Jorge Ayala Blanco, 60 años de una mirada crítica

El mítico analista cinematográfico usó un juego de palabras para su primera opinión

CIUDAD DE MÉXICO.- El 20 de enero de 1963, un joven Jorge Ayala Blanco debutó en las páginas de México en la cultura con una crítica cinematográfica feroz sobre la cinta El dulce pájaro de la juventud, que se había estrenado ese enero en los cines mexicanos y que se trataba de una adaptación de la obra de teatro de Tennessee Williams, dirigida por Richard Brooks y protagonizada por Paul Newman y Geraldine Page. “Al joven Ayala no le gustó la película”, como bien apunta el propio Jorge Ayala Blanco en una breve charla en la cual cita ese primer artículo aparecido en la sección “artes-ciencias” del suplemento cultural del diario Novedades que era dirigido por Raúl Noriega.

En ese primer artículo que firmó con un solo apellido: Jorge Ayala —ya en su segunda colaboración agregaría el segundo y acuñaría su firma de batalla: Jorge Ayala Blanco—, el mítico crítico cinematográfico usó un juego de palabras para su primera crítica que tituló: “El amargo pájaro de la ineptitud”, el negativo de “El dulce pájaro de la juventud”. Ahí nació una vocación que hoy alcanza las seis décadas de trayectoria ininterrumpida.

Los críticos y estudiosos de cine: Rafael Aviña, José Felipe Coria, Adriana Bellamy y Juan Solís hablan del Jorge Ayala Blanco crítico de cine y celebran la trayectoria y magisterio del crítico cinematográfico de EL UNIVERSAL, quien además cumplirá 81 años de edad este 25 de enero, y quien recuerda que ese primer artículo donde desarmó la cinta de Brooks formó parte de textos reunidos en su primer libro: Cine norteamericano, publicado por la UNAM a principios de 1968.

“Desde sus primeras críticas, el maestro Jorge Ayala Blanco siempre mantuvo un estilo crítico feroz, agresivo, tremendamente duro que ha cambiado mucho con el tiempo, pero la verdad es que ha sido un estilo muy iconoclasta, muy diferente, muy distinto, y eso se agradece”, afirma el crítico Rafael Aviña, del colaborador del suplemento Confabulario de EL UNIVERSAL.

Otro crítico y profesor universitario, José Felipe Coria, asegura: “Jorge Ayala Blanco transformó en los 1960 a la vieja crítica impresionista —que sólo abordaba el argumento como recipiente de originalidad y que sólo se basaba en la “impresión” que le causaba al crítico— en un estructuralista que desmonta las películas no sólo por su argumento sino por sus elementos visuales y de montaje. Fue ésta su principal aportación. La otra, poner en crisis la teoría de autor, tan en boga, tan mal comprendida, pero bestialmente aplicada sin matices, que prácticamente asumía que sólo la firma hacía válida la película”.

Dicho poder de transformación también lo resalta Aviña, pues describe como extraordinaria la capacidad con la que llegó Jorge Ayala Blanco a la crítica, “estamos hablando en estos inicios de los años 60, en la Época de Oro que había terminado y donde estaban surgiendo nuevas propuestas cinematográficas, nuevos equipos de producción, y él logró apostar, descubrir y redescubrir géneros cinematográficos a los cuales no se les había prestado la suficiente atención y eso también fue muy bueno para la crítica cinematográfica posterior a Ayala Blanco”.

Por su parte, Juan Solís, estudioso del cine mexicano, asegura que Ayala Blanco sin temor a ser asfixiado por la sinuosa sintaxis que lo caracteriza y que se bifurca más que el jardín de Borges, “reflexiona la historia del cine mexicano cual Heráclito de la San Rafael en Río San Joaquín. La película no cambia, pero sí el crítico, que ya no es aquel joven que iniciara su Aventura en 1968, sino el maestro de estirpe auriazul, pero sangre politécnica, que no deja de reinventarse, de encontrar surcos, de generar deltas a partir de una misma corriente discursiva, de romper diques formales, a salto de mata, (a) salto de imágenes”.