La exposición “Arroyo. Calavera mexicana. Símbolo de vida” de la artista Perla Arroyo se presenta en el marco del XXII aniversario del Museo Federico Silva Escultura Contemporánea. Esta serie, que tomó 13 años en completarse, no es solo una producción estética, sino que se basa en una investigación académica e histórica sobre la muerte en la cultura mexicana.
La artista señala que la serie busca ser un reflejo de la identidad de las y los mexicanos, de la forma en que, como sociedad, se mantiene un respeto por los ancestros y el pasado. La muestra es itinerante y ha sido presentada en recintos culturales de España y México, incluyendo la Casa Mariposé de Oscar López, la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, el Museo de la Mujer y la Galería del Hierro de la Universidad Autónoma Metropolitana.
La muestra reúne 14 piezas individuales, un muro tridimensional con 100 elementos y grabados realizados con la técnica de punta seca sobre cobre. Además, incluye el proceso de creación y un catálogo elaborado por la propia artista.
Las esculturas, trabajadas principalmente en bronce con la técnica ancestral de la cera perdida, permiten una vista de 360 grados, lo que la artista considera fundamental: “las personas pueden interactuar con la pieza, quizá no puedas tocarla, pero sí la puedes percibir a través de todos tus sentidos a la hora de circundar esa pieza”.
EL PROCESO CREATIVO
Arroyo explicó en una entrevista exclusiva para Pulso Diario de San Luis que el punto decisivo fue dominar la técnica de fundición a la cera perdida: “ese fue el momento en el que produje una pieza (…) en donde ya encontré el equilibrio entre el uso, el material, el brillo, el bronce, el acabado para hacer las texturas que a mí me convenían para hacer mi expresión artística. En ese momento fue cuando pues ya me di la tarea de producir el resto de la serie”.
Su primera obra, la Calavera Mexicana Tehuana, abrió la serie. Al reflexionar sobre ella, dijo que si hoy la volviera a crear “tendría símbolos que fueran igual de filosóficos, pero quizá hacia lo abstracto (…) sería un reto para mí poderlo hacer”.
Arroyo asegura que en su trabajo no hay improvisación: “ninguna de mis piezas tiene algo que no haya estado considerado (…) el material enriquece el significado de ahora, pero no así define cuál va a ser el proceso”.
LA MUERTE COMO EMBLEMA CULTURAL
La investigación de Arroyo también abarca la forma en que distintos contextos culturales representan la muerte. Durante las presentaciones de la serie en España pudo contrastar visiones: “en España, pues hay un acercamiento más bruto hacia la imagen de la muerte, como aquella figura con una guadaña que te persigue y que define el fin de tus días (…) también hay en el arte europeo esta visión de la calavera como el depósito del conocimiento y del saber”.
En México, en cambio, la artista observa un simbolismo distinto: “no existe la calavera con una guadaña tan vívida como la tienes en Europa; sin embargo, la presencia de la muerte (…) también es vista como de reojo por la violencia, pero prevalece esta riqueza que es la de la festividad, la del punto de vista del sarcasmo”. Para Arroyo, estas diferencias confirman que la calavera seguirá siendo un símbolo vigente: “vamos a seguir hablando de la muerte como una sucesión de la vida (…) nos constituye y nos hace ser conscientes”.
INFLUENCIAS Y DIÁLOGO
Arroyo reconoce la influencia de Manuel Manilla y José Guadalupe Posada. Su obra también cruza símbolos de distintas culturas, como en la pieza Coyolxauhqui, cuyo tocado recuerda al de Nefertiti. La artista explicó que encontró un punto en común en la fuerza femenina de ambas representaciones: “cuando yo empiezo a hacer investigación histórica y encuentro que hay una similitud en estos preceptos entre los egipcios y los mexicanos (…) la fuerza de la mujer está representada en mis figuras, es una mujer que tiene un poder femenino, pero también un poder de fortaleza humana”.
Para Arroyo, esta relación refrenda la universalidad de ciertos conceptos: “en estas culturas es fundamental la presencia de lo femenino, de la creación y de la riqueza de nuestro entorno”. La artista considera que en un siglo la calavera seguirá siendo un símbolo vigente: “vamos a seguir hablando de la muerte como una sucesión de la vida (…) nos constituye y nos hace ser conscientes”.
En la visión de Arroyo, la muerte no representa un final, sino un proceso natural ligado a la tierra. La escultora señala que “la vida surge de la tierra y nosotros pertenecemos a la tierra, no la tierra pertenece a nosotros”. Esta idea se refleja en la construcción de sus piezas, que buscan representar la continuidad de los ciclos biológicos y culturales. Para la artista, reconocer esta pertenencia es también reconocer la fragilidad y temporalidad de la existencia.
EL PAPEL DE LA ARTISTA EN LA SOCIEDAD
Para Perla Arroyo, la práctica artística implica también una responsabilidad social. Afirma que “nosotros como artistas (…) representamos a nuestra sociedad, representamos los problemas que tiene nuestra sociedad y les damos salida a muchos de ellos a través de nuestras representaciones”. Considera que el arte es un ejercicio de disciplina, pero también una forma de análisis cultural que permite reflexionar sobre lo que debe continuar y lo que debe transformarse. Desde esta perspectiva, su serie Calavera mexicana no solo se plantea como un ejercicio estético, sino como un testimonio que dialoga con la historia y los retos actuales de la sociedad mexicana.