La noche del 30 de diciembre de 1973, Raúl Velasco presentó en el programa Siempre en Domingo a Sandro de América, y sus fans, en su mayoría mujeres, inundaron aquella actuación con una ola de gritos que el cantante agradeció, llamándolas “sus nenas”, así comenzó un idilio con su público mexicano, que terminó hace 10 años, el 4 de enero de 2010.
La conexión de Roberto Sánchez Ocampo, Sandro, "El Gitano", "El hombre de la rosa" y, finalmente, "Sandro de América", con el público, especialmente con las mujeres, solo se explica a través de su historia de vida, de una tenacidad que rayaba en la obsesión, de un buscar cada día el sueño que nació en Sardá, el 19 de agosto de 1945.
Luego de una larga enfermedad, derivada de su adicción al tabaco, y después un trasplante cardiopulmonar, Sandro dejó de existir hace una década, a los 64 años de edad. Su legado queda enmarcado por 52 álbumes, más de 10 millones de discos vendidos, 16 películas y cientos de videos de presentaciones y conciertos que se pueden disfrutar desde las redes sociales.
Misteriosa y con grandes lagunas, como la vida de muchos ídolos, la de Sandro arrancó de manera humilde, dejó la escuela de manera temprana para ayudar a su padre en el trabajo. En un texto que publica el diario El Clarín, Graciela Guiñazú, biógrafa y amiga del cantante refiere que Sandro le comentó acerca de su infancia:
“Nosotros vivíamos en una pieza y compartíamos con los vecinos del yotivenco la cocina, la pileta del patio y el baño. Claro que éramos pobres. Pero mi viejo fue tan sabio que me hizo mi propia habitación dentro de la zapie. Era un espacio de un metro y medio por un metro y medio que me enseñó lo que es tenerlo todo en la nada”.
El Gitano da paso a Sandro el baladista
Desde muy joven, Roberto Sánchez se convirtió en Sandro, nombre que su madre, Irma Nidia Nina Ocampo, quería ponerle cuando nació, pero el juez de registro no aprobó por considerarlo “extranjerizante”. Su abuelo fue un inmigrante húngaro de la tribu Rom, que se asentó en España, donde adoptó el apellido Sánchez, y por cuyo origen a Sandro le apodaron El Gitano.
Sus primeros pasos estuvieron marcados por el rocanrol, que llegó a Argentina a través de Elvis Presley. El cantante argentino hizo suyos los movimientos y estilo de "El Rey" que le valieron prohibiciones y reclamos de una sociedad que no entendía su propuesta musical.
El arranque farragoso lo llevó a modificar su sonido y acercarse a la balada y el pop como medio de expresión, pues “tenía mucho qué decir”. Con ese cambio llegaron los primeros humores de la fama.
En esa época nacieron temas clásicos como Penas, Porque yo te amo, Rosa, rosa, Trigal, Como lo hice yo, Te propongo, Cómo te diré, Quiero llenarme de ti -con la que ganó el primer festival Buenos Aires de la Canción en noviembre de 1967-, y un centenar más de melodías que interpretaba con su inconfundible estilo.
Un fenómeno de popularidad que recorre América
La revista Gente Sur, que hizo un número especial por la muerte del cantante en febrero de 2010, destaca la presentación de Sandro “en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, el 11 de abril de 1970, ante un lleno total. Su actuación también le dio el mérito de convertirse en el primer artista en inaugurar las transmisiones de televisión vía satélite, con una audiencia estimada en más de 250 millones de espectadores”.
Graciela Guiñazú, autora del libro Sandro de América, única biografía autorizada, afirma en El Clarín que “explicar el fenómeno Sandro es una tarea cuasi utópica. Ni siquiera quienes lo conocimos en vida podríamos acercarnos verdaderamente a ese mundo inconmensurable hecho de canciones irresistibles, eróticos movimientos pélvicos, ideas brillantes, gustos bizarros, y sueños titánicos”.
El arrastre de Sandro marcó un hito en la historia de la música popular argentina, pero el fenómeno alcanzó a toda América. Sus seguidoras, casi siempre mujeres, hacían de sus presentaciones una ola de gritos que el cantante agradecía, llamándolas “sus nenas”.
Férreo protector de su vida privada, el argentino guardó el secreto de sus conquistas siempre. Hasta nueve años antes de morir, reconoció su relación amorosa con María Elena Fresta, su compañera por más de 15 y su posterior boda con Olga Garaventa, el 14 de abril del 2007.
Dice Gente Sur que el cantante repetía cuando se le cuestionaba acerca de sus relaciones, “Soy un caballero” y no decía más. Esta postura caballerosa fue sostenida hasta el final por el artista, quien, al ser interrogado sobre su vida privada, invariablemente respondía: “Yo vendo la piel de Sandro, pero si además vendo la piel de Roberto Sánchez... ¿qué me queda?”.
Se forja una leyenda
Sandro sabía transformarse en el personaje que el público quería. En un video de su presentación en Siempre en domingo, referencia obligada para entrar al mercado mexicano de aquella época, mientras canta Rosa, rosa, y Me juego entero por tu amor, se contonea recordando sus inicios como Elvis, mientras se desabotona la camisa y el escándalo se apodera del escenario.
Una parte del texto de la revista mencionada define con claridad el alcance del argentino, sobre todo en México, donde su muerte no fue objeto de grandes titulares. Dice el artículo que, a pocos días de su fallecimiento, casi 35 años después de su actuación en Chiapas, en estos tiempos de ídolos plásticos o más bien de ausencia de verdaderas figuras, la de Sandro adquiere una connotación muy especial.
Y refiere que “ya hubo quienes, frente al arrastre de la emoción por su muerte, lo han comparado con Carlos Gardel. Algunos consideran que ello resulta una herejía, pero su talento es innegable, y sin duda el tiempo será el mejor juez. Otros lo describieron como el Rodolfo Valentino de los años 70”.
El propio conductor de la emisión Siempre en domingo, erigido en juez de quien triunfaba como cantante en México, decía que Sandro era el argentino más querido en el país.
Gente rescata palabras del fallecido conductor que recordaba que moviendo la cadera -al estilo Elvis Presley-, Sandro cautivó a las mujeres mexicanas y hacía que “enloquecieran, se desgarraran los vestidos y trataran de subir al escenario, armando una verdadera revolución”.
Sandro de América conmocionó con su música a diversos públicos. Además, supo reinventarse varias veces, cuando dejaba el micrófono y luego volvía, con su pelo bien peinado y letras bajo el brazo, dejando la piel en el escenario y los gritos de sus seguidores como telón de fondo.