ESPECIAL: Claudio André, el adolescente superdotado que busca ser abogado

La superdotación intelectual es un tema desconocido entre la ciudadanía, pero gracias a los logros recientes de Claudio André Blázquez Aguirre en la UASLP y Carlos Antonio Santamaría Díaz en la UNAM, ahora todos se preguntan: ¿Cuántos genios hay entre los más de 100 millones de mexicanos?

Sentado a las afueras de la que será su nueva casa de estudios a partir de la próxima semana, Claudio André Blázquez Aguirre, aspirante electo de 14 años de edad, en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), narra cómo llegó a su corta edad a estar por iniciar una carrera universitaria.

El adolescente superdotado concluyó la preparatoria debido al acuerdo 286 del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) mediante un examen único, dispuesto por la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Durante su infancia se presentaron los primeros indicios de que era un niño con grandes habilidades, pues en clase tuvo problemas con los mentores ya que éstos exponían un ejercicio, y en el momento de resolverlo él los corregía o bien, faltaba de forma constante pero aun así obtenía calificaciones favorables.

Con un coeficiente intelectual (IQ) de 173 –superior al promedio nacional que es de 87, según el CEDAT-, expone que la abogacía le llamó la atención desde pequeño, y muy probablemente  ciertos eventos en su vida, favorecieron  que tuviera ese gusto por dicha licenciatura.

Pese a que en el diagnóstico hecho en 2017 en el Centro de Atención al Talento (CEDAT) de Guadalajara, Jalisco,  le revelaron que presentaba superdotación, y por lo tanto vastas aptitudes en matemáticas y ciencias, optó por profesionalizarse en leyes.


“Una de mis debilidades es que a la hora de estudiar siempre me apresuraba mucho y por ejemplo, en ejercicios matemáticos me apresuraba tanto que olvidaba poner un signo. Si un resultado era negativo lo olvidaba”, expresa con una seriedad formal.


De acuerdo con el estudiante más joven en la historia de la Facultad de Derecho, previo a decidirse por este plan de estudios, analizó la informalidad de un litigante y la tasa de empleo.


Admite que al tener conocimiento de su admisión se sintió intimidado, pero por su edad, sino porque es común que los adultos perciban a los chicos o jóvenes como “‘no sabe nada’” o “‘tuvo suerte’”.


“Desde que yo era chico siempre consideré Derecho, pero no era la única carrera que consideraba. Una vez que se me presenta la oportunidad de ingresar a la Universidad, pues tuve que investigar muchas cosas, tanto si me admitían por la edad o qué necesitaba”, relata el adolescente que también prevía ingresar a la Universidad de Harvard en Estados Unidos.


Si bien desea llevar a buen puerto su formación profesional para tener un despacho y atender otras labores en la materia, uno de sus grandes anhelos es fundar un instituto para personas superdotadas, a fin de que reúnan y conozcan a más como ellos.


¿Te consideras un genio, o tu familia y amigos te consideran así?


-Pues yo realmente me considero inteligente por lo que he logrado, pero no me considero más inteligente que otras personas porque siempre hay algo que puedes aprender de todo el mundo. No me considero un genio porque a pesar de mi coeficiente intelectual, yo no he contribuido con la sociedad. Yo quiero hacer algo grande que la gente lo reconozca para entonces merecerme el título de genio.


¿En tus expectativas de crecimiento y desarrollo, está ser diputado, magistrado o qué otra actividad?


-Si me estoy centrando en iniciar, pero no tengo definido algo de qué quiero ser. Sé que quiero hacer algo grande, quiero ayudar a la gente y que quiero tener mi centro para superdotados, pero supongo que todo depende de las oportunidades que se me vayan presentando en el futuro.


Ya para concluir la entrevista, revela que lee en promedio –por gusto- 500 hojas de libros al día, es decir, 3 mil 500 páginas a la semana, 14 mil mensuales o dicho de otra forma, 168 mil en los 365 días que tiene un año.


Aunado a ello, mientras millones de mexicanos laboran en el día, Claudio André Blázquez Aguirre duerme, y una vez que anochece despierta y ahora sí comienza “su día”, es decir,  está despierto comúnmente de las 17:00 horas a las 6:00 o 7:00 horas.


“La gente subestima mucho a los chicos como yo. Los ven muy niños y piensan que no son capaces de muchas cosas. Me emociona que se dé a conocer (mi caso), porque esto también abre nuevos diagnósticos y los diagnósticos cambian la vida de muchos chicos como yo”, concluye.