Ciudad de México. - Con 39 años de carrera histriónica, Ana Bertha Espín no se arrepiente de haber tomado la decisión de ser actriz y vencer el estigma de su juventud que señalaba a las bonitas como unas tontas.
En entrevista, en uno de los foros de una televisora ubicada en el sur de la Ciudad de México, Ana Bertha se muestra orgullosa de lo que ha logrado en su carrera, que inició en teatro en 1980, con la obra No es cordero es cordera.
“Yo enfrenté muchos prejuicios y señalamientos en contra de aquellas mujeres que aspirábamos a convertirnos en actrices, peor si se trataba de la televisión”.
Al paso de los años, hoy goza del reconocimiento del gremio y del público, por lo que siente orgullosa y satisfecha de lo que ha hecho en casi cuatro décadas de trabajo como actriz dramática y de comedia en teatro, televisión y cine.
“Los tiempos han cambiado en esto de contar historias y qué decir, hoy en día, ser actriz, ya no es sinónimo de agravio, como lo era en mi época”, añadió Ana Bertha.
Pero la actriz también recuerda que ser una mujer preparada, como egresada de la carrera de Literatura Dramática y Teatro, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), le abrió puertas, aunque el físico se volvió algo en su contra, pues se pensaba “que las bonitas eran tontas”.
“No sé si era tan bonita, yo nunca me creí eso y me dediqué a ser una buena actriz, porque esa fue mi principal carta de presentación”, apuntó con un dejo de orgullo. Señala también que, al inicio de su carrera, percibía un machismo muy marcado en cuanto a sueldos, créditos y oportunidades para las mujeres.
“En mis tiempos había un marcado ambiente de machismo, aunque mi generación ya comenzaba a rebelarse, pero la verdad no ha desaparecido, sigue vigente y hay que luchar como mujeres que somos y por el respeto al género y a nuestro trabajo”, indicó. La actriz, agregó que afortunadamente, hoy en día las cosas empiezan a cambiar y las mujeres cada vez ganan más espacios, lo cual celebra.
Reconoció que su llegada a la televisión fue tardía, debido a los prejuicios que había de este medio de comunicación y no solo por ella sino también por sus compañeros de carrera y su misma familia, que apenas le permitió iniciar en los foros universitarios con textos clásicos.
“Cuando entré a la televisión me decían: “¡Cómo!.. ¿te vas a la tele a prostituirte?”, y la verdad, fue un paso valiente el que di al entrar a la televisión, y del que no me arrepiento”.
Cuenta la actriz que estaba en un dilema, pues el paso del teatro universitario, a la TV le hacía sentir que traicionaba sus principios, aunque le atraía llegar a mayores audiencias.
Su afán por aprender, por crecer, por llevar su trabajo a más público, fue lo que la hizo decidirse a romper con las reglas y aventurarse a asumir retos con perseverancia en esa televisión que estaba cobrando mucho auge.