No hay límite para las sorpresas

Como sabemos, el plomo es un metal con propiedades físicas peculiares. Su peso específico, por ejemplo, es apreciablemente mayor que el de otros metales comunes como el hierro o el aluminio. Se caracteriza también por ser un metal suave, resistente a la corrosión y que funde a temperaturas relativamente bajas. El plomo es, además, un metal tóxico contaminante del medio ambiente.

El plomo ha sido utilizado por miles de años y de hecho es uno de los primeros metales empleados por nuestra civilización. Los romanos, en particular, hace dos milenios hicieron un uso liberal del plomo y, entre otras aplicaciones, lo emplearon para construir los tubos de la red de distribución de agua de la ciudad y en la fabricación de recipientes para elaborar edulcorantes hirviendo vino de uva. Esta última práctica habría provocado entre la elite romana enfermedades por intoxicación con plomo, que algunos han querido incluso ver como la causa del declive de Roma.

Al margen de esta especulación, sin embargo, de lo que sí se tienen evidencias firmes es que los romanos contaminaron al medio ambiente con desechos de plomo con sus prácticas de extracción y fundición de este metal. Dicha evidencia proviene de estudios de contaminación por plomo de los hielos del Groenlandia, que si bien está a situada muchos miles de kilómetros del punto en donde fueron generados los contaminantes, esto no impidió que las corrientes atmosféricas los llevaran hasta ahí en donde fueron atrapados por el hielo.

De este modo, la capa de hielo de Groenlandia, que ha crecido en espesor con el tiempo a lo largo de miles de años, tiene un registro histórico detallado de la emisión de plomo a la atmósfera. Para leer este registro, basta con medir la concentración de plomo en el hielo en diferentes profundidades. A partir, por supuesto, de conocer qué profundidad corresponde a cada tiempo histórico.

Por otro lado, si bien investigar la contaminación por plomo que produjo Roma a lo largo de su existencia tiene un interés científico por sí mismo, hay que hacer notar que la minería de plomo se dio de manera conjunta con la de la plata que estaba destinada a la elaboración de monedas. Las fluctuaciones de la emisión de plomo a la atmósfera por los romanos nos dan entonces cuenta del ritmo de aceleración o desaceleración de su actividad económica.

Aunque en el pasado se había llevado a cabo un estudio en esta dirección, en un artículo aparecido esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de los Estados Unidos se reportan los resultados de una investigación que lo amplía de manera considerable. Dicho artículo fue publicado por un grupo interdisciplinario e internacional de investigadores encabezados por Joseph McConnell del Desert Research Institute en el estado de Nevada en los Estados Unidos.

McConnell y colaboradores estudiaron la concentración de plomo de la capa de hielo de Groenlandia dentro de un espesor de 400 metros que corresponde a los años 1,100 antes y 800 después de nuestra era. Este intervalo de tiempo comprende el surgimiento de la república Romana y el declive del imperio Romano de occidente. El nuevo estudio proporciona información a intervalos de tiempo de dos años y da cuenta de variaciones en la emisión de contaminantes a lo largo de tiempo que se corresponden con acontecimientos históricos de diferente naturaleza que se dieron en la región del mar Mediterráneo.

Según McConnell y colaboradores, alrededor del año 1,000 antes de nuestra era, coincidiendo con la expansión fenicia hacia el occidente del mar Mediterráneo, empezó un incremento sostenido en la emisión de plomo a la atmósfera, el cual se continuó por ocho siglos en la medida en que se incrementaron las actividades mineras en regiones al norte y occidente del Mediterráneo. Entre el siglo cuarto antes de Cristo y el siglo segundo de la era cristiana, las emisiones de plomo correspondieron a actividades mineras intensivas en la península ibérica, bajo el dominio sucesivo de Cartago, la república Romana y el imperio Romano. Ocurrieron, sin embargo, fluctuaciones de corta duración que corresponden a guerras que se dieron en las regiones en la que se localizaban las minas de plomo y plata.

Un declive de mayor duración en la generación de contaminantes de plomo tuvo lugar al inicio la primera guerra púnica entre Roma y Cartago durante los años 264-241 antes de nuestra era. Dicha generación, sin embargo, creció durante los últimos años del conflicto cuando posiblemente Cartago incrementó la acuñación de moneda para pagar mercenarios para la guerra, según especulan McConnell y colaboradores. Durante la segunda guerra púnica ocurrida entre los años 218-201 antes del cristianismo, la emisión de plomo primeramente disminuyó y posteriormente se incrementó cuando los romanos despojaron a los cartagineses de las minas de plomo y plata en el sur de la península ibérica.

McConnell y colaboradores muestran en su artículo muchas otras relaciones entre fluctuaciones en la emisión de plomo hacia la atmósfera por actividades mineras localizadas en la península Ibérica con acontecimientos históricos que los historiadores tienen bien localizados en el tiempo en un periodo de casi 2,000 años. Y dado que la minería de plomo estaba asociada a la de la plata destinada a la acuñación de monedas, los resultados también nos relatan la historia de los ires y venires de la economía romana.

Ciertamente, mucha más información de la que hubiéramos sospechado estaba escondida en los hielos polares.