Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que miró en el microscopio una gotita de agua, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y continuó:
-El más necio de todos los pecados capitales es la envidia. Pone de mal humor al envidioso y enaltece al envidiado, que casi nunca se da cuenta de la envidia que causó.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-Los demás pecados mortales deparan alguna forma de placer al pecador. La envidia no proporciona goce alguno al envidioso, antes bien le retuerce las tripas, le arruina la digestión, le echa a perder el día y le quita el sueño por la noche. Se ha dicho que la soberbia es la madre de todos los pecados. Si eso es así, el de envidia es el más tonto de sus hijos.
Concluyó:
-Muéstrame un envidioso y te mostraré un pobre imbécil.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...
-El más necio de todos los pecados capitales es la envidia. Pone de mal humor al envidioso y enaltece al envidiado, que casi nunca se da cuenta de la envidia que causó.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-Los demás pecados mortales deparan alguna forma de placer al pecador. La envidia no proporciona goce alguno al envidioso, antes bien le retuerce las tripas, le arruina la digestión, le echa a perder el día y le quita el sueño por la noche. Se ha dicho que la soberbia es la madre de todos los pecados. Si eso es así, el de envidia es el más tonto de sus hijos.
Concluyó:
-Muéstrame un envidioso y te mostraré un pobre imbécil.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...