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Como fue difundido en los medios masivos de comunicación, el pasado mes de octubre fue descubierto por astrónomos de la Universidad de Hawaii un objeto desconocido –bautizado como Oumuamua– con una forma inusualmente alargada, de unos 230 metros de largo y 35 metros de ancho, y un origen probablemente más allá del Sistema Solar. Si bien finalmente los astrónomos llegaron a la conclusión que se trataba de un objeto inanimado, compuesto posiblemente de hielo y con una cubierta exterior de material orgánico, su forma peculiar motivó especulaciones en el sentido de que se trataba de una nave interestelar de visita en nuestro sistema solar.

De haber sido esto último cierto ¿cómo habríamos reaccionado? Posiblemente con preocupación –por no decir pánico– si hemos de juzgar por la alarma pública que provocó la dramatización hace ocho décadas de la novela “La guerra de los mundos” del escritor británico H.G. Wells. Como sabemos, Orson Welles transmitió por radio en la ciudad de Nueva York en octubre de 1938 una dramatización de dicha novela en la que los marcianos invaden la Tierra, y aunque al principio del programa se advirtió que se trataba de una ficción, algunos radioescuchas que no oyeron esta advertencia se tomaron el relato en serio y entraron en pánico.

En un artículo publicado el pasado mes de febrero en la revista “Frontiers in Psychology” por un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Arizona, encabezados Jung Yul Kwon, se reportan los resultados de un estudio llevado a cabo para responder a la pregunta anterior. En particular, para arrojar luz sobre cuál sería nuestra reacción, positiva o negativa, ante el descubrimiento de vida microbiana extraterrestre.

En un primer experimento, llevado a cabo con 500 participantes, se les pidió a los mismos que imaginaran un escenario en el que se anuncia el descubrimiento de vida extraterrestre microbiana y que relataran sus reacciones al respecto. De la misma manera, se les pidió su opinión sobre la reacción que tendría la población en general. Empleando un software especializado, los investigadores analizaron las respuestas de los participantes buscando palabras que denotaran actitudes positivas y negativas ante el supuesto anuncio, encontrando en ambos casos una clara preponderancia de las primeras.

En un segundo experimento, Jung Yul Kwon y colaboradores investigaron las reacciones de 501 participantes, no a un hipotético descubrimiento de vida extraterrestre, sino a una noticia publicada por el periódico “New York Times” en 1996, en la que se anunciaba el descubrimiento de un meteorito en Antártida de origen marciano con los restos fosilizados de un microbio extraterrestre –lo que es, sin embargo, motivo de controversia–. Al igual que en el primer estudio, los investigadores encontraron de un análisis de las respuestas más actitudes positivas que negativas al descubrimiento de vida extraterrestre.

Por otro lado, si bien el artículo de Jung Yul Kwon y colaboradores se centra en la vida microbiana extraterrestre, también describe un estudio piloto llevado a cabo para evaluar la respuesta social, a través de artículos publicados en los medios masivos de comunicación, que en el pasado se ha dado ante el anuncio de descubrimientos que fueron relacionados con la existencia de vida inteligente extraterrestre.

Entre éstos se incluye el descubrimiento de fuentes de radiación que inicialmente se pensó podrían ser señales trasmitidas por seres extraterrestres, así como el descubrimiento de numerosos exoplanetas parecidos a la Tierra con las condiciones de albergar vida inteligente. Al igual que en los dos estudios mencionados con anterioridad, los textos periodísticos analizados en el estudio piloto, los investigadores encontraron más reacciones positivas que negativas.

Habrá, por supuesto, diferencias entre la percepción del peligro que nos representarían los microbios extraterrestres confinados en el planeta Marte o una civilización inteligente situada a miles de años luz de distancia que poco daño nos podría hacer, y la ansiedad que nos produciría la presencia en la vecindad de nuestro planeta de una raza de seres extraterrestres inteligentes con el potencial de invadirnos. Y esto, sin duda, nos despertaría más emociones negativas que positivas.

Por lo demás, como la probabilidad de que seamos invadidos por los extraterrestres es prácticamente nula, poca utilidad tiene hacer consideraciones al respecto. En contraste, el descubrimiento de microbios extraterrestres en el Sistema Solar, que constituye nuestro vecindario, sí entra en la esfera de lo posible. Y de lo agradable, si hemos de creerle a Jung Yul Kwon y colaboradores.