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Un testigo de la explosión de un oleoducto perforado clandestinamente en Hidalgo, México, relató el sábado que los civiles ignoraron las advertencias de los soldados para mantenerse alejados de un géiser de gasolina que luego explotó, matando al menos a 66 personas.
“Somos necios”, dijo Gerardo Pérez Gutiérrez, quien el sábado regresó al campo chamuscado donde una enorme bola de fuego estalló en una toma clandestina de combustible.
Pérez intentaba ver si podía reconocer algún cuerpo, pero solo unos cuantos aún tenían piel. Decenas de cadáveres fueron quemados hasta la médula.
Pérez dice que él y su hijo también ignoraron a los soldados el viernes. Pero a medida que se acercaba al chorro de combustible, se sintió abrumado por un presentimiento.
"Vámonos. Esto va a explotar", recuerda haberle dicho a su hijo. Los dos corrieron sin mirar atrás.