¿Y dónde está el piloto?

Ayer, día de San Luis Rey, concluyó una semana muy movida para el estado que lleva su nombre. El martes, hombres armados entraron a vaciar una joyería de una plaza comercial frente a la Plaza de Fundadores, frente a Palacio de Gobierno, y huyeron como si nada. El jueves un cuerpo fue dejado con su respectivo mensaje cerca del Edificio de Seguridad Pública, no muy lejos de la escena anterior. Ya la semana pasada alguien colgó tres cuerpos en un puente peatonal y hubo balazos en un bar.

¿Dónde está el piloto? Fue una película cómica. Hoy nos lo preguntamos ante las tragedias cotidianas, ante la ausencia de quienes debieran protegernos. Mucha Feria y poca feria. Los maleantes no son de aquí, se repite (aquí y en todas partes); son hechos aislados, advierten, a pesar de que sean tantos los casos aislados. Tristeza e impotencia. A ver qué pasa con los pilotos, las aerolíneas (léase partidos) y los equipajes perdidos. Ya chole con tanto (mal) planear.

Son necesarias muchas horas de vuelo para ser un buen piloto. Pero nomás nos dan el avión.

Dan ganas de irse a volar, pero los que deberían hacerlo (esperemos lo hagan) son otros, los pilotos.

Y, en otro plano, el viernes murió un buen amigo, el guitarrista de Los Acosta, “el grupo consentido de México. Héctor Alejandro Ojeda fue un buen amigo desde la secundaria (estuvimos en la misma generación, 83-86, de la Ciriaco), con su sonrisa y sus melodías siempre a la mano. Los Acosta son de los grupos potosinos que han trascendido y tienen un sello propio dentro de la música popular. Cuentan que el alma se eleva, vuela. Descanse en paz.

A la reciente muerte de V. S. Naipaul, premio nobel de literatura, se sumaron estos días la cantante Aretha Franklin y el escritor Vicente Verdú, de quien no me perdía sus artículos, pensamientos y pinturas en su blog de El Boomerang.
Va un fragmento de lo que publicó Verdú en 2015:

“Nos interesa sobre todo el tiempo puesto que mediante él morimos. Morimos con él y en medio de él, bebiéndolo y evacuándolo. Nos hallamos en realidad tan inmersos en su seno que no es extraño que tanto el nacimiento como la muerte se comuniquen subterráneamente, subcarnalmente, en el subsuelo orgánico o no. Pero a la vez, tanto al despertar a la vida como al desfilar sobre ella se detecta al tiempo como un viento inmóvil, una envolvente espacial.

Por ello ¿qué decir siguiendo este encadenamiento del carácter del espacio? El espacio es tan misterioso como el tiempo. No importa que el primero se vea y el segundo no desde los mismos postulados. El tiempo se nos ve en la figura, lo constatamos en las épocas, lo palpamos en los modos y las modas que se suceden.

El espacio, sin embargo, tiende a parecer más estable escénicamente y, sin embargo, muta también de una historia a otra, dentro de la historia, con el viento y el aire de la gran historia. Ni uno existe sin el otro ni el otro existe sin su par.

Porque así como nos es evidente que el tiempo se mide espacialmente en el reloj, el espacio se mide constantemente con el paso del tiempo. Nuestra estancia en este mundo es tan incomprensible (nuestro ser y no ser son tan ininteligibles) que requiere construcciones complejas (tiempos y espacios) para crear narraciones que suplan su identidad. Suplan su identidad y la nuestra puesto que si nada se detiene tampoco nada se mantiene idéntico.

O bien, si nada se entiende a todo ponemos gran atención: la atención al paso del tiempo cuyo murmullo mental nos atemoriza.”

Todos los días nace alguien y muere alguien. Nos atemorizamos y nos da tristeza, a veces no por uno mismo sino por quien está al lado. Y hay otras causas: un sismo, un mal paso, un bocado mal engullido… Sí, al que le toca le toca, pero no es justo que haya tantos daños colaterales o se culpe a las víctimas, o se haga de cuenta que no pasa nada. No se pueden evitar los riesgos, ni las coincidencias, pero algo se tiene qué hacer para que no fallen tanto los pilotos.

Los pilotos pueden ser héroes o villanos, como el del avión que hace poco cayó tras despegar, sin pérdidas humanas. Y para eso también tiene que auditarse a los, digamos, dueños de las aerolíneas. Un repartidor de chuchulucos recién fue crucificado en “las benditas redes”, mientras su empresa trata de apoderarse de las manteconchas.

La maestra sale libre mientras, otros se preparan para ocupar cargos de gobierno o terminando su campaña se hicieron los occisos, mientras quien no puede pagar un buen abogado puede pasar el resto de su vida en los centros de readaptación social.

¿Recuerdan Los Miserables? Parece que fue ayer que a Jean Valjean lo persiguió Javert. Por robarse una manteconcha.

Los empresarios tienen que garantizar que los aviones (públicos y privados) estén en buenas condiciones, que les pagan bien a los pilotos y se da un buen servicio.
Redacto estas líneas por la tarde de un sábado caluroso.

Espero no pase algo más, por lo menos hasta el lunes. Antes de ponerme a escribir otra cosa anoto en un papel un par de versos de Luis Antonio de Villena: “Tú vas en tu avión / y yo vuelo —no sé cómo— en dirección contraria”. Lo doblo como si fuera un avioncito, me dibujo en él y lo aviento al aire. Despegamos.

Posdata: Ya está en la red “San Luis Rey y temas circunvecinos, un cuadernito en PDF descargable. A ver qué les parece. Pueden bajarlo en https://es.scribd.com/document/387012729/San-Luis-Rey-Alexandro-Roque.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx
Twitter: @corazontodito