Y llegó septiembre…

Empezó el Mes de la Patria. ya en muchos centros comerciales hay puestos con banderitas, bigotes y sombreros. Se viene el Grito (y el Desfile, ni modo, cae en domingo), que bien podría ser el de Edvard Munch, por tanta cosa que pasa en esta Patria que es tantos colores y tantas voces, desiguales y enojadas, que poco tienen que ver con aquella alazana y pajarera del poema lopezvelardiano. Suspiros y silencios entre los gritos de víctimas y victimarios de este lugar en el que no tocó vivir.

Y bueno, con el mes de patria llegan los héroes que nos la dieron, al crearla arrancándola a España, y dándole un nuevo nombre. En literatura el héroe es el personaje principal de una obra, sobre todo en las obras épicas, y así nos acostumbraron a ver a quienes encabezaron la revuelta que concluyó con la Independencia de México.

El héroe, el salvador, el caballero que llega a rescatar a la princesa, el elegido para acabar con una maldición ancestral… todos tienen un mismo origen: la incertidumbre, el miedo al absurdo de la vida, o hasta a su monotonía. Desde Gilgamesh hasta Batman o Harry Potter, son bonitas proyecciones, pero hasta ahí. Hay quien cree en ellos pero la realidad es la que construyen personajes que hacen actos heroicos, los que luchan todos los días. Esos son los imprescindibles, dijo Brecht.

Pero los generales no hacen la guerra. Otros nombres han quedado en el olvido, los que pelearon con machetes o hasta con piedras, los que crearon documentos o hicieron negociaciones en nombre de los héroes.

Es el caso de José María Mercado, cura de Ahualulco (Nayarit), de quien Miguel Hidalgo ensalzó su “puntualidad, eficacia y amor […] en las operaciones que oficiosamente ha emprendido en pro de nuestra nación, y de establecer el sistema que [para] su utilidad me propuse”.

En San Luis están Joaquín Sevilla y Olmedo, Fernando Zamarripa, Luis Herrera, Juan de Villerías, Nicolás Zapata y Francisco Lanzagorta…
Están los soldados desconocidos, los considerados daños colaterales, los desaparecidos en esa guerra, en otras, en la actual, una guerra negada pero existente.

En otros países hay monumentos al soldado desconocido. Aquí ni a ese atisbo de memoria llegamos. Prefieren pagar por monigotes geométricos.
Y sobre todo, no son generales ni somos tropa, no debemos obedecer sin chistar ni atacar a otro bando porque lo dicen nuestros líderes o sus voceros.

Llegó septiembre con matracas y representantes nuevos, en las Cámaras de Diputados y Senadores, y mucho se ha hablado de las porras que marcaron la llegada de una nueva mayoría. A más de dos siglos de que México se hizo nación persisten las castas y los linchamientos, los que se sienten elegidos y a quienes la patria les es indiferente. La primera sesión estuvo buena, a ver que nos deparan los nuevos representantes.

Opiniones y opinólogos
Lorenzo Meyer y otros columnistas anunciaron que el medio donde colaboraban prescindió de sus voces “por razones económicas”. De inmediato otros columnistas alzaron la voz en nombre de la libertad de expresión y alertaron sobre un supuesto ánimo de censura y miedo ante la administración que viene. El medio, en todo caso, pudo haber prescindido de otras voces, prescindibles esas sí. Lo político obedece a lo económico.

No sé. Muchos se preguntan (nos preguntamos) sobre el periodismo opinativo, su función y utilidad, su necesidad y espacios. Hay voces de aliento y otras desaliento, muchos parece que quieren hacer quedar a San Juan Bautista como simple aprendiz con tanto discurso catastrofista, otros aplauden todo lo que hace López Obrador. El periodismo, se decía en mis tiempos, debería ser equilibrado, objetivo, pero también crítico. Es difícil cuando privan egos e intereses.
Viene a colación el siguiente párrafo de Ariel Rodríguez Kuri, tomado de “El discurso del miedo: El Imparcial y Francisco I. Madero”:

“Crear un ambiente y exponer los temores de ciertos grupos A. privilegiados como si fueran los de toda la sociedad; hablar del porfiriato como de un pasado perfectible pero infinitamente superior a ese presente lleno de campesinos armados; preguntarse por el mañana con evidente y contagiable angustia, fue la tarea de El Imparcial”.

Caer en generalizaciones y descalificar por prejuicios propios es lo más fácil: no necesitamos pensar.
Cada quien ve la patria que quiere pero es territorio común, y en eso reside la necesidad de opinar, de participar. Hablar de nación, de pueblo, de sociedad, tiene sus asegunes, muy a tono del emisor. Va una cita final, la de Ernest Renan, citado por Ortega y Gasset:

“Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho juntos grandes cosas, querer hacer otras más: he aquí las condiciones esenciales para ser un pueblo… En el pasado, una herencia de glorias y remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que realizar… La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”.

Finalmente es una patria, una sola, dispareja y con necesidad de muchos remiendos. Yo siento, como dijo Borges, que “mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria”. Y hay que hacerla más llevadera para los más que se pueda.

Posdata: aún hay lugares para el taller literario de los jueves de 5 a 8.

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