Mirador

El toro había saltado al ruedo con ímpetu y pujanza,
No salió, sin embargo, franco y claro.

Sus embestidas no son parejas. No embiste a los que debe embestir, y va contra otros, ciego. Se arranca con bravura y luego se frena de repente, lleno de mansedumbre. Toma un rumbo y en seguida va al opuesto. La menor cosa lo distrae.

Los aficionados de toda la vida están desconcertados, y en los tendidos las opiniones se dividen: unos aplauden los arranques del toro; otros critican sus caprichos, su volubilidad.
-Es peligroso -dicen unos.
-Esperen, esperen -piden otros.
Opinan los conocedores:
-Sea lo que sea, este toro es impredecible. Cualquier cosa se puede esperar de él.
Y añaden:
-Habrá que aprender a capearlo igual que se capea un temporal.
¡Hasta mañana!...