Es cosa ancestral en la ciudad de San Luis Potosí el tema guadalupano; no hago alusión sólo a la devoción y al culto, sino también a las festividades religiosas en torno a la advocación mariana; a las manifestaciones artísticas que ha generado; a su presencia en la toponimia de la región y en la nomenclatura urbana; a los estudios historiográficos que sobre el tema se ha elaborado; a las obras literarias que en éste se inspiran y al patronato que desde el virreinato ejerce sobre nuestra ciudad.
El culto, dice Rafael Montejano, llegó a San Luis con los primeros pobladores que se avecindaron en este valle. Pero no consta en forma fehaciente cuándo ni cómo ni quién trajo la primera imagen Guadalupana, ni en qué lugar se le empezó a rendir culto. Al parecer, y ateniéndonos a una cita de Manuel Muro, resulta que el primer altar erigido a la Guadalupana en San Luis Potosí data, a lo menos, de 1600. […] La devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe es, pues entre nosotros una devoción vieja como la misma ciudad de San Luis Potosí.
Luego, hacia 1625 el padre Juan Barragán Cano hizo levantar una ermita en un desierto al norponiente del pueblo –a dos leguas del sitio de San José de Buenavista–. Dicha ermita en origen se dedicó a San Juan Bautista, sin embargo hacia 1670, fue llevada hasta allí una imagen de la virgen de Guadalupe pintada en 1625 por Lorenzo de la Pyedra. Luego comenzaron las peregrinaciones, y en 1735 se demolió aquella construcción, para iniciar la construcción del actual santuario conocido como el del Desierto.
También fuera del pueblo, distante unos dos kilómetros, en un sitio que luego serviría de frontera entre los barrios de San Miguelito y San Sebastián, en 1654 se inició por mecenazgo y empeño del capitán Francisco de Castro y Mampaso, una ermita dedicada ex profeso –esta sí– al culto guadalupano. Muy pocos años después de su construcción y dedicación, su administración material fue motivo de interesantes pleitos entre el Ayuntamiento que pretendía ejercer de patrono y los frailes franciscanos a los que finalmente se les encomendó su cuidado.
De esa ermita hacia la parroquia comenzaron las bajadas, teniendo lugar la primera en 1657; vinieron luego los pleitos, y se pretendió otra en 1662 –año en que también fue jurada patrona de la ciudad–, buscando que intercediera frente a las calamidades alimenticias, agrícolas, ganadera e hídricas que afectaban a la ciudad, pero el Ayuntamiento se opuso, y se realizó hasta el 30 de mayo de 1664. De esa fecha, hasta la reforma juarista, las bajadas y peregrinaciones que la acompañaban, ocurrieron de manera ininterrumpida.
Las angustias obligan al ser humano a aferrarse y buscar auxilio y protección en lo divino, así, derivado de los estragos producidos por el matlazahuatl que azotó a la capital de la Nueva España entre 1736 y 1738, y dado que –según Andrés Cavo– en México todo era llanto, por no hallarse calle ni barrio en que no muriera mucha gente, a más de la que fallecía en los nueve hospitales que en aquella ciudad había, el 27 de abril de 1737 fue declarada patrona de aquella ciudad. San Luis Potosí repitió lo propio, á pedimento de Nobilísima Ciudad de México, como consta del Libro [de Cabildo] número 17 de Acuerdos á foxas 79 de dicho año y la juró de nueva cuenta patrona, el 23 de noviembre del mismo año.
Hubo sin embargo un tercer juramento en 1771, o ratificación del anterior, en el que se le declaró Patrona general de todo, y particularmente para las Aguas y Minas, con voto de celebrarle anualmente un Novenario, como en efecto se le celebra. Esta declaración fue la que vino a incrementar la devoción en esta ciudad; en 1772 inició –sobre la antigua ermita– la construcción de un nuevo templo cuyo diseño y construcción fue encomendado a Felipe Cleere; y aunque sus torres fueron concluidas en 1806, la dedicación ocurrió el 8 de octubre de 1800.
* * *
De la acendrada devoción guadalupana del pueblo potosino nos dan cuenta Manuel Muro en su Historia del Santuario de Guadalupe, publicado en 1894 por Dávalos; y Rafael Montejano en Santa María de Guadalupe en San Luis Potosí. Su culto, su santuario, su calzada y sus santuarios, publicado por ediciones Paulinas, en 1982, y de la que tomamos la mayor parte de lo referido.
El tema también fue abordado, aunque ya no desde la óptica de lo local, sino de lo nacional, y desde la aparición misma, por los potosinos Primo Feliciano Velázquez, en la monumental obra titulada La aparición de Santa maría de Guadalupe, y por Francisco de la Maza, en El guadalupanismo mexicano, obra en la que luego de hacer un recuento historiográfico, se enfoca en la crítica de lo que denomina mito.
Potosino también y panegirista gráfico del guadalupanismo, fue el fotógrafo potosino Manuel Ramos, quien publicó una serie de fotografías coloreadas en el libro Reloj Guadalupano.
Habido ha, sacerdotes y obispos potosinos, que mucho han contribuido a acrecentar el culto guadalupano; añadamos a la cauda guadalupana, al anónimo pueblo potosino que cada año y particularmente en el mes de diciembre, acude emocionado a visitar su santuario en la calzada de su nombre.
* * *
Quizá el pueblo, recordando el antiguo patronato que la Guadalupana ejerce sobre las aguas de la ciudad, devota y encarecidamente le solicitó el milagro del bloqueo a las tarifas del agua potable y al parecer se lo concedió. Por ahora.
Quizá, y dado que ese patronato lo impulsó el Cabildo de la ciudad, lo que faltó fue que el alcalde y su cabildo oraran y peregrinaran el día 12, pidiendo a la virgen apoyara su propuesta; dicen que es muy milagrosa, quizá se los hubiera concedido.
Queda claro que el incremento a las tarifas es necesario, y que su antecesor en el cargo, dejó en un estado lamentable las finanzas del INTERAPAS, lo que no ha quedado claro a los potosinos, es el porqué del incremento. Me explico, una cosa son los alegatos administrativos y técnicos que fueron los que se presentaron al Congreso, y otra la explicación coloquial, pero sustentada y convincente, que debe dar a la ciudadanía.
Es también claro que se habló de un incremento del 39.85 %, buscando que este quedara o en un 35 % o pretendiendo aplicar el redondeo, y lograr mayores ganancia en beneficio del organismo. Por lo pronto no ocurrió; mejor suerte para la próxima.
El que no tuvo tanta suerte fue el rector de la UASLP a quien los profesores de la Facultad de Ciencias le dijeron: por lo pronto no nos vamos a las nuevas instalaciones de la facultad en el campus Pedregal, y es que según señalan en un oficio que le dirigieron y que ya circula, el nuevo edificio está plagado de anomalías, entre las que resaltan la carencia de estacionamientos, estudios de factibilidad, dictámenes de seguridad y no prevé la posibilidad de crecimiento. Arquitecto al fin, debe poner mayor atención en eso, o al menos pedir mayor cuidado a sus cercanos –al fin para eso tiene una vicerrectora–; pero bueno, que agarre experiencia y considere que una alcaldía no funciona igual que una universidad. Digo, dicen que le atrae la idea.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan, al fin ya faltan diez días.
El culto, dice Rafael Montejano, llegó a San Luis con los primeros pobladores que se avecindaron en este valle. Pero no consta en forma fehaciente cuándo ni cómo ni quién trajo la primera imagen Guadalupana, ni en qué lugar se le empezó a rendir culto. Al parecer, y ateniéndonos a una cita de Manuel Muro, resulta que el primer altar erigido a la Guadalupana en San Luis Potosí data, a lo menos, de 1600. […] La devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe es, pues entre nosotros una devoción vieja como la misma ciudad de San Luis Potosí.
Luego, hacia 1625 el padre Juan Barragán Cano hizo levantar una ermita en un desierto al norponiente del pueblo –a dos leguas del sitio de San José de Buenavista–. Dicha ermita en origen se dedicó a San Juan Bautista, sin embargo hacia 1670, fue llevada hasta allí una imagen de la virgen de Guadalupe pintada en 1625 por Lorenzo de la Pyedra. Luego comenzaron las peregrinaciones, y en 1735 se demolió aquella construcción, para iniciar la construcción del actual santuario conocido como el del Desierto.
También fuera del pueblo, distante unos dos kilómetros, en un sitio que luego serviría de frontera entre los barrios de San Miguelito y San Sebastián, en 1654 se inició por mecenazgo y empeño del capitán Francisco de Castro y Mampaso, una ermita dedicada ex profeso –esta sí– al culto guadalupano. Muy pocos años después de su construcción y dedicación, su administración material fue motivo de interesantes pleitos entre el Ayuntamiento que pretendía ejercer de patrono y los frailes franciscanos a los que finalmente se les encomendó su cuidado.
De esa ermita hacia la parroquia comenzaron las bajadas, teniendo lugar la primera en 1657; vinieron luego los pleitos, y se pretendió otra en 1662 –año en que también fue jurada patrona de la ciudad–, buscando que intercediera frente a las calamidades alimenticias, agrícolas, ganadera e hídricas que afectaban a la ciudad, pero el Ayuntamiento se opuso, y se realizó hasta el 30 de mayo de 1664. De esa fecha, hasta la reforma juarista, las bajadas y peregrinaciones que la acompañaban, ocurrieron de manera ininterrumpida.
Las angustias obligan al ser humano a aferrarse y buscar auxilio y protección en lo divino, así, derivado de los estragos producidos por el matlazahuatl que azotó a la capital de la Nueva España entre 1736 y 1738, y dado que –según Andrés Cavo– en México todo era llanto, por no hallarse calle ni barrio en que no muriera mucha gente, a más de la que fallecía en los nueve hospitales que en aquella ciudad había, el 27 de abril de 1737 fue declarada patrona de aquella ciudad. San Luis Potosí repitió lo propio, á pedimento de Nobilísima Ciudad de México, como consta del Libro [de Cabildo] número 17 de Acuerdos á foxas 79 de dicho año y la juró de nueva cuenta patrona, el 23 de noviembre del mismo año.
Hubo sin embargo un tercer juramento en 1771, o ratificación del anterior, en el que se le declaró Patrona general de todo, y particularmente para las Aguas y Minas, con voto de celebrarle anualmente un Novenario, como en efecto se le celebra. Esta declaración fue la que vino a incrementar la devoción en esta ciudad; en 1772 inició –sobre la antigua ermita– la construcción de un nuevo templo cuyo diseño y construcción fue encomendado a Felipe Cleere; y aunque sus torres fueron concluidas en 1806, la dedicación ocurrió el 8 de octubre de 1800.
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De la acendrada devoción guadalupana del pueblo potosino nos dan cuenta Manuel Muro en su Historia del Santuario de Guadalupe, publicado en 1894 por Dávalos; y Rafael Montejano en Santa María de Guadalupe en San Luis Potosí. Su culto, su santuario, su calzada y sus santuarios, publicado por ediciones Paulinas, en 1982, y de la que tomamos la mayor parte de lo referido.
El tema también fue abordado, aunque ya no desde la óptica de lo local, sino de lo nacional, y desde la aparición misma, por los potosinos Primo Feliciano Velázquez, en la monumental obra titulada La aparición de Santa maría de Guadalupe, y por Francisco de la Maza, en El guadalupanismo mexicano, obra en la que luego de hacer un recuento historiográfico, se enfoca en la crítica de lo que denomina mito.
Potosino también y panegirista gráfico del guadalupanismo, fue el fotógrafo potosino Manuel Ramos, quien publicó una serie de fotografías coloreadas en el libro Reloj Guadalupano.
Habido ha, sacerdotes y obispos potosinos, que mucho han contribuido a acrecentar el culto guadalupano; añadamos a la cauda guadalupana, al anónimo pueblo potosino que cada año y particularmente en el mes de diciembre, acude emocionado a visitar su santuario en la calzada de su nombre.
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Quizá el pueblo, recordando el antiguo patronato que la Guadalupana ejerce sobre las aguas de la ciudad, devota y encarecidamente le solicitó el milagro del bloqueo a las tarifas del agua potable y al parecer se lo concedió. Por ahora.
Quizá, y dado que ese patronato lo impulsó el Cabildo de la ciudad, lo que faltó fue que el alcalde y su cabildo oraran y peregrinaran el día 12, pidiendo a la virgen apoyara su propuesta; dicen que es muy milagrosa, quizá se los hubiera concedido.
Queda claro que el incremento a las tarifas es necesario, y que su antecesor en el cargo, dejó en un estado lamentable las finanzas del INTERAPAS, lo que no ha quedado claro a los potosinos, es el porqué del incremento. Me explico, una cosa son los alegatos administrativos y técnicos que fueron los que se presentaron al Congreso, y otra la explicación coloquial, pero sustentada y convincente, que debe dar a la ciudadanía.
Es también claro que se habló de un incremento del 39.85 %, buscando que este quedara o en un 35 % o pretendiendo aplicar el redondeo, y lograr mayores ganancia en beneficio del organismo. Por lo pronto no ocurrió; mejor suerte para la próxima.
El que no tuvo tanta suerte fue el rector de la UASLP a quien los profesores de la Facultad de Ciencias le dijeron: por lo pronto no nos vamos a las nuevas instalaciones de la facultad en el campus Pedregal, y es que según señalan en un oficio que le dirigieron y que ya circula, el nuevo edificio está plagado de anomalías, entre las que resaltan la carencia de estacionamientos, estudios de factibilidad, dictámenes de seguridad y no prevé la posibilidad de crecimiento. Arquitecto al fin, debe poner mayor atención en eso, o al menos pedir mayor cuidado a sus cercanos –al fin para eso tiene una vicerrectora–; pero bueno, que agarre experiencia y considere que una alcaldía no funciona igual que una universidad. Digo, dicen que le atrae la idea.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan, al fin ya faltan diez días.