Tiempos difíciles

Como sabemos, la Revolución Industrial, originada en Inglaterra a finales del siglo XVIII, ha tenido un impacto profundo que ha cambiado –para bien o para mal– nuestro modo de vida. La Revolución Industrial fue impulsada por los conocimientos científicos y tecnológicos acumulados en Europa a partir del siglo XVI y que, en el caso de los primeros, tuvieron su expresión más acabada en las leyes de la mecánica y la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton.
En su primera fase, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, la máquina de vapor y el desarrollo de la industria del carbón combustible, multiplicó enormemente la capacidad de producción de la industria tradicional y generó nuevos puestos de trabajo. Esto último provocó el éxodo de la población del campo hacia los centros urbanos en los que se asentó la nueva industria.
La Revolución industrial ocasionó tensiones sociales entre los dueños de las fábricas y los obreros que trabajaban y vivían en condiciones deplorables, en un ambiente degradado por la contaminación y el hacinamiento por el acelerado crecimiento urbano.
La vida en los centros industriales de la Inglaterra victoriana está descrita en las novelas del escritor inglés Charles Dickens. En la obra “Tiempos difíciles”, publicada en 1854, Dickens escribe a propósito de Coketown, la ciudad ficticia en la que se desarrolla la historia: “Era una ciudad de ladrillo rojo, o de ladrillo que habría sido rojo si el humo y las cenizas lo hubieran permitido; pero tal como estaba, era una ciudad de un rojo y negro poco naturales, como la cara pintada de un salvaje. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, de las cuales salían interminables serpientes de humo que nunca se disipaban. Tenía un canal oscuro y un arroyo que arrastraba sucias y malolientes aguas, y numerosos edificios con ventanas que resonaban y retemblaban todo el día, mientras el pistón de las máquinas de vapor subía y bajaba lentamente, como la cabeza de un elefante enfermo de melancolía.”
En cuanto a las condiciones de vida en la época victoriana, Dickens las ejemplifica con el obrero Stephen Blackpool, quien vivía “en la zona más industrial de Coketown, en las fortificaciones más íntimas de esa fea ciudadela, en donde la Naturaleza había quedado anulada por una atmósfera enrarecida de miasmas y gases tóxicos”. Blackpool tenía 40 años en la novela, pero lucía considerablemente más viejo por todas las desgracias y padecimientos que había tenido que soportar, incluyendo extenuantes jornadas de trabajo y el alcoholismo de su esposa.
Por medio de sus novelas, Dickens nos describe de manera dramática, a través de situaciones y personajes ficticios, los contrastes sociales que se dieron en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX y las penurias por las que pasaba la mayoría menos favorecida. Una descripción igualmente dramática, pero ésta sí con hechos y personajes reales, nos las da el reciente descubrimiento de esqueletos humanos llevado a cabo por la compañía británica Wessex Archaeology en un antiguo cementerio que estuvo localizado en lo que hoy es el nuevo mercado de Convent Garden en la ciudad de Londres.
Los esqueletos descubiertos corresponden al periodo de1830 a 1850, época en la que el sitio en cuestión experimentó en unos pocos años una transición desde una área rural a una fuertemente industrializada y urbanizada. Esto, de acuerdo con el sitio de Internet Wessex Archaeology en el que se relata el descubrimiento.
Los esqueletos excavados muestran las duras condiciones de vida que sufrían los londinenses pobres en la época victoriana. De manera específica, Wessex Archaeology da cuenta de tres casos. El primero es el de una mujer mayor la cual, a pesar de una enfermedad crónica de toda la vida tuvo una ocupación agotadora que requirió del uso pesado de sus brazos y hombros. Los restos mostraban también signos característicos de sífilis congénita, al igual que una nariz rota y la pérdida de los dientes frontales. En cuanto a la causa de su muerte, hay la sospecha de que fue asesinada, pues el cráneo muestra una herida punzocortante detrás del oído derecho que indicaría que fue apuñalada, probablemente por la espalda.
Un segundo caso es el de un hombre con una estatura de cerca de 1.80 metros con una nariz completamente aplastada y una depresión en su ceja izquierda, indicando que se vio involucrado en fuertes altercados. Una posibilidad al respecto es que fuera un boxeador a mano limpia. Sufría además de sífilis, posiblemente adquirida, y carecía de dientes frontales. Murió probablemente de una caída accidental que le rompió la espina dorsal y la cadera.
El tercer caso es el de una niña de dos años de edad para la que no se tienen indicaciones sobre la causa de su muerte, aunque hay evidencias de que padecía malnutrición. En cualquier caso, Wessex Archaeology hace notar que en esa época la muerte de un infante no era algo inusual y que el 40% de los restos óseos excavados corresponden a niños menores a 12 años.
Ciertamente, nadie dudaría que Charles Dickens, quién fue testigo directo de las duras condiciones de vida que sufrían los menos favorecidos en la época victoriana, estaría faltando a la verdad con sus novelas. Es de impresionar, no obstante, que los descubrimientos del cementerio de Convent Garden nos den evidencia directa de estas duras condiciones con personas y situaciones reales.