DESPIDEN A LA MUSA ETERNA

ENTRE APLAUSOS Y GRITOS CON SU NOMBRE LE DICEN ADIÓS A LA ESTRELLA, MIENTRAS SU FÉRETRO RECORRÍA EL LOBBY DE BELLAS ARTES

Eran las 11 de la mañana con 22 minutos y 17 segundos cuando Silvia Pinal entró este sábado, por última vez, al Palacio de Bellas Artes, el recinto que en vida le rindió homenaje hace dos años.

Lo hizo entre aplausos y gritos con su nombre, mientras su féretro recorría el lobby del edificio para ser colocado en un descanso de las escaleras principales y frente a un gran retrato suyo en blanco y negro.

“¡Viva la diva!”, se oyó en algún momento, recibiendo como respuesta una frase similar.

El cortejo lo encabezaba Sylvia Pasquel, su hija mayor, mientras que Alejandra Guzmán era una de las que cargaban el ataúd que protegía a su mamá, fallecida el jueves pasado. El lobby se vistió de girasoles, alcatraces y gardenias, y varias fotografías de Pinal en personajes de sus películas como Viridiana y hasta una reproducción de la pintura que le hizo Diego Rivera.

“Se va nuestra amada madre”, comenzó diciendo Pasquel, la primera de las oradoras de la familia en el homenaje de cuerpo presente.

“Duele mucho perder a mi más grande amor, a mi niña amada con la que compartí desde la concha más dulce hasta la caricia más tierna. Vuela alto como siempre lo hiciste”, continuó conmovida.

Les faltó tiempo

El público, ese que por décadas siguió la carrera de La Chivis en cine, televisión y teatro, también llegó al sitio emblemático de la cultura mexicana con flores y globos blancos que iban depositando al pie del ataúd sencillo.

Afuera, se hacían filas para ver a la diva del cine mexicano: se vendían rosas rojas y otros afiches, como fotografías en blanco y negro con Pedro Infante.

Hubo quien, incluso, llevó discos de vinilo: Mame (1973), grabado durante su emblemática participación en la versión mexicana del famoso musical de Broadway, y Felicidades... Silvia (1981), que muestra su incursión en la música popular.

Algunos de los que pudieron ingresar le mandaban a distancia besos a Pasquel y Guzmán, que respondían saludándolos con la palma extendida. Detrás de ellas siempre hubo alguien que les proveía de pañuelos desechables durante el evento; arropadas en todo momento.

Y aunque el viernes se había asegurado que el homenaje duraría hasta que se sintiera que la gente la había despedido, no fue así. Cuando el ataúd, tras casi dos horas, fue retirado, decenas de personas aún no lograban entrar al recinto. Así fue el caso de Alejandra Flores Reyes, de 58 años, quien salió temprano desde su hogar en Nezahualcóyotl, el municipio conurbado de la capital, en el Estado de México. Aunque no logró acercarse.

“Nací un año antes de que hiciera El inocente (con Pedro Infante, 1956) y ella ha sido lo mejor que pude ver. Ahora me siento frustrada por no haberla podido despedir, la gente entraba lento”, dijo la mujer.

Solemne y corto

El homenaje tuvo su parte musical con los cantantes María de Sol, que interpretó “Nos volveremos a encontrar”, y Humberto Cravioto, quien se acercó a abrazar a Sylvia y Alejandra mientras interpretaba “La barca de oro”, acompañado de un grupo de mariachi.

El programa lo abrió Claudia Curiel de Icaza, titular de la Secretaría de Cultura federal, quien destacó a la actriz como mujer emprendedora, perseverante y disciplinada, musa de grandes creadores como Luis Buñuel, Emilio El Indio Fernández y el pintor Diego Rivera, así como alumna de grandes maestros como Carlos Pellicer, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia.

Hizo hincapié, además, en los personajes interpretados por Pinal y que rompieron estereotipos.

“Eran insumisos, irreverentes, sensuales. Se va la mujer, pero se queda su nombre como figura internacional”, precisó.

El adiós más sentido

En su intervención, Alejandra Guzmán destacó que su madre se fue en paz, rodeada de su familia, y que siempre llevará en su corazón el último suspiro que les regaló.

“Madre, te extraño, te quiero, te amo, te respeto, te necesito, pero te llevo aquí en mi corazón. Gracias por todo lo que enseñaste, gracias por ser eterna”, expresó.

Hubo tres intervenciones más, las de Michelle Salas, su bisnieta, para quien Silvia Pinal no sólo fue un pilar en su vida, sino un ejemplo de amor incondicional.

“Hoy, mientras me despido de ella, quiero quedarme con el regalo más grande que me dejó, su amor incondicional. Un amor que me dio fuerza, que me inspiró a ser mejor y que me enseñó que, aunque la vida puede ser breve, el impacto que dejamos puede ser eterno”, expresó conmovida.

También habló Stephanie Salas, su nieta, quien recordó con cariño cómo su abuela siempre fue una figura de amor, sabiduría y entrega: “Te agradezco habernos traído a la vida, abuela. Agradezco el último aliento que estuve contigo, tu belleza, tu aura, todos en armonía, a tu lado. ¡Viva la gran diva, doña Silvia Pinal!”, exclamó.

Al final, Camila Valero, su bisnieta, destacó la generosidad de Pinal y la enseñanza más valiosa: “Nunca me voy a olvidar de ese último ‘te quiero’ que nos dijimos y ese último apretón de manos que tuvimos. Te adoro, abuelita, y te vamos a llevar siempre en el corazón”, dijo.

Eran las 13 horas con dos minutos y 15 segundos cuando, entre notas de “Las golondrinas”, Silvia abandonó el lugar con destino a la funeraria, donde fue cremada.

En un auto antiguo fue escoltada por oficiales y representantes de los medios por varias avenidas de la ciudad. Siempre despedida por seguidores que le decían adiós con la mano, flores o la mirada.