"Odié a las FARC pero ya las perdoné", dice empresaria víctima de atentado

Odié a las FARC pero ya las perdoné, dice empresaria víctima de atentado

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Bertha Lucía Fries, una consultora de empresas víctima de un atentado hace 15 años de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), odió al grupo insurgente con todo su corazón, pero hoy promueve la búsqueda de la verdad, el perdón y la reconciliación.

Es un caso atípico que una socia del club "El Nogal", considerado uno de los lugares élites del mundo de los negocios en Colombia y ubicado en el norte de Bogotá, pueda dar un salto del odio visceral al perdón con todo su corazón a sus victimarios, luego de que quedó con movimiento en una sola de sus manos.

Pero esta mujer que sobrevivió al atentado al club "El Nogal" (7 de febrero del 2003), que dejó 36 muertos y más de 200 heridos, recorre los municipios y las zonas rurales más afectadas por la guerra, y hace talleres para enseñar a excombatientes y víctimas la importancia del perdón y la reconciliación.

Antes del atentado era -dijo en entrevista con Notimex- "una consultora de empresa que hacía consultoría a nivel internacional. Me iba bien, bastante bien. Pero decidimos que para esta inversión que haríamos de un gran software, acordamos ahorrar un dinero importante para poder financiar esto".

"La inversión terminó colocada acá (muestra la cabeza hasta los hombros), además fue necesario conseguir más plata prestada para poder salir adelante de la crisis que yo tuve. Tenía que hacer seis horas de fisioterapia, tuve que hacer una rehabilitación muy fuerte".

Pero Bertha Lucía era "una deportista de alto rendimiento. Hacía seis horas de ejercicio. Era muy buena para hacer ejercicio, tenía músculos por todos lados. Eso fue lo que me salvó de alguna manera".

Cuando hicieron el atentado en el club "El Nogal" con "un carro-bomba, a mí me cayó toda una pared encima, a mí se me quiebra la columna vertebral y quedo solamente con movimiento de tres dedos (muestra la mano izquierda)".

"Todo ese deporte que yo había hecho, con esa pared que me cayó encima, no me quebré ni los hombros, ni las piernas, no me quebré nada. Solamente la columna", relató.

"El médico me dijo: ¡Cómo le hiciste!. Yo era toda músculo en esa época. Esa era yo. Mamá y esposa. Tenía y tengo una familia maravillosa", contó Bertha Lucía.

La mujer proyecta una mirada en la que se puede reflejar el dolor, pero a la vez la esperanza de que la sociedad colombiana logre la reconciliación para que la guerra no entre a las casas de los colombianos, independientemente de su nivel socio-económico.

Después de un amplio relato de sus dolores, sus angustias, de las ganas de dejar de vivir concluyó que ella, en esos ocho años y medio de incapacidad, se graduó "de infierno. Pasé por todas las fases del infierno: fase uno, fase dos, fase tres, master en infierno, PHD y postdoctorado. Todos los hice".

En ese curso intensivo de vivir en el infierno tenía todo su tiempo para planear la forma de cómo quitarse la vida, había llegado al escenario del suicidio, que si hubiera encontrado unas tijeras, como ella dice "mal parqueadas (estacionadas)", se hubiera autoeliminado.

"Es que uno cuando es suicida uno la mide toda. Si esto me corta, no me corta, con esto sí me puedo morir. Toda una planeación. Yo decía no, esas tijeras no me hacen nada. Siempre medía qué era lo que realmente me podía hacer daño. Daño pero de muerte. ¡Cómo no tenía una pistola!", comentó.

Pero fue en un hospital de Boston, en Estados Unidos, con un equipo de médicos con experiencia en el tratamiento y recuperación de heridos de las guerras de Afganistán, Irak, Vietnam y Kosovo, donde Bertha Lucía logró salir de sus infiernos con todas las ganas de vivir de la mano solidaria de su esposo y del amor de su hijo.

Después de la recuperación en Boston, Bertha Lucía regresó a Colombia, se reunió con las otras víctimas del club "El Nogal" y empezó a hacer un inventario de dolores y tristezas, de preguntas sin respuestas: ¿Por qué los tocó la guerra? ¿Por qué?

Como investigadora quería buscar respuestas y encontrar la verdad del atentado, de la guerra, de la violencia que vive Colombia. Logró hacer encuentros con exguerrilleros, exparamilitares de extrema derecha, primero de forma individual y luego en grupo, pero a ellos nunca les confesó su historia como víctima.

En estos primeros encuentros lo que más le impactó a Bertha Lucía fue la respuesta que varios excombatientes dieron a esta pregunta: ¿Qué le diría usted a una víctima?: "Pediría perdón". Estas dos palabras fueron para Bertha Lucía un "regalo divino, porque para mí fue clave oír que ellos piden perdón".

Es en estas reuniones que logró entender y comprender sus propias historias y llegó a la conclusión de que esos exguerrilleros, exparamilitares, también son víctimas. Empieza su cruzada para apoyar las negociaciones de paz, para buscar las verdades, que están en mitad de camino.

Su experiencia como consultora de empresas, con su propia metodología, la puso al servicio de un primer objetivo: Que víctimas y victimarios se reconocieran, se miraran a los ojos, se abrazaran, para que unos pidieran perdón y los otros perdonaran, un ejercicio de ojos contra ojos, de piel contra piel y de corazón a corazón.

Para lograr este objetivo, Bertha Lucía trabajó incansablemente los últimos seis años: Viajó a La Habana, se sentó frente a los negociadores de la guerrilla, logró firmar el primer acuerdo de verdad de un grupo de víctimas, como son los del club "El Nogal".

Visitó y durmió en campamentos de los desmovilizados, y poco a poco se ganó la confianza de la FARC, de las víctimas y de las autoridades locales.

El 28 de marzo del 2017 logró firmar en La Habana con Carlos Losada, en representación de las FARC, el Acuerdo sobre la Verdad, el Perdón y la Reconciliación con las Víctimas del Atentado al Club "El Nogal" en Bogotá.

"Acordamos que íbamos a hacer un encuentro entre víctimas, y las FARC iban a pedir perdón, nos iban a decir la verdad de los hechos, iban a aportar verdad a la Comisión de la Verdad, iban a aportar verdad a la Jurisdicción Especial de Paz, iban a aportar verdad en las instancias que nosotros solicitáramos”, explicó.

Después de firmar el acuerdo, enfatizó: "Me vengo de Cuba muy contenta" y organizo el encuentro donde Carlos Losada escuchó la voz de las víctimas que cuestionaron a las FARC sin piedad. Al final el exjefe rebelde solicitó cinco minutos para respirar y pidió perdón.

Esta experiencia llevó a Bertha Lucía a montar los talleres con unos ejes de "cómo construir la posibilidad de la reconciliación. Eso no se da de la noche a la mañana, pues tienes primero que entender el corazón de la gente, las creencias, lo que sienten y la gente tiene que decirlo".

El eje es buscar "ese relacionamiento. Cómo nos relacionamos a pesar de que ustedes nos hicieron tanto daño. Cómo vamos a tejer y vamos a construir eso. Ahorita estábamos así, y ahora cómo nos vamos a acercar. Es conocer la parte humana y es a través de la construcción colectiva de un sueño conjunto, que es a través de la reconciliación".

"Ahí aún -anotó- no decimos que nos hemos reconciliado. Es la posibilidad de darme el permiso a reconciliarme. Es la posibilidad de, no tanto de la reconciliación, sino de qué tanto, cómo soy yo, qué tantos odios cargo yo".

Agregó: "Yo cargo a veces una maleta muy pesada de odio que no perdono ni siquiera a mi marido, a mi hijo, a mi vecino, al de allá. Es estar en esa posibilidad de mirar para adentro".

El abrazo y el perdón entre exguerrilleros o "Farianos" y víctimas se dio recientemente en un hotel a dos horas de Bogotá, con el auspicio de la alcaldía de Icononzo, la embajada de Noruega y la presencia de Carlos Losada, representación de la dirección del nuevo partido FARC.

Fueron dos días de taller dirigidos por Bertha Lucía, que erizó la piel con las voces de uno y otro lado, pero que demostró que sí es posible el perdón y la reconciliación después de 53 años de guerra, que dejó más de ocho millones de víctimas.

Ahora el reto que tiene esta mujer empresaria que recibe abrazos y besos de "Los Farianos" y las víctimas, es replicar este ejercicio por toda Colombia, en donde hay excombatientes en búsqueda de nuevos horizontes y víctimas que tratan de sanar sus heridas.