Pigmalión

En estos días en que creemos resolver cualquier consulta bibliográfica, biográfica, cronológica, gastronómica, geográfica, gramatical, histórica, lingüística, médica, musical, ortográfica, sintáctica, y de muchas otras variantes, a través de cualquier buscador de nuestro teléfono portátil, los diccionarios han pasado a la historia.
Éstos, todavía hace no muchos años, eran el recurso obligado para salir del atolladero frente a dudas que hacían trastabillar nuestro entendimiento. Cuántos de nosotros no recordamos tener alguno portátil a la mano, siempre que leíamos algún libro adornado con palabras reservadas a filólogos y lingüistas; cuántos de nosotros no recurrimos a nuestros padres, buscando hallar respuestas, y nos remitieron a los diccionarios como único recurso a nuestro alcance.
Sé, pese a lo escrito, que algunos todavía –ya los menos– en algunos momentos de disfrute u ocio, y más por nostalgia que por método, consultan los que reposan en sus libreros. Soy de ésos, aunque más por perversión bibliográfica que por ocio o erudición, que disfrutan todavía de vez en cuando revisarlos, y en ocasiones me engolosino con la adquisición de alguno; así han ido llegando a los estantes de mis libreros el Calepino, el Corominas, uno de autoridades, algunos etimológicos, un curioso polígloto de nombres geográficos, de latín, de geografía, de biografías, de mitologías, de filosofía, de economía, de recursos literarios, de historia de México, de desastres naturales, de animales y plantas mexicanos, y algunos otros que temo mencionar y ser considerado demente.
La tarde de ayer, por ignorancia de armiño, al buscar pigargo, y enterarme que es un ave falconiforme, hallé también la palabra Pigmalión, que me remitía a una acepción literaria y una mitológica.
La primera de ellas consigna: Lit. Comedia de George bernard Shaw (1912), sobre la transformación de Liza Doolittle, una zafia florista callejera de Londres, en una dama elegante por su aspecto y su habla, merced a los esfuerzos de Henry Higgins, profesor de fonética, que así gana una apuesta con su amigo el coronel Pickering, erudito en dialectos de la India. Maestro y alumna se enamoran, el primero sin saberlo y luego contra su propia voluntad.
La segunda refiere: Mit. Rey de Chipre que se enamoró de una estatua de Afrodita; Ovidio, en las Metamorfosis, da una versión más refinada: Pigmalión, escultor, talla una estatua de marfil, compendio de su ideal femenino y se enamora de ella; Venus, accediendo a sus súplicas le infunde vida. 2. Rey legendario de Tiro, hermano de Dido, que asesinó al marido de ésta para apoderarse del tesoro del templo de Melcarte; Dido le arrebata el tesoro y huye a África, donde funda Cártago.
Debajo de éstas, y relacionado con ellas, se encuentra una derivación, pigmalionismo, que no es otra cosa sino un estado sicopático del individuo que se enamora de su propia obra.

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El erudito nahuatlato y polígrafo, Ángel María Garibay Kintana, en su obra Mitología Griega, publicada por Porrúa, en 1964, señala a este respecto: Hijo de Belo y rey de Chipre. Se enamoró de Afrodita, pro rechazado por ella, hizo una estatua de marfil de la diosa y dormía con ella, prodigándole todos los cariños que destinaba a su representada. Compadecida Afrodita le dio vida, o se introdujo ella misma bajo la estatua. Tomó el nombre de Galatea. De esta unión nacieron Pafo y Metarme. El primero sucedió a su padre en el reino y fundó la ciudad de Pafos, en el que tan gran culto había de tener Afrodita. Se hizo tradición que los reyes guardaran la imagen de la diosa consigo en su cama. El sucesor de Pafo fue su hijo Ciniras.
Los datos conseguidos sólo azuzaron mi curiosidad y me llevaron a Ciniras, en el que Garibay abunda: Introdujo la prostitución sagrada, como importación de los cultos semíticos. Padre de Adonis (vid) por una incestuosa unión con su hija Mirra o Esmirna. […] Fue uno de los pretendientes de Helena y regaló a Agamemnón un joyel pectoral y prometió enviar cincuenta navíos, aunque solamente mandó uno real y cuarenta y nueve barquitos de barro. En castigo por esta burla y a petición de Agamemnón lo mató Apolo, aunque otros dicen que él mismo se mató, cuando advirtió su incesto con la hija Mirra. Las cincuenta hijas que tenía, al ver su muerte, se arrojaron al mar y se convirtieron en alciones.
Esto, como todo lo generado por la mitología griega, lleva una enorme carga no sólo de tragedia sino de componentes psicológicos que evidencian todo tipo de situaciones autodestructivas en los protagonistas. Así, iniciando por el tronco que es Pigmalión, observamos a un obseso de su obra y de lo inalcanzable; el posterior alcance, más por compasión de la divinidad, que por méritos propios, trae un desenlace funesto en su sucesión: prostitución, incesto, asesinato, suicidios.
Así el personaje, su obra y su destino.

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La novedad de esta semana fue que el novel diputado Pedro Carrizales, resultó ser un católico exhibicionista nivel Vicente Fox. Luego de tomar posesión de su oficina legislativa pidió a un sacerdote que bendijera el cubil, aprovechando el momento para las consabidas fotografías, que luego hizo circular en redes sociales. Ahí, junto al agua bendita y los crucifijos, seguro recordaba –contrito– su afición por la pornografía en redes sociales, de la cual luego se desvinculó argumentando jaqueo de cuenta. Así el moreno devoto.
Quizá fue la presencia del sacerdote y las aspersiones del agua bendita lo que desataron los demonios en el Congreso: en alguna reunión un diputado del Verde, llamó a Cándido Ochoa, delincuente, delante de varios legisladores; luego ayer, el fosilizado-diputado Vera, llamó ignorante a Sonia Mendoza. Agreguemos que en su primera sesión ordinaria, echaron para atrás el informe de las cuentas públicas 2017.

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Por cierto, ayer a las cinco de la tarde, en la librería Gonvill se presentó un libro del escritor colombiano Jorge Alfonso Sierra Quintero, titulado Pigmalión en la comunidad, en esta obra aborda el caso de un joven con vocación de servicio –y nombre de avenida soledense– que tiene como destino gobernar a San Luis Potosí, y alcanzar la presidencia de México. Curioso es que ni conoce al brillante biografiado, pero tampoco el mito de Pigmalión.
Lo que resulta curioso es que Ricardo Gallardo Cardona, haya pedido al Ayuntamiento de Soledad que retiren su nombre ponido a la antigua avenida San Pedro, porque la megalomanía y el egocentrismo no van con él. Bienaventurados los humildes pues ellos heredarán la tierra.

Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social; disfrútenlo pero no se excedan. Yo sí lo haré, porque generosamente fui requerido a una fiesta de alta graduación.