Los enemigos de la gente

Para el presidente de EU el 80 por ciento de los medios de comunicación son “enemigos de la gente”, criaturas deshonestas que difunden fake news por criticar a la administración. ¿Cómo pueden los medios informar en tiempos de gobernantes demagogos que atacan su credibilidad?
“El remedio es hacer más reportajes serios sobre lo que él (Trump) está haciendo”, dijo Bob Woodward, editor asociado de The Washington Post y autor de Miedo, Trump en la Casa Blanca. El periodista legendario también fue clave en desenmascarar la corrupción y los abusos de poder que derrumbaron la presidencia de Richard Nixon.
El problema es que con los populistas es complicado ser equilibrado. “En los medios de comunicación ha habido una reacción emotiva hacia Trump. Demasiada gente está a favor o en contra de él, están perdiendo la cabeza”, asegura el decano Woodward.
Es verdad, un caso ilustrativo fue el choque entre el periodista de CNN, Jim Acosta, y el presidente en una rueda de prensa. Acosta “retó” la veracidad de cómo el Ejecutivo describe las caravanas de centroamericanos. El reportero quiso “desenmascarar” a Trump e intentó retener la palabra al punto de forcejear con una becaria que trató de quitarle el micrófono.
Trump lo insultó, descalificó y ordenó retirarle la credencial de prensa. Luego, CNN demandó al presidente para devolverle la acreditación a Acosta. El pasado viernes un juez ordenó regresar el pase de prensa al empleado de CNN por considerar que la Casa Blanca no tiene normas claras que definan en qué casos debe retirarse una acreditación. El juez señaló la falta de criterios para ejercer una acción más que aceptar que los derechos de Acosta fueron violados.
Claramente, hay un asalto a la libertad de expresión cuando el presidente llama “preguntas estúpidas o racistas” a los cuestionamientos que le disgustan. No obstante, algunos miembros de la prensa han caído en el juego y, como Trump, se suben al ring de la controversia.
Un periodista reporta, cuenta historias que reflejan con exactitud los hechos. Pero cuando se inserta como protagonista de la nota, sermonea a sus entrevistados y hace planteamientos en primera persona son signos inequívocos de que no hay profesionalismo.
Jim Acosta ha construido una rutina en la que no sólo cuestiona, sino que confronta a Trump. Su objetivo, como lo hace Jorge Ramos en español, es polemizar y presentarse como justiciero en clara autopromoción. No en vano estos personajes capitalizan sus vívidos relatos con jugosos contratos para escribir libros o dar conferencias bien pagadas. Hacen que el oficio gire en torno a ellos y no a la historia que cubren.
Un profesional hace la tarea, investiga, cuenta con datos sólidos para contextualizar sus preguntas, y no utiliza lo que sabe para iniciar una lucha de machos alfa. Aprovechar el púlpito mediático para establecer posicionamientos es buen activismo, pero nunca es periodismo.
En 2008, el periodista David Jackson reportó un posible conflicto de interés del entonces candidato presidencial, Barack Obama, al comprar su casa de 1.65 millones de dólares en Chicago. Su excelente trabajo se encumbró cuando interrogó a Obama, quien tuvo que dar explicaciones para evitar hundir sus aspiraciones por un escándalo. Jackson condujo su trabajo con impecable decoro, sin arrebatos ni payasadas.
El periodismo ofrece un servicio invaluable a nuestra sociedad al aportar información veraz y equilibrada. En tiempos de populistas que nos llaman “enemigos de la gente” no podemos darnos el lujo de contribuir a erosionar nuestra credibilidad. De lo contrario fracasamos en contribuir a la rendición de cuentas que, esa sí, es parte de la chamba.

Antonio Rosas-Landa Méndez

Twitter: @ARLOpinion