La ironía en la muerte de Albert Camus

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"No conozco nada más idiota que morir en una accidente de auto", fue la inoportuna declaración del escritor Albert Camus un día antes de fallecer, y que irónicamente fuera la causa de su muerte ocurrida un 4 de enero de 1960.
Camus murió en un coche cuando su amigo y editor Michel Gallimard conducía a gran velocidad por la carretera de Borgoña. "El encontronazo con un árbol fue tan violento que el vehículo se partió en tres pedazos. Camus fue a parar a los asientos posteriores. Su muerte fue instantánea", contó el corresponsal de ABC en París, Federico García -Requena, en la crónica "La muerte, imprevista y absurda, de Albert Camus".
El coche quedó tan destrozado que se tardó mucho tiempo en extraer del amasijo de hierro el cadáver del Premio Nobel de Literatura.
Gallimard, en cambio, conservó la vida tras ser trasladado grave al hospital, al igual que su esposa y su hija, que tan solo sufrieron contusiones. La huelga que mantenían en Francia los medios de comunicación, hizo que se divulgara en el país un poco más tarde que el resto de Europa.
La muerte llegó a Camus a la edad de 47 años, y tan sólo tres antes había obtenido el Premio Nobel. Fue el segundo escritor más joven de la historia en conseguirlo, por detrás del inglés Rudyard Kipling, quien recibió el galardón en 1907.
Nadie esperaba la prematura fuerte del autor que se consagro con las obras "La peste" (1947) y "La caída" (1956), y que fueron las que le dieron fama universal y reconocido como un "intelectual incomparable", decía la necrológica de ABC.
La vida de Camus era la del hombre que se sabe "condenado a muerte" por una enfermedad incurable. Sufría una afección pulmonar, que ya le había avisado con dos graves crisis. También padecía el mal de Koch.
Ni por un momento pudo imaginarse el gran Albert Camus que su fin sería tan distinto, tan "absurdo" e "imprevisible". "La pérdida del joven maestro de la joven élite europea es una de las mayores que podían sufrir en estos momentos las letras francesas y toda la juventud ha de llorarla", dijo entonces François Muriac, otro de los escritores franceses laureados con el Nobel.