Iglesias de Chiloé, un mágico patrimonio de madera que sobrecoge

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El Archipiélago de Chiloé, en el sur chileno, guarda en sus entrañas un mágico patrimonio de madera de cientos de años que convoca todos los días a creyentes y no creyentes que buscan conocer parte de la historia de este país.

Se trata de 16 iglesias de madera que fueron declaradas Monumento Histórico Nacional de Chile y luego Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 30 de noviembre de 2000.

A la llegada al archipiélago en un transbordador que cruza entre las localidades de Pargua (en el continente) y Chacao (en la Isla Grande) es posible ver a la distancia uno de los inconfundibles templos de la Escuela Chilota de Arquitectura Religiosa en Madera.

Levantada en una colina mirando el mar, la iglesia parece darle la bienvenida a los turistas, quienes incluso llegan a los templos de difícil acceso, ubicados en islas menores, para conocerlos en detalle y conversar con los lugareños.

Varios de ellos se encuentran cerrados durante gran parte del día, porque algunos son ocupados, sólo tres o cuatro veces al mes en las misas católicas, pero basta llamar a un teléfono móvil o acudir a una casa cercana para que la encargada del lugar abra las puertas para conocer la maravilla arquitectónica.

Las iglesias, señalan los expertos, fueron construidas con una técnica que nace del oficio del carpintero de ribera de la zona y la influencia del proceso de evangelización (llevado a cabo por la Compañía de Jesús y los franciscanos), lo que dio como resultado una arquitectura religiosa única en América.

Sacerdotes españoles, alemanes y húngaros, entre otros, llegaron en el Siglo XVIII al archipiélago y orientaron el diseño de las iglesias teniendo en mente los templos de sus países, mientras que los carpinteros aplicaron la técnica con la cual construían navíos.

De acuerdo con expertos, el archipiélago, constituido por cerca de 40 islas e islotes donde la mayor es la Isla Grande, llegó a tener 400 templos católicos, la mayoría cerca del mar, lo que agregó un atractivo especial a las construcciones, las que debían soportar la humedad ambiente.

Una de sus principales características son las particulares técnicas de ensambles, empalmes y uniones de madera, las que se reforzaban con tarugos y “clavicotes” del mismo material, por lo que no se ocupaban clavos de metal.

La mayoría de las actuales iglesias chilotas son centenarias, pero es el tercer o cuarto templo que se levanta en el mismo lugar, con el aporte solidario de la comunidad en materiales y trabajo, debido al colapso de la construcción por un evento natural o un incendio.

Las 16 iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco se concentran en la zona central del archipiélago y son: San Antonio de Vilupulli; Nuestra Señora de los Dolores de Dalcahue; San Juan Bautista de San Juan; Nuestra Señora del Patrocinio de Tenaún y Santiago Apóstol de Detif.

Además están Santa María de Rilán; San Francisco de Castro; San Antonio de Colo; Nuestra Señora del Rosario de Chonchi; Natividad de María de Ichuac; Jesús Nazareno de Aldachildo; Nuestra Señora del Rosario de Chelín; Nuestra Señora de Gracia de Nercón; Nuestra Señora de Gracia de Villa Quinchao; Santa María de Loreto de Achao y Jesús Nazareno de Caguach.

Uno de los templos más antiguos de Chile es la Iglesia de Santa María de Loreto de Achao, ubicada en la capital comunal de la comuna de Quinchao, la que comenzó a ser construida por los jesuitas en 1730. En la actualidad, sólo la nave central y las laterales datan del Siglo XVIII.

La iglesia, declarada Monumento Nacional en 1951, está cubierta por tejuelas de alerce en su exterior y su esqueleto está elaborado de madera de mañío y ciprés, con uniones hechas con tarugos de madera en vez de clavos de metal.

La imagen de la santa patrona del templo, Nuestra Señora de Loreto, fue regalada por el virrey del Perú en 1672 al sacerdote Nicolás Mascardi, quien la llevó a Argentina, pero tras la destrucción de la misión en ese país por parte de indígenas, en el Siglo XVIII, un religioso la llevó a Achao.

Debido a que es uno de los principales atractivos turísticos de Chiloé, las iglesias son protegidas por los propios habitantes del archipiélago, sean creyentes o no, quienes dicen estar orgullosos de este patrimonio de la humanidad que muchas veces se esconde en remotas islas a las cuales sólo se accede en botes.

Este aislamiento se entrecruza con mitos y leyendas que inundan la zona, en particular con la existencia de brujos, quienes incluso tendrían cuevas en las cercanías de algunas iglesias para realizar sus brujerías por la noche.

Una de ellas estaría tras la Iglesia San Antonio de Colo, lo que atrae por la noche a turistas ansiosos de experimentar una mágica aventura y, quizá, observar a un brujo chilote en sus cercanías, en medio de una exuberante naturaleza.

De esta forma, la magia y la religión se entrecruzan y contribuyen a mantener viva las tradiciones más centenarias de esta zona de Chile, desde la cual es posible disfrutar de un tranquilo Océano Pacífico y, a la vez, de la Cordillera de Los Andes, que se impone como telón de fondo de muchas islas del lugar.