Un nuevo licor artesanal potosino

En los últimos años hemos presenciado cómo la elaboración de productos artesanales potosinos relacionados con la gastronomía ha ido expandiéndose, sumándose a esa tradición centenaria que ya existía en nuestro Estado. Mezcales, vinos, rompopes, pulques, quesos, conservas, la mayoría de gran calidad y con rasgos de tipicidad únicos. Ahora llegó a mi mesa un licor que está por salir al mercado llamado “Carajillo Oro”.
La botella recuerda a una antigua bocksbeutel de Franconia, como una especie de ánfora de vidrio sin asas. Ya en la copa, el licor, que tiene una importante similaridad con el Licor 43 español, es dorado con destellos verdes, limpio y luminoso, con apariencia muy untuosa, que promete buen cuerpo. En nariz es muy expresivo y perfumado, con aromas que recuerdan a la rama de vainilla, vainilla tostada, confitura de naranja, cítricos maduros, azahar, flor de ixtlixóchitl, hierbas botánicas y merengue; notas de castañas, mascabado, creme brulee, turrón de yema, canela y melaza. Complejísimo. En el paladar es equilibrado, suave y elegante, se desplaza de lo dulce a lo fresco, con un final muy largo, armónico, retrogusto de bollería y de especias dulces. Este Carajillo Oro, comparado con el licor importado, líder de mercado, es francamente superior.
Lo probamos primero solo y resultó muy disfrutable, luego, mezclado con la recomendación implícita en la marca, con cubos de hielo grandes y un ristretto. Delicioso. Acompañó a una tarta de limón, primero, y a una crema catalana con espuma de naranja y chocolate amargo de forma insuperable. Al día siguiente ensayamos distintos cocteles: uno que me recordó a mi juventud, que llamábamos “Gitano”: en vaso alto, mucho hielo, una medida de Carajillo Oro, soda, unas gotas y un twist de limón Eureka. Increíblemente refrescante.
Se nos antojó también probarlo mezclado con Ginger Ale y lima; con leche evaporada y ron blanco, a la manera de un Ruso Blanco; con 7up y jugo (de naranja o durazno); con soda, lima y menta, hierbabuena o jengibre, como un mojito dulzón. Y estoy seguro que acompañará tanto a una gama amplia de pasteles, como a bollería, confitería, chocolate amargo, turrones, palanquetas, pies, frutas de temporada, frutos secos, crepas dulces o helados, especialmente los postres con base de cítricos, hierbas o café. Sería toda una aventura maridarlo con un plato cantonés, con un pollo Hunan, un guiso agridulce, quizás un poco picante... en fin, las posibilidades son infinitas y ya se me hace agua la boca...
Este licor artesanal tiene como base ingredientes botánicos naturales, especias, cáscaras de cítricos y almíbares, que son macerados en alcohol de caña por un largo tiempo. Luego de la filtración se embotella inmediatamente y permanece allí otra temporada, madurando y reposando. El grado alcohólico es bajo comparado con un destilado, 30%, lo que le da presencia e intensidad, pero no un final alcohólico.
Los productores son tres jóvenes potosinos muy profesionales y detallistas, fueron afinando la receta durante años, con paciencia, con cariño; el licor se elabora aquí en la capital. Si se encuentra una botella por ahí, caro lector, no dude en adquirirla. Es una prueba más de que en San Luis pueden hacerse las cosas tan bien como o mejor que en cualquier lugar del mundo, siempre que partan del talento y el compromiso con la calidad.

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