Vinos para Comala

El mítico pueblo de Pedro Páramo, dice Abundio, “está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno”. El arriero añade: “Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija”. Así nuestro Estado ya en estos días. Y esto nada más empieza, nos restan varios meses de temperaturas altas. Pensar en descorchar una botella de vino tinto con mucho cuerpo para acompañar un estofado burbujeando, potente y especiado, apetece menos que una comida ligera, ensaladas, pescados, mariscos, acompañada por un vino muy fresco.
Es común escuchar una frase que dice algo así como “el mejor vino blanco es el tinto”. Nada más fuera de la verdad. Esta chocante sentencia no hace más que desenmascarar una muy limitada experiencia vinícola. Las ventajas que los blancos, espumosos, rosados y los vinos de postre tienen sobre los tintos son numerosas, especialmente para su consumo en un clima como el nuestro, en donde pasamos la mayor parte del año soportando el calor.
Lo primero que hay que tomar en cuenta es la diversidad enorme de uvas, procedencias y estilos que existen en el mercado. Hay vinos blancos de cuerpo ligero, de cuerpo completo, de variedades aromáticas; los hay de todas las regiones que producen vino en el planeta; con paso por barrica, sin él; súper secos, secos, semi dulces, dulces... Está también la cuestión de que, según mi opinión, en un futuro cercano, nuestro país encontrará que tiene una vocación para producir blancos de magnífica calidad, quizá superior a la de sus tintos.
También hay que pensar que los vinos blancos, rosados y espumosos contienen en general menos alcohol, se beben a una menor temperatura y tienen esa magia de la acidez que los hace muy frescos: son mucho más versátiles a la hora de maridar que los tintos. No hay por qué limitarse al pescado. Una gran cantidad de frutas van maravillosamente con un semi dulce; las ensaladas van muy bien de la mano de un sauvignon blanc y sus notas de pimiento y chile verdes; los quesos suaves con los vinos suaves y los quesos fuertes con los chardonnays maduros y corpulentos o con los vinos de postre; las pastas frías o con salsas poco condimentadas con los blancos secos; los espumosos, el champán, van prácticamente con todo. Sostengo que el mejor maridaje para una paella mixta es un vino rosado de la Rioja o la Ribera del Duero. Las opciones son ilimitadas.
Finalmente está la cuestión del precio. En general, los vinos blancos, rosados y espumosos cuestan una fracción de su equivalente en calidad de uva tinta. Aunque algunos de los vinos más preciados en el mundo, como el champán de añada o los grandes crus de la Borgoña, son también los más caros, la gran mayoría tiene un precio módico. En lugar de un champagne Salon está el prosecco italiano o el cava español, el vino espumoso sudamericano o nacional; en lugar de un Montrachet están los chardonnay con paso por roble de Norte o Sudamérica.
Si no la ha hecho, caro lector, comience a experimentar con estos vinos, encuentre sus gustos, présteles atención a la hora de catarlos. Si de cualquier forma prefiere un tinto, intente probar vinos frescos y ligeros: los a menudo menospreciados gamay (Beaujolais, quizás un “Otoño” de L.A. Cetto), los pinot noir de clima fresco (Bourgogne en Francia, Casablanca en Chile, Santa Barbara en EUA, Nueva Zelanda...) o un merlot potosino.
Recién compré albariños gallegos, gewürztraminers sudafricanos, rieslings alsacianos en menos de cien pesos por botella; aunque también hay de mil, lo anterior demuestra que nuestro mercado no los aprecia, pues acaban siendo rematados a un precio muy inferior al de su costo. Aprovéchese de esto. Y de paso póngase a releer al genio de Rulfo con una refrescante y deliciosa copa de vino claro en la otra mano.

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