisiones se tuercen y la vida se va haciendo un enmarañado sin fin ni principio. 

Me ha venido a la mente Desi, la protagonista de La Pasión Turca, novela de Antonio Gala. Desideria Oliván es una chica de Huesca, viviendo un matrimonio relativamente feliz, aunque sin los fuegos pirotécnicos que ella hubiese deseado. En un viaje de parejas con amigos a Turquía, conoce a Yamam, un guía de turistas con el que inmediatamente se involucra en una relación exclusivamente erótica, lo cual hubiese sido bueno, si Desi hubiese buscado únicamente eso, pero no. La pasión se vuelve obsesión y comienza entonces una historia de abusos y autodestrucción donde la protagonista soporta todo, consiente todo y renuncia a todo con tal de que Yamal y ella se conviertan en lo que no son. Pocas novelas he leído tan exasperantes en donde puede verse claramente cómo la protagonista se acerca al precipicio y ella ni por enterada se da, o quizá lo ve tan inevitable, que se entrega a la fatalidad sin resistirse. El final de la novela es crudo: Desideria termina con su vida. En las versiones televisadas hay finales alternativos, donde Desi se libera. Algún productor, alegando motivos éticos, decidió endulzar el final y hacerlo hasta glorioso.

Podemos cambiar. Seremos otros, pero difícilmente transformaremos nuestra esencia. Viviremos momentos de felicidad, pero también habrá dolor. Tomaremos decisiones y más nos vale hacerlas con brutal honestidad.  Así, entenderemos que en esta vida no hay productores que cambien nuestros finales y los hagan aptos para todas las audiencias.